
Ismael
Serrano
regresa
a
Buenos
Aires
en
2025
con
un
espectáculo
que
promete
hacer
un
recorrido
por
lo
más
emblemático
de
su
trayectoria:
Sinfónico,
un
paseo
sentido,
jugado,
sincero
por
su
propia
obra.
Con
una
conexión
innegable
con
el
público
argentino,
el
cantautor
madrileño
reflexiona
sobre
su
relación
con
la
ciudad,
el
oficio
de
escribir
canciones
y
los
cambios
en
la
industria
musical.
A
lo
largo
de
su
carrera,
ha
logrado
un
lugar
en
el
corazón
de
muchos
argentinos,
quienes
no
solo
disfrutan
de
su
música,
sino
que
también
se
sienten
identificados
con
sus
letras.
—¿Qué
sentís
que
puede
hacer
la
música
en
este
momento
del
mundo?
—Estamos
en
un
momento
donde
nos
han
hecho
creer
que
el
pesimismo
es
una
buena
opción,
que
las
cosas
no
pueden
cambiar.
Vivimos
en
una
era
donde
ser
indiferente
es
lo
que
manda,
y
no
creo
que
sea
casual.
Hay
una
celebración
de
la
falta
de
empatía,
una
enarbolación
de
la
bandera
de
la
indiferencia.
Es
algo
bastante
sorprendente.
Por
eso,
es
crucial
no
sentir
que
todo
ha
acabado.
De
hecho,
hay
que
hacer
todo
lo
contrario.
Un
pequeño
momento
como
un
acto
comunal,
musical,
de
unión,
representa
mucho.
Insisto,
es
importante
no
sentir
que
la
ausencia
de
empatía
ha
ganado.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—Volvés
a
la
Argentina
con
“Sinfónico”.
¿Cómo
surge
este
proyecto
y
cómo
fue
su
proceso
de
creación?
—Todo
empezó
en
2019,
cuando
nos
invitaron
a
participar
en
el
festival
“Únicos”
en
Buenos
Aires,
con
la
idea
de
adaptar
mi
repertorio
a
una
orquesta
sinfónica.
Fue
una
experiencia
increíble
tocar
en
el
Teatro
Colón,
un
lugar
mágico.
Luego,
en
2020,
volvimos
con
una
versión
sinfónica
en
el
Hipódromo.
Después
de
todo
el
trabajo
con
los
arreglos,
sentí
que
esto
no
podía
quedar
solo
en
esos
conciertos.
Empezamos
a
grabar
en
estudio
con
músicos
de
Buenos
Aires
y
así
nació
Sinfónico.
Lo
que
me
interesaba
era
la
posibilidad
de
vestir
mis
canciones
con
nuevas
texturas,
explorar
cómo
el
acompañamiento
orquestal
podía
resignificar
mi
repertorio.
Cada
tema
adquirió
una
nueva
profundidad,
y
eso
me
fascinó.
Fue
un
desafío
creativo
enorme,
porque
trabajar
con
una
orquesta
implica
mucho
más
que
solo
tocar
las
canciones
de
manera
diferente;
es
como
descubrirles
una
nueva
vida.
El
resultado
fue
algo
que
nunca
imaginé
cuando
comenzó
la
idea,
y
ver
cómo
la
gente
lo
recibió
fue
muy
gratificante.
—Tus
canciones
suelen
tener
una
estructura
extensa
y
compleja.
¿Las
componés
de
una
vez
o
las
trabajas
con
tiempo?
—Antes
componía
más
rápido,
pero
con
el
tiempo
me
he
vuelto
más
exigente.
Ahora
dejo
que
las
canciones
reposen,
vuelvo
a
ellas
y
las
retoco.
Me
esfuerzo
para
que
cada
verso
tenga
sentido
y
no
sea
un
simple
relleno.
Suelo
empezar
por
la
letra,
que
luego
se
adapta
a
la
música.
Nunca
escribo
sin
una
idea
clara
en
la
cabeza.
Necesito
que
el
concepto
me
persiga
antes
de
sentarme
a
escribir.
A
veces,
una
canción
puede
estar
dando
vueltas
en
mi
mente
durante
meses
antes
de
que
me
siente
a
ponerle
forma
definitiva.
Es
un
proceso
que
me
permite
dar
con
la
palabra
justa,
con
la
melodía
que
mejor
acompaña
la
historia
que
quiero
contar.
Este
enfoque
más
reflexivo
hace
que
cada
canción
tenga
más
sustancia
y
me
permita
conectarme
de
una
manera
más
profunda
con
lo
que
estoy
diciendo.
—Tu
música
no
suele
sonar
en
la
radio.
¿Eso
te
ha
dado
más
libertad
o
creés
que
ha
sido
un
obstáculo?
—Puede
que
ambas
cosas.
No
escribo
pensando
en
encajar
en
una
fórmula,
he
logrado
sobrevivir
a
muchos
cambios
de
la
industria
desde
aquella
edad
dorada
de
los
autores
de
finales
de
los
años
90.
Muchos
compositores
buscan
hits
que
cumplan
con
ciertos
requisitos
de
duración
y
estilo,
sacrificando
parte
de
su
esencia.
