“La historia del cine describe el sentir humano”

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La
directora
japonesa
Miwa
Nishikawa,
una
de
las
voces
más
representativas
del
cine
contemporáneo
de
su
país,
visitó
Argentina
con
motivo
del
Festival
Internacional
de
Cine
de
Mar
del
Plata
y
una
serie
de
proyecciones
en
la
Sala
Leopoldo
Lugones
de
Buenos
Aires.
La
cineasta
presentó
algunos
de
sus
trabajos
más
destacados,
como
Under
the
Open
Sky,
y
compartió
con
el
público
argentino reflexiones
sobre
su
obra,
su
visión
del
cine
y
la
complejidad
de
lo
humano.
Este
encuentro
no
solo
reafirmó
el
carácter
universal
de
su
mirada,
sino
que
también
invitó
a
los
espectadores
a
adentrarse
en
la
cotidianidad
japonesa
desde
una
sensibilidad
tan
íntima
como
precisa.

Nishikawa,
además
de
ser
una
cineasta
destacada,
es
también
una
escritora
de
novelas,
lo
que
amplía
aún
más
su
capacidad
para
explorar
lo
humano
desde
diferentes
perspectivas
artísticas.
Durante
su
visita
a
Argentina,
se
mostró
cercana
y
reflexiva,
dejando
frases
que
invitan
a
la
introspección
sobre
el
lugar
del
cine
como
arte
y
como
espejo
de
lo
que
significa
ser
humano.
Este
diálogo
constante
entre
el
cine
y
la
literatura
le
permite
a
Ni-shikawa
construir
personajes
complejos
y
situaciones
que,
aunque
profundamente
enraizadas
en
la
cultura
japonesa,
logran
una
resonancia
universal.

En
su
paso
por
Argentina,
Nishikawa
compartió
su
fascinación
por
el
intercambio
cultural
y
su
deseo
de
que
su
obra
permita
tender
puentes
entre
las
diferencias,
destacando
que
el
arte
tiene
un
papel
fundamental
en
el
entendimiento
mutuo.
Según
la
cineasta,
las
películas
no
solo
son
una
herramienta
para
narrar
historias,
sino
también
un
medio
para
imaginar
mundos
posibles
y
dialogar
con
las
emociones
de
los
espectadores,
logrando
que
estos
se
conviertan
en
participantes
activos
frente
a
la
pantalla.
A
continuación,
un
recorrido
por
la
entrevista
exclusiva
que
ofreció
a
PERFIL
durante
su
visita.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—¿Qué
muestra
tu
cine?

—Creo
que
lo
que
se
puede
ver
en
mis
películas
es
la
vida
de
los
japoneses:
cómo
piensan
y
cómo
se
relacionan.
Para
los
argentinos,
mis
películas
pueden
resultar
algo
extrañas,
pero
también
les
pueden
resultar
cercanas.
Quizás
no.
Vamos
a
ver
cómo
son
vistas.

—¿Cuándo
apareció
en
vos
la
certeza
de
que
querías
contar
una
historia?

—En
esta
oportunidad
mostré
dos
películas.
Una
de
ellas
es
Under
the Open
Sky,
el
protagonista
está
interpretado
por
Koji
Yakusho.
Lo
vi
actuar
cuando
tenía
17
años,
en
una
serie
que
retrataba
al
asesino
de
cinco
personas.
Era
una
serie
que
se
pasaba
por
televisión.
Esta
serie
mostraba
una
humanidad
peculiar,
un
tanto
deformada.
Era
un
mensaje
bastante
complejo,
pero
me
conmovió.
En
ese
momento
estaba
en
el
segundo
año
de
la
secundaria
en
Japón.
Sentía
que
había
algo
muy
humano
pero
difícil
de
entender.
La
serie
me
ayudó
a
finalizar
un
sentimiento
de
soledad
que
había
en
mí.
En
ese
momento
no lo
tenía
muy
en
claro,
pero
pensé
vagamente
que
me
gustaría
que
mi
trabajo
fuera
expresar
qué
es
ser
un
ser
humano.

—¿Qué
has
descubierto
del
hecho
de
ser
humano
desde
tu
trabajo
como
directora
de
cine?

—Es
difícil
de
entender.
Es
difícil.
Te
cuento
que
cuando
preparo
una
película
y
escribo
sobre
personas,
realizo
muchas
entrevistas,
hablo
con
mucha
gente.
La
idea
es
escucharlos,
ver
el
porqué
de
sus
acciones.
Me
cuentan
un
montón
de
cosas,
pero
cuanto
más
escucho,
menos
entiendo.
Y
no
puedo
captar
un
patrón
común
en
sus
conductas
o
respuestas.
Siempre
que
hago
eso
veo
cuán
compleja
es
la
psicología
humana
en
acción,
y
no
solo
si
pensamos
en
el
amor,
en
lo
romántico,
sino
también
en
cosas
como
la
familia.
No
dejo
de
pensar
cuán
misterioso
es
el
ser
humano
y
cuán
difícil
es
de
prever.
Los
creadores,
los
que
cuentan,
en
este
caso
del
cine,
siento
que
van
retratando
a
lo
largo
de
la
historia
del
cine
diferentes
aspectos
del
ser
humano.

