
Ya
volvió
a
los
escenarios
Gonzalo
Heredia
con
La
mentira
de
Florian
Zeller,
aunque
con
un
cambio:
ahora
está
en
el
Teatro
Astros
siempre
junto
a
Eleonora
Wexler,
Lautaro
Delgado
Tymruk
y
Alexia
Moyano,
con
dirección
de
Nelson
Valente.
Las
funciones
son
de
viernes
a
domingo
a
las
21.
—¿Cómo
fue
el
paso
de
El
Picadero
al
Astros?
—Nunca
había
estado
en
este
teatro,
tampoco
en
El
Picadero,
con
su
público.
Lo
vivo
con
incertidumbre,
en
aquel
momento
porque
no
era
un
ámbito
absolutamente
comercial,
y
no
sabíamos
qué
iba
a
pasar
con
el
público,
que
nos
acompañó.
Ahora
creo
que
va
a
ser
una
etapa
diferente.
El
Astros
está
construyendo
una
cartelera
hace
ya
un
par
de
años
muy
novedosa,
particular
y
exclusiva,
porque
no
la
tienen
otros
teatros,
además
es
el
último
de
la
avenida
Corrientes
al
750.
De
alguna
forma
tiene
una
identidad
propia.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—Tu
primera
novela
se
llamó
Construcción
de
la
mentira.
¿Te
especializás
en
la
mentira?
—Esa
novela
trata
de
un
actor
que
tiene
una
especie
de
crisis
existencial.
Me
llama
mucho
la
atención
y
me
gusta
el
tema
de
qué
es
la
ficción
y
qué
es
verdad.
En
esta
obra
de
teatro
se
habla
desde
otro
lugar,
un
poco
más
sobre
los
vínculos
amorosos
y
amistosos.
Los
relatos
que
construimos
para
los
demás
y
los
que
armamos
para
nosotros
mismos.
¿Existe
la
verdad?
¿Todo
está
teñido
por
la
mentira?
Son
preguntas
bastante
existenciales.
Tampoco
tengo
tan
clara
la
respuesta,
para
mí
no
hay
algo
muy
concreto
de
que
solo
existe
la
verdad
o
solo
existe
la
mentira.
Ni
una
es
totalmente
blanca
y
ni
la
otra
es
totalmente
negra.
—¿Cómo
sentís
que
juega
en
la
sociedad
actual?
—Creo
que
estamos
viviendo
en
una
era
de
posverdad.
Son
tiempos
de
fake
news,
con
la
inteligencia
artificial
donde
podés
ver
a
personas
fallecidas
besándose,
es
entre
brutal
y
demencial,
y
a
la
vez
también
un
poco
mágico.
Soy
de
la
generación
que
fue
testigo
de
toda
la
evolución
digital
desde
el
celular
con
un
mensaje
de
texto
hasta
las
redes
sociales.
Pasé
por
absolutamente
todo.
En
ese
sentido
creo
que
estamos
viviendo
esta
era
en
donde
hay
un
consumo
irónico,
en
donde
todo
parece
estar
a
tu
alcance.
Tengo
hijos
de
trece
y
siete
años,
pero
mis
padres
no
se
podían
comunicar,
había
mucho
secreto.
Mientras
que
nosotros
estamos
hipercomunicados.
—¿Creés
en
la
mentira
piadosa?
—Hay
diferentes
puntos
de
vista.
Me
parece
que
la
mentira
piadosa
puede
estar
relacionada
con
la
omisión,
con
el
no
decir
o
evitar
decir
y
creo
que
eso
lo
hacemos
a
diario.
Desde
el
Ratón
Pérez
hasta
los
Reyes
Magos
construís
toda
esa
ficción.
Nacimos
con
eso
y
se
termina
chocando
con
el
mundo
real.
Creo
que
la
mentira
tiene
mal
marketing.
Si
un
amigo
médico
se
pone
a
pintar
a
los
cincuenta
años
y
es
horrible,
no
se
lo
decís.
—Estudiaste
actuación
con
Rubens
Correa,
Julio
Chávez
y
Raúl
Serrano.
¿Quién
te
marcó
más?
—Raúl
Serrano
sin
lugar
a
dudas.
Pasé
tres
años
en
su
escuela
y
el
último
lo
daba
él
en
persona.
Recuerdo
cómo
descubrí
el
ser
dirigido,
el
que
te
lleven
a
un
lugar
que
vos
desconocés
dentro
tuyo.
Fue
muy
generoso
conmigo.
—¿Te
arrepentís
de
algo?
Estuviste
en
un
reality…
—(Se
ríe)
Tenía
diecinueve
años.
No,
para
nada
me
arrepiento.
Ni
siquiera
de
haber
hecho
Lobo
en
ElTrece.
Hay
muchos
trabajos
que
no
veo,
porque
me
da
mucha
vergüenza
y
pudor.
Fue
el
camino
que
necesitaba
transitar
o
por
lo
menos
pasar
en
esos
momentos.
Me
río
un
poco
de
ese
personaje
público
o
de
ese
galán.
Hace
poco
hicimos
un
streaming
que
se
llamaba
Galanes
en
temporada
baja.
—¿Cómo
te
afecta
el
éxito
y
el
fracaso?
—Uno
empieza
como
a
relegar
en
el
sentido
de
que
sabés
que
no
te
va
a
suceder.
Fantaseabas
cuando
eras
más
joven
y
ahora
hay
un
poco
más
de
serenidad.