Hoy,
la
industria
está
dominada
por
algoritmos
y
formatos
pensados
para
la
inmediatez.
Eso
afecta
la
forma
en
la
que
se
escriben
las
canciones
y
penaliza
la
construcción
de
relatos
largos,
que
es
lo
que
más
me
interesa.
Sin
embargo,
también
creo
que
hay
un
público
que
sigue
buscando
canciones
que
cuenten
historias,
que
interpelen
y
emocionen
más
allá
de
lo
inmediato.
Lo
que
me
ha
dado
esa
libertad
es
el
poder
de
decidir
el
rumbo
de
mi
música
y
no
estar
atado
a
las
presiones
del
mercado.
Por
supuesto,
eso
tiene
un
costo,
porque
la
visibilidad
en
medios
masivos
es
más
difícil
de
conseguir,
pero
creo
que
al
final,
los
que
siguen
mi
música
lo
hacen
por
lo
que
soy
y
no
por
lo
que
el
algoritmo
dicte.
—En
los
últimos
años
se
ha
visto
una
segmentación
ideológica
en
la
juventud.
Has
dicho
que
el
futuro
de
la
canción
de
autor
viene
con
nombre
de
mujer.
¿Creés
que
esto
se
refleja
en
la
música
actual?
—Sí,
y
es
algo
que
me
interesa
mucho.
La
canción
de
autor
siempre
ha
tratado
de
construir
un
relato
generacional,
y
ahora
ese
relato
está
siendo
escrito
en
su
mayoría
por
mujeres.
La
música
urbana
tiende
al
individualismo,
al
“me
lo
gané
solo”,
mientras
que
la
canción
de
autor
habla
del
“nosotros”,
de
lo
colectivo.
Artistas
como
Rozalén
están
redefiniendo
la
narrativa
con
letras
que
empoderan
y
cuestionan
viejos
paradigmas.
Me
emociona
ver
cómo
nuevas
voces
toman
la
posta
y
continúan
explorando
la
capacidad
de
la
música
para
narrar
nuestra
historia.
Es
un
cambio
radical
en
la
forma
en
la
que
entendemos
la
música
y
el
papel
de
la
mujer
dentro
de
ella.
La
frescura
y
la
innovación
de
las
artistas
femeninas
están
dando
forma
a
una
nueva
era,
y
eso
es
algo
que
celebramos
todos
los
que
amamos
la
música.
—Muchos
artistas
urbanos
parecen
seguir
un
mismo
molde
en
lo
visual
y
temático.
¿Te
preocupa
esta
homogeneización?
—Es
parte
de
la
estética
de
lo
urbano,
donde
la
competencia
es
clave.
El
flow
y
la
lucha
por
destacar
generan
una
uniformidad
paradójica.
Lo
curioso
es
que,
en
vez
de
promover
la
diversidad,
se
terminan
pareciendo
entre
ellos.
Lo
mismo
pasa
con
las
canciones:
se
escriben
pensando
en
cómo
encajar
en
el
algoritmo,
en
qué
colaboraciones
pueden
darles
mayor
alcance.
En
ese
sentido,
la
canción
de
autor
tiene
una
libertad
distinta,
porque
no
persigue
necesariamente
la
inmediatez
del
éxito
instantáneo.
La
búsqueda
de
originalidad
y
de
narrar
algo
más
personal
hace
que
la
canción
de
autor
sea
más
arriesgada,
pero
también
más
valiosa,
sobre
todo
en
tiempos
en
los
que
lo
superficial
yefímero
parece
estar
dominando
el
panorama
musical.
—¿Cómo
te
hace
sentir
ese
reencuentro
con
el
público
argentino,
sobre
todo
considerando
que
harás
varios
shows
a
lo
largo
de
todo
el
país?
—Es
siempre
una
alegría
y
una
responsabilidad.
El
público
argentino
es
exigente
y
apasionado.
Cada
show
aquí
es
un
déjà
vu
cargado
de
emociones,
recuerdos
y
nuevas
historias
por
contar.
Este
concierto
será
especial
porque
cerrará
un
capítulo
importante
en
mi
carrera,
y
quiero
que
sea
una
celebración
de
la
música
y
del
vínculo
que
nos
une.
La
energía
del
público
argentino
es
única,
y
siempre
me
deja
con
ganas
de
seguir
tocando
y
compartiendo.
Además,
tocar
aquí
en
Buenos
Aires,
le
da
un
toque
aún
más
emotivo,
porque
es
una
ciudad
que
ha
sido
testigo
de
tantas
etapas
de
mi
vida
y
mi
carrera.
Esta
vez,
al
regresar
con
un
repertorio
renovado,
una
orquesta
sinfónica
y
una
conexión
más
profunda
con
el
público,
siento
que
mi
música
está
más
madura,
más
completa.
Es
como
si
la
historia
de
mi
carrera
se
completará
en
ese
escenario,
pero
a
la
vez
se
abriera
un
nuevo
ciclo
lleno
de
posibilidades.
Además,
he
experimentado
un
crecimiento
personal
en
todos
estos
años,
y
quiero
compartirlo
con
todos
aquellos
que
han
estado
allí
desde
el
principio
y
con
los
nuevos
que
se
sumen
a
esta
experiencia.