—Hablás
de
capturar
algo
del
ser
humano,
pero
tu
cine
trabaja
mucho
el
detalle
visual,
la
puesta
en
escena.
¿Cómo
conviven
ambos
aspectos?
O
mejor
dicho,
¿cómo
dialogan?

—Creo
que
todos
los
directores
son
muy
sensibles
a
la
hora
de
armar
el
plano.
Por
supuesto
que
no
estoy
sola.
Por
supuesto,
cuido
mucho
cada
plano.
Creo
que
una
de
las
particularidades
del
cine,
cuando
lo
comparamos
con
otras
artes,
es
que
no
es
solo
imagen:
usamos
música,
sonidos,
palabras.
Si
lo
pensás,
es
un
montón
de
información
y
todo
eso
se
compila.
Todo
sirve
para
transmitir
un
mensaje.
Muchos
elementos
para
un
mensaje.
Quizás
las
tomas
de
la
naturaleza
dejan
una
impresión
mayor
en
mi
cine
porque
yo
hago
dramas
humanos
que
tienen
lugar
en
la
naturaleza,
que
hacen
un
recorte
de
la
naturaleza.
En
esas
tomas
lo
que
intento
hacer
es
que
el
espectador
imagine
los
sentimientos
de
los
personajes.
Quiero
explotar
la
imaginación
de
los
espectadores.

—¿Hay
algo
que
sepas
que
no
querés
hacer
con
tu
cine?

—En
Japón
pasa
muy
seguido
que
nos
piden
que
en
la
escena
de
los
créditos
pongamos
una
canción
de
moda,
una
canción
popular
de
un
artista
de
ese
momento.
Es
un
pedido
muy
frecuente.
Eso

es
algo
a
lo
que
me
niego.
En
la
línea
de
lo
que
venimos
charlando,
no
me
gusta
explicar
demasiado:
lo
que
dicen
los
personajes,
cómo
miran.
Si
comunico
todo,
los
espectadores
solo
se
vuelven
receptores,
sin
poder
imaginar
nada.
Cada
persona
va
a
tener
una
visión
diferente.
Por
eso
solo
comunico
lo
necesario.
Trato
de
no
caer
en
comunicar
demasiado.

—¿Cuál
sentís
que
es
tu
lugar
en
la
industria
del
cine
japonés?

—Es
más
complicado.
Yo
no
he
filmado
en
el
extranjero.
Solo
conozco
mi
industria.
Lo
más
fácil
de
hacer
filmes
allá
es
que
el
equipo
es
muy
serio
y
muy
apasionado.
No
solo
su
trabajo:
ponen
su
vida,
su
tiempo.
Todos.
Desde
actores
a
cámara,
todos:
somos
una
gran
familia.
Hace
20
años
que
me
dedico
a
esto.
Si
pensamos
en
la
industria
desde
sus
problemas,
las
jornadas
de
filmación
son
largas.
Tranquilamente
hacemos
jornadas
de 18
horas.
La
gente
pone
todo
su
empeño,
su
energía
vital,
en
eso.
Tanto
los
directores
y
productores
de
las
películas
dedican
su
vida.
Es
algo
que
heredamos
de
antes,
un
legado.
Pero
para
los
jóvenes
de
ahora
esas
condiciones
pueden
ser
muy
exigentes.
Tienen
muchas
repercusiones
en
su
vida personal,
sobre
todo
si
una
es
mujer
y
decide
tener
familia:
eso
puede
afectar
directamente
tu
vida
en
el cine,
tu
profesión.
El
trabajo
de
crear
películas,
de
hacer
cine,
siempre
ha
sido
diferente,
pero
es
necesario
ese
balance
con
la
vida
privada.
No
les queda
otra.
En
los
últimos
tiempos
hay
un
poco
más
de
conciencia
de
esto,
pero
no
se
ve
una
contramedida
para
mejorar
en
lo
inmediato.

—Hablas
del
trabajo
del
cine.
¿Qué
has
descubierto
en
años
de
profesión
que
no
sospechabas
antes?

—¡Argentina!
No,
en
serio.
Gracias
a
que
hago
películas
puedo
venir
al
otro
lado
del
mundo.
Puedo
venir
acá,
intercambiar,
conocer,
y
es
algo
que
de
otra
manera
no
hubiera
sido
posible.
Por
ejemplo:
además
de
hacer
películas,
yo también
escribo
novelas.
No
es
que
se
edita
tanto,
y
no
hay
festivales,
tampoco
hay
ya
dinero
para
giras
de
promoción:
con
las
películas
puedo
viajar,
conocer
gente,
recibir
influencias
de
esas
personas.

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