
La
TV
sensacionalista,
incluso
al
día
de
hoy,
al
menos
para
quienes
llegaron
a
los
90
análogos
siendo
jóvenes,
tiene
un
grito
de
batalla:
“Seguime,
Chango”.
La
expresión
le
corresponde
a
José
de
Zer,
un
periodista,
un
movilero,
cuyo
estilo,
siempre
ampliamente
por
encima
del
contenido,
fundó
una
forma
hoy
más
que
reconocible
de
contar:
desde
cierta
fábula,
desde
cierta
seriedad
impostada.
José
Bernardo
Kerzer
era
más
que
José
de
Zer,
y
José
de
Zer
fue
muchas
cosas
en
nuestra
TV.
La
producción
original
de
Netflix,
El
hombre
que
amaba
los
platos
voladores,
se
centra
en
ese
Zer,
en
aquel
que
hizo
de
los
ovnis
un
tema
que
medía
como
pocos
en
la
TV
argentina
de
los
años
80.
Dirigida
por
Diego
Lerman
y
protagonizada
por
un
siempre
excepcional,
siempre
distinto,
Leonardo
Sbaraglia,
la
película
según
su
director
se
define
gracias
a
que
“hay
una
historia
más
literal
para
mí
que
es
la
del
periodista
de
espectáculos
que
estaba
cubriendo
las
vedettes
del
momento
y
de
golpe
empieza
a
cubrir
platos
voladores
y
se
vuelve
un
fenómeno.
Esa
es
la
línea
más
de
la
superficie”.
Y
suma:
“Después
está
la
cuestión
de
un
personaje
que
descubre
que
tiene
una
enfermedad,
que
está
en
un
tratamiento
psiquiatrico,
y
a
quien
de
golpe
se
le
empiezan
a
mezclar
los
cables
de
todo
eso.
Entonces,
era
tomar
un
poco
ese
punto
de
vista,
de
quien
engaña
pero
que
empieza
a
creer
que
es
un
elegido
y
hay
un
sentido
más
profundo.
La
idea
era
que
combiban
los
dos
mundos:
el
literal
del
periodista
y
el
más
humano,
más
allá
de
su
imagen”.
—El
prejuicio
podía
llevar
a
que
uno
creyera
que
la
película
se
iba
a
reír
o
ver
al
personaje,
basado
en
una
persona
real,
desde
determinado
ángulo.
¿Cómo
lograste
una
película
que
acompañam
tanto
a
un
personaje
tan
complejo?
—A
mí
lo
que
me
interesaba
era
lo
que
daba.
Yo
creo
que
es
una
película
sobre
las
creencias
y
lo
que
hacen,
sobre
cómo
eso
atraviesa
la
historia
de
la
humanidad.
Me
parece
que
tiene
que
ver
con
una
elección
muy
personal:
uno
cree
en
la
brujería,
en
las
religiones,
en
lo
que
sea.
Es
algo
que
convive
con
el
ser
humano
más
allá
del
momento
escéptico
en
el
que
estamos.
Son
peyorativos
los
lugares
de
burla
sobre
eso.
Después
uno
podrá
elegir
el
camino
que
elija,
podés
creer
de
todo
o
no,
pero
acompaña
a
la
humanidad
desde
sus
inicios,
desde
que
hay
cavernas,
desde
que
fabuladores.
En
el
medio,
hay
un
montón
de
variantes,
de
formaciones,
pero
es
una
película
que
de
fondo
aborda
las
creencias.
Me
interesaba
como
tema,
sin
dar
respuestas,
me
interesaba
dar
posibilidades,
ver
las
elecciones
personales.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—También
hay
un
modelo
de
periodismo
en
su
máxima
expresión
que
hoy
básicamente
define
el
cotidiano
de
los
que
vemos
en
TV,
al
menos
a
la
hora
de
los
modos.
¿Qué
te
interesaba
de
eso?
—En
ese
sentido
era
reinteresante
Nuevediario
y
lo
que
hizo
José
de
Zer,
que
llevó
a
cabo
un
tipo
de
periodismo
que
hoy
abunda
en
la
TV
y
en
las
redes:
eso
de
la
espectacularización,
el
querer
vender
las
noticias
de
una
manera
que
sean
tan
atractivas
en
su
forma,
que
eso
es
todo,
y
el
contenido
vamos
viendo.
Hay
algo
hoy
de
las
redes
que
es
ese
concepto
llevado
por
mil.
Hoy
se
habla
de
la
posverdad,
de
lo
difícil
que
es
decodificar
que
es
verdad
y
que
no,
de
la
crisis
de
los
medios,
de
las
creencias.
En
aquel
entonces,
de
manera
muy
inocente,
en
un
noticiero
(el
donde
es
importante)
lleva
a
cabo
sus
convenciones,
casi
como
La
guerra
de
los
mundos,
el
fenómeno
en
Capilla
del
Monte
(y
después
viene
Madonna
a
Argentina
y
al
primer
lugar
al
que
va
es
Capilla
antes
de
Buenos
Aires).