Para
mí
el
éxito
es
escribir
una
buena
media
página
en
una
mañana,
porque
me
hace
estar
muy
bien
conmigo
mismo,
me
siento
muy
feliz
y
completo.
O
ir
a
nadar,
a
mí
me
da
mucha
felicidad.
El
éxito
se
construye
todos
los
días.
—Hiciste
El
montaplatos
de
Pinter,
Julio
César
de
Shakespeare.
¿Querés
volver
a
algún
clásico?
—No
tengo
mucha
fantasía
con
respecto
a
interpretar
un
protagonista.
Nos
divertimos
mucho,
la
pasamos
muy
bien,
me
gusta
abordar
mi
personaje,
contar
su
arco
dramático
cómo
empieza
y
termina.
Pero
no
es
algo
que
me
apasiona
actuar,
no
tengo
la
fantasía
o
el
deseo
de
estar
en
el
San
Martín
o
en
el
Cervantes
o
que
me
llame
Almodóvar
para
hacer
una
serie
o
una
película.
Sinceramente
me
gustan
los
proyectos,
contar
historias
y
muchas
veces
escribirlas
o
adaptarlas.
—¿Qué
balance
hacés
de
tu
estreno
como
dramaturgo
con
Cómo
provocar
un
incendio?
—Fue
una
primera
experiencia
con
un
texto
por
lo
menos
a
mí
entender
muy
lindo.
Estoy
muy
contento
cómo
quedó
la
obra
y
que
también
fue
desde
otro
lugar
en
el
sentido
de
poner
el
cuerpo
y
conocer
cómo
el
texto
empieza
a
tener
vida
propia
y
también
muchas
veces
es
muy
maltratado.
Desde
la
alegría
de
haber
terminado
de
escribir
hasta
la
incertidumbre
de
construir
el
elenco,
el
trabajo
con
la
directora
y
con
la
palabra.
Los
ensayos
y
las
primeras
lecturas,
donde
cada
uno
le
ponía
cuerpo
a
esos
personajes
y
cómo
se
iban
construyendo
las
interpretaciones.
Me
dio
un
poco
de
vértigo
sinceramente
cuando
había
mucha
gente
metida
en
la
obra.
—¿Repetirás
la
experiencia
de
dramaturgo?
—Estoy
con
un
proyecto
que
me
gusta
mucho
que
es
una
adaptación
teatral
de
una
película
que
se
llama
Coherence
dirigida
por
James
Ward
Byrkit
(2013).
No
es
tan
conocida,
tuvo
muy
buenos
comentarios,
pero
pasó
casi
inadvertida.
Desde
que
la
vi
la
imaginé
para
teatro,
espero
poder
estrenarla
antes
de
fin
de
año.
Pertenece
a
un
género
que
no
consumimos
mucho,
tiene
algo
de
thriller
con
ciencia
ficción.
—¿Te
tienta
dirigir?
—Por
ahora
no,
aunque
seguramente
en
algún
momento
lo
haré.
—¿Seguís
escribiendo
novelas?
—Sí.
Este
año
en
mayo
saldrá
Extranjera
y
es
la
primera
vez
que
abordo
el
universo
femenino,
las
protagonistas
son
dos
mujeres,
una
abuela,
inmigrante
de
Siria
que
cuenta
su
llegada
a
la
Argentina
a
principios
del
1900
y
paralelamente
es
la
voz
de
esta
nieta
que
va
la
va
a
visitar,
acompañando
a
su
papá.
Son
dos
temporalidades
que
se
van
intercalando
y
construyendo
para
armar
el
relato.
Mi
familia
vino
de
Siria,
y
aparte
investigué,
somos
descendientes
de
españoles
y
árabes.
—Escribir
sobre
el
mundo
femenino
es
complejo
para
un
hombre…
—Apareció
la
voz
de
los
personajes,
la
abuela
se
llama
Ema
y
Eleonora
su
nieta.
Empecé
escribiendo
como
Ema,
una
primera
persona
bastante
profunda,
reflexiva
y
me
sentí
increíblemente
cómodo.
Leí
mucho
a
Héctor
Tizón,
él
describe
mucho
a
su
provincia,
Jujuy,
y
su
naturaleza,
las
escenografías
están
muy
presentes
en
los
colores
y
aromas.
—¿Quién
es
tu
primer
lector
o
lectora?
—Brenda
(Gandini/su
esposa,
también
actriz)
y
mi
padre.
Uno
de
mis
últimos
trabajos
en
la
vida
real,
antes
de
ser
actor
fue
en
el
taller
mecánico
de
él.
Él
es
de
una
generación
que
leer
es
no
hacer
nada,
cree
en
el
hacer
físico.
Cuando
empecé
con
el
hábito
y
a
construir
la
disciplina
de
la
lectura
de
todos
los
días,
me
empezó
a
pedir
que
le
recomendara
libros.
Por
eso
le
doy
lo
que
escribo,
tiene
una
mirada
de
“me
gusta
o
no
me
gusta”.
mientras
que
Brenda
puede
estar
teñida
por
lo
intelectual.
—Se
cree
que
el
trabajo
del
escritor
es
muy
solitario…
—Sí,
pero
tengo
también
algunos
colegas
con
los
que
nos
pasamos
los
manuscritos.
Por
ejemplo,
ahora
con
Extranjera
se
la
pasé
a
una
escritora
tucumana,
que
se
llama
María
Lobo.
Nos
intercambiamos
y
leemos.
Es
maravilloso
porque
estás
menos
solo.