“El teatro es una máquina sagrada que sondea identidad”

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Es
muy
difícil
encasillar
a
este
artesano
del
arte
dramático,
ya
que
Pompeyo
Audivert
es
actor,
director,
dramaturgo,
adaptador
y
docente.
Su
larga
lista
de
espectáculos
incluye
desde
clásicos
nacionales
hasta
internacionales.
La
pandemia
como
a
todos
lo
frenó
pero
su
parte
creativa
se
activó
y
fue
así
que
creó
su
unipersonal
Habitación
Macbeth
(Versión
para
un
actor),
que
desde
el
2001
viene
sumando
espectadores
y
premios.
En
el
próximo
año
en
su
quinta
temporada
hará
funciones
desde
el
4
de
enero
en
el
Metropolitan
de
Buenos
Aires,
los
sábados
y
domingos
a
las
20.30
mientras
que
estará
los
martes
y
miércoles
desde
el
7
de
enero,
en
el
teatro
Tronador
de
Mar
del
Plata.
Siempre
con
la
música
original
y
el
acompañamiento
en
vivo
de
Claudio
Peña.
Recuerda:
“Ya
estuvimos
en
Mar
del
Plata
haciendo
temporada
en
el
Auditorio
y
ese
año
me
gané
varios
premios
Estrella
de
Mar,
como
mejor
obra,
dirección
y
actuación”.

—Cuando
estrenaste
“Habitación
Macbeth”
en
el
2021:
¿imaginaste
esta
cantidad
de
funciones
y
público
(ciento
treinta
mil
espectadores)?

—No.
Estaba
muy
contento
porque
sentía
que
era
algo
muy
novedoso
para

y
que
iba
a
resultar
también
muy
novedosa,
por
la
forma
de
producción
de
esta
obra
y
la
idea
del
cuerpo
habitado.
Pero
no
imaginé
que
iba
a
producirse
semejante
suceso
de
público
y
que
iba
a
producir
tal
impacto
en
los
espectadores.
Hicimos
muchas
giras,
incluso
fuimos
a
Montevideo
y
hay
perspectivas
de
llevarlo
a
España,
para
hacer
temporada
en
Madrid
y
Barcelona.
Fue
una
sorpresa
enorme
y
muy
gratificante
para

y
empezó
a
suceder
casi
de
inmediato
que
la
estrenamos.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—¿Por
qué
fue
el
cambio
del
Centro
Cultural de
la
Cooperación
al
Metropolitan? 

—Ese
cambio
lo
reflexioné
mucho,
porque
la
gente
del
Metropolitan
ya
me
había
hecho
la
invitación.
Sentía
que
era
peligroso
para
el
espectáculo
ese
movimiento
porque
dejaba
de
pertenecer
a
ese
nicho
más
del
teatro
independiente
y
pasaba
como
a
otra
escala.
Pero
la
sala
del
CCC
se
llenaba
con
mucha
anticipación
con
sus
ciento
ochenta
localidades.
Estaba
en
calle
Corrientes
estando
en
el
CCC
y
el
valor
de
la
entrada
que
se
cobraba
en
el
CCC
era
prácticamente
el
mismo
valor
que
el
del
Metropolitan.
Cuando
me
di
cuenta
decidí
cambiar
con
la
idea
de
hacer
una
función
menos
por
semana,
ya
que
pasé
de
tres,
que
es
muy
agotador
a
dos,
metiendo
la
misma
cantidad
de
espectadores.
La
sala
también
es
muy
hermosa
y
ahí
me
se
me
fueron
todos
los
pruritos.
Estoy
más
descansado
y
también
me
permite
hacer
giras.

—Versionaste
textos
de
Florencio
Sánchez,
Armando
Discépolo
y
Roberto
Arlt:
¿qué
encontraste
en
ellos?

—Hasta
que
vino
la
pandemia
venía
trabajando
con
autores
rioplatenses.
Hice
Trastorno,
sobre
El
pasado
de
Florencio
Sánchez,
Muñeca
de
Discépolo
y
La
farsa
de
los
ausentes
sobre
El
desierto
entra
en
la
ciudad
de
Roberto
Arlt.
Para

el
teatro
rioplatense
es
una
zona
en
la
que
me
siento
heredero
de
esos
lenguajes
teatrales
argentinos,
desde
el
circo
criollo,
pasando
por
el
sainete
y
el
grotesco.
Pertenezco
a
esa
corriente
de
lenguaje,
que
se
ha
ido
transformando.
Me
influyen,
están
en

como
actor
y
director.
Cada
vez
que
los
hago
aparece
una
impronta,
que
son
canales
invisibles,
creo
que
tienen
una
intensidad
notable
y
una
gran
originalidad.
Pertenecemos
a
ellos
y
me
resultó
medio
raro
trabajar
con
otros
autores
salvo
los
clásicos
como
Shakespeare
o
Beckett.
Siempre
los
textos
con
personajes
con
nombres
como
Tony
o
Mary
me
producen
mucha
incomodidad.
 Así
como
los
japoneses
tienen
sus
lenguajes,
cada
sociedad
y
cada
cultura
tienen
los
suyos.
La
nuestra
que
de
algún
modo
comienza
con
el
circo
criollo,
después
deviene
en
el
sainete
y
luego
en
el
grotesco.
Es
una
corriente
de
lenguaje
muy
vinculada
a
la
forma
y
a
los
contenidos 

—Con
tanta
actuación:
¿abandonaste
la
docencia?