—¿Cuánto
hay
del
José
de
Zer
real?
¿Cómo
convive
la
investigación
con
la
vida
pública
del
personaje?
—Lo
que
está
tomado
más
que
nada
es
su
vida
pública,
porque
de
su
vida
privada
no
se
sabía
mucho.
Él
se
encargó
de
que
no
se
sepa:
su
nombre
no
era
José
de
Zer,
era
otro,
tenía
dos
fechas
de
cumpleaños.
Pero
hay
anécdotas
que
tomamos,
como
por
ejemplo
que
él
peleó
en
la
Guerra
de
los
Seis
Días,
y
no
quiso
hablar
mucho
de
eso.
Nunca
encontramos
a
nadie
que
quiera
dar
testimonio
de
eso.
Nos
venía
muy
bien
para
el
tema
de
las
creencias,
de
Sinaí,
donde
confluyen
las
tres
religiones
monoteístas.
Las
notas
están
recreadas,
al
menos
frente
a
cámara,
casi
de
manera
idéntica,
y
lo
mismo
el
noticiero,
queríamo
se
parecíera
al
Canal
9
de
aquel
entonces.
De
su
vida
privada
no
hay
mucho.
Sí
está
muy
cirscunscripto
a
la
saga
de
Zer
en
el
Uritorco,
él
hizo
muchísimas
más
cosas,
cubrió
La
Tablada,
cubrió
el
Caso
María
Soledad.
La
película
aborda
solo
ese
momento.
Ese
momento
tenía
muchas
aristas
que
me
resultaban
atractivas,
y
la
película
pedía
mucho,
se
filmó
en
muchos
lugares,
tenía
efectos
especiales.
La
propuesta
de
Netflix
de
hacer
algo
juntos
me
hizo
sacar
este
guión.
—¿Cómo
fue
el
trabajo
con
efectos
especiales?
—Nunca
había
trabajado,
al
menos
en
esta
escala.
Acá
había
un
diseño
de
efectos
especiales.
Escenas
con
mucha
complejidad
técnica,
y
hacerlas
de
una
amnera
similar
a
la
que
yo
me
imaginaba.
—¿Qué
ideas
tenían
con
Leonardo
Sbaraglia
para
llevar
a
cabo
el
personaje?
—Primero,
la
propuesta
fue
muy
clara:
era
un
personaje
para
arriesgar
mucho,
que
las
medias
tintas
no
iban
a
funcionar.
Había
que
ir
de
cuerpo
entero,
de
composición.
No
es
una
biopic
de
José
de
Zer,
pero
sí
toma
lo
físico,
hubo
que
trabajar
las
posturas,
el
tipo
de
pelo,
etc.,
etc.,
etc.
Físicamente
es
una
escena
muy
demandante,
filmada
mucho
a
intemperie.
Fuimos
a
cuatro
lugares
distintos.
Hicimos
dos
meses
de
ensayos
y
preparación,
bastante
intensos,
ensayos
casi
diarios.
Sobre
todo
acceder
a
eso
que
de
era
un
personaje
que
va
perdiendo
la
cordura,
que
va
cortando
hilos
con
la
realidad
y
se
empiezan
a
fundir
todos
los
planos
en
juego.
Esas
zonas
vulnerables
había
que
abordarlas
con
mucho
verosímil.
Leo
se
metió
mucho.
José
de
Zer
era
un
encantador
de
serpientes,
dueño
de
un
magnetismo,
que
donde
fuera
sabía
qué
decir.
Había
algo
de
eso
que
obvio
generaba
un
personaje
difícil.
—¿Qué
te
genera
el
poder
seguir
contando
en
la
Argentina
en
este
momento?
—Bueno,
yo
soy
cineasta.
Es
un
momento
crítico
para
el
cine.
El
Instituto
de
Cine
está
paralizado,
hay
muchísima
incertidumbre
sobre
el
futuro.
Hay
reglas
muy
poco
claras
sobre
cómo
hacer
cine
en
Argentina.
Es
triste
la
verdad,
porque
para
mi
generación,
que
nació
con
la
Ley
de
cine,
hoy
se
ve
clara
la
diversidad
y
creatividad
del
cine
argentino.
Este
momento
tan
incierto,
tan
gratuitamente
incierto,
genera
mucha
incertidumbre.
En
el
medio
estreno
una
película,
y
se
agradece
mucho,
pero
estoy
viendo
como
seguir
haciendo
cine
acá.
Las
plataformas
creo
que
son
una
de
las
opciones,
lo
autogestivo.
Seguir
insistiendo,
insistir
con
mucha
fuerza
en
que
el
Instituto
del
Cine
es
fundamental
que
funcione.