—No,
sigo
dando
la
misma
cantidad
de
clases,
aunque
han
aparecido
nuevos
docentes
que
me
ayudan
en
el
estudio.
Para

“El
cuervo”
es
el
laboratorio
de
mi
lenguaje.
Todo
el
tiempo
estamos
investigando
a
nivel
de
actuación
y
de
dirección
de
montaje
con
los
alumnos.
De
allí
va
saliendo
y
constituyendo
la
técnica
que
trabajo
a
la
que
le
he
puesto
de
nombre
“el
piedrazo
en
el
espejo
teatro
de
la
fuerza
ausente”.
Es
una
síntesis
de
esos
lenguajes
históricos
de
los
que
soy
heredero.
El
estudio
es
como
un
vector
de
lenguaje
en
el
que
estoy
constantemente
investigando
y
refundando.
Creo
que
el
teatro
más
allá
de
las
obras
es
una
máquina
sagrada
que
sondea
identidad
y
pertenencia
a
una
escala
extra
cotidiana.

—¿Qué
pasa
con
el
mundo
audiovisual?

—No
me
interesa
y
no
me
llama
la
atención
en
absoluto.
Siento
que
mi
trabajo
se
debe
a
otros
cauces
y
a
otros
cursos.
En
lo
audiovisual
puedo
participar
como
invitado,
pero
no
me
desvela.
No
me
llaman
porque
saben
que
no
tengo
interés.
No
pertenezco
a
la
industria
audiovisual,
pertenezco
a
un
sistema
artesanal. 

—¿Cómo
vivís
esta
realidad
argentina?

—Siento
que
es
una
realidad
degradada,
penosa
y
distópica
que
se
ha
ido
al
compás
de
una
operación
mediática,
de
un
diseño
de
desvirtuación
de
la
naturaleza
humana
que
se
está
produciendo
en
los
grandes
centros
de
poder.
Se
transmite
a
través
de
las
redes,
de
los
medios
masivos
de
comunicación
que
van
doblegando
nuestra
subjetividad
a
los
fines
perversos,
epilépticos
y
compulsivos
de
esa
maquinaria
capitalista
en
la
que
estamos
envueltos.
Me
parece
que
este
tipo
de
degradación
y
de
caída
pertenece
a
un
ciclo
que
en
algún
momento
se
va
a
cerrar
y
va
a
dar
paso
a
una
reconfiguración
de
las
fuerzas
humanas,
que
ahora
pasan
a
estar
en
un
estado
larvario
o
latente
o
acechante.
Estamos
ahora
como
lo
estuvimos
en
la Dictadura
o
en
la
época
de
Macri:
en
una
zona
de
resistencia
de
autogestión,
que
nos
permite
reconfigurar
y
también
tomar
nota
de
aquellas
desviaciones
en
la
que
habíamos
caído,
de
los
personalismos.
 

—¿Por
qué
sentís
que
a
pesar
de
la
crisis
económica
se
va
al
teatro?

—Justamente
porque
el
teatro
es
el
lugar
donde
podemos
reconstituir
nuestra
identidad.
El
arte
en
general
es
el
sitio
ideal
para
ese
restablecimiento.
Todas
las
actividades
artísticas
y
el
teatro
sobre
todo
establecen
el
cuerpo
como
sujeto
de
su
propósito,
como
una
zona
profundamente
identitaria.
Por
eso
hay
una
gran
tendencia
a
lo
teatral
en
estas
épocas
de
crisis.

—Muchos
actores
extranjeros
hablan
de
nuestro
público…

—Tiene
que
ver
con
nuestra
historia
nacional
con
las
viejas
militancias,
las
históricas.
Tuvimos
grandes
compañías,
actores
que
han
generado
todo
un
acervo
cultural
maravilloso
y
es
lo
que
ha
producido
también
un
público.
Son
espectadores
muy
exigentes.

—En
estos
años,
¿no
extrañaste
a
otro
actor
compartiendo
escenario
con
vos?

—Sí,
a
Alejandro
Urdapilleta,
a
Alfredo
Alcón,
a
Lorenzo
Quinteros
y
a
Eduardo
Pavlovsky
y
a
partir
de
este
año
a
Daniel
Fanego.
 Hoy
como
hago
siete
personajes
de
algún
modo
estoy
acompañado
por
ellos.
Siento
que
me
desdoblo
y
son
tan
potentes
cada
uno
que
pareciera
que
fueran
otros.

—¿Ya
pensaste
qué
harás
después
de
“Habitación
Macbeth”?

—Estoy
haciendo
una
versión
de
Hamlet
que
se
va
a
llamar
Hamlet
y
el
piedrazo
en
el
Espejo,
es
para
quince
actores
en
donde
pienso
dirigir.
Siento
que
hoy
Hamlet
tiene
una
gran
actualización
para
este
momento,
porque
de
algún
modo
expresa
distancia,
paralizados en
el
estupor
de
una
lucidez
atónica
y
cobarde.
La
captación
que
estamos
haciendo
de
lo
real
no
nos
impele
a
la
acción,
sino
a
la
parálisis,
no
se
puede
entrar
en
acción
y
a
la
vez
eso
es
muy
angustiante.