
Nestór
Mazzini
termina
la
trilogía
Autoengaño
contando
un
final,
uno
posible,
cotidiano,
demoledor
en
La
mujer
del
río,
la
película
por
la
que
César
Troncoso,
hoy
reconocible
de
inmediato
por
su
Favalli
en
El
Eternauta
y
Andrea
Carballo
ganaron
el
premio
de
actuación
en
la
Competencia
Argentina
de
la
última
edición
de
Bafici.
Troncoso,
un
hombre
con
años
de
historias,
un
uruguayo
que
ha
sabido
dejar
su
marca
en
el
cine
local
deja
en
claro
a
la
hora
de
los
años
que
llevó
la
mentada
trilogía
que
va
mostrando
la
progresiva
destrucción
de
una
familia
por
una
violencia
que
no
frena
ni
el
sistema
judicial
ni
nadie:
“Hay
un
esfuerzo
muy
fuerte,
independiente,
comprometido
y
lo
que
uno
busca
en
definitiva
es
que
después
de
lo
trabajado
la
película
sea
vista”.
—¿Qué
significó
para
ustedes,
Andrea
Carballo
y
vos,
el
Premio
que
ganaron
en
Bafici
por
“La
mujer
del
río”?
—Recibir
un
premio
siempre
es
muy
halagador,
muy
agradable,
porque
uno
trabaja
siempre
con
la
mayor
de
las
energías,
tratando
de
responder
a
los
requerimientos
del
director
y
a
las
necesidades
de
la
película
que
lleva
adelante.
Entonces,
recibir
un
premio
es
muy
halagador,
y
es
una
marca
de
que
hiciste
las
cosas
de
la
manera
correcta.
En
el
caso
de
la
trilogía,
de
La
mujer
del
río,
la
tercera
y
última
película,
además
del
halago
está
el
broche
de
oro
a
un
trabajo
que
duró
ocho
años,
al
que
ambos
nos
comprometimos.
Cierra
el
trabajo
que
hicimos
como
actores,
y
el
trabajo
que
hizo
todo
el
equipo.
Es
un
muy
lindo
impulso
para
la
trilogía,
para
La
mujer
del
río
en
particular,
y
para
que
la
película
sea
vista,
sea
considerada,
atendida,
como
merece.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Qué
implica
este
proyecto,
su
duración
en
el
tiempo,
el
hecho
de
que
se
haya
podido
llevar
a
cabo,
a
nivel
personal
y
profesional
para
vos?
—Nunca
estuve
embarcado
en
un
proyecto
de
este
porte.
Hice
siete
meses
de
trabajo
en
El
Eternauta,
trabajé
nueve
meses
en
una
novela
en
Brasil.
Pero
un
proyecto
como
este
me
genera
un
compromiso
muy
grande.
Es
un
proyecto
de
ocho
años.
Yo
vi
crecer
a
Matilde,
la
niña
que
hace
de
nuestra
hija:
empezó
con
4
años
y
terminó
teniendo
12.
Hay
un
compromiso
personal
con
Paulina
Zoboli,
con
Néstor
Mazzini,
y
hay
una
aproximación
al
personaje
que
va
sumando.
Cuando
hice
la
primera
película,
36
horas,
no
sabía
dónde
iba
a
terminar
el
personaje
de
Pedro.
Son
cosas
que
se
fueron
sumando,
que
fueron
apareciendo,
que
fuimos
naturalizando.
Pusimos
cada
vez
más
organicidad
en
los
personajes.
Yo
creo
que
la
tercera
película
es
la
mejor.
Es
motivo
de
orgullo
la
trilogía:
por
cómo
la
hicimos,
por
cómo
se
vio,
por
las
condiciones
de
trabajo,
por
lo
difícil
que
era
posicionarla.
Ganó
el
Premio
de
la
Crítica
en
Bafici,
premios
de
actuación
Andrea
y
yo.
Me
da
mucha
tranquilidad
haber
llegado
adonde
llegamos.
—La
saga
termina
siendo,
la
trilogía,
algo
urgente
que
no
ha
perdido
ni
una
pizca
de
valor.
¿Cómo
trabajaron
a
lo
largo
del
tiempo?
—Es
increíble
que
las
películas
no
hayan
perdido
su
valor.
Estamos
metidos,
el
individuo
digo,
en
un
viaje
muy
enloquecedor,
que
sin
darnos
cuenta
nos
lleva
a
territorios
bastante
oscuros
y
terribles.
Lo
que
se
ve
en
Pedro,
de
alguna
forma,
es
a
una
persona
tomada
por
su
tiempo,
con
un
destino
trágico,
pero
construido
desde
lo
que
una
sociedad
compleja,
poco
solidaria,
poco
atenta
a
los
individuos,
va
generando.
Uno
hubiera
querido
que
después
de
ocho
años
la
primera
película
no
tuviera
sentido,
pero
tiene
más
que
nunca.
Las
historietas
y
los
nuevos
caminos
J.M.D.
—¿Qué
representa
para
vos
ser
parte
de
una
saga
como
“El
Eternauta”
y
con
un
personaje
tan
icónico?
—Trabajar
en
la
serie
es
un
increíble
motivo
de
orgullo.
Todavía
estoy
cayendo,
día
a
día
caigo
en
el
trabajo
que
hicimos.
En
la
importancia
que
tiene
volver
a
contar
esta
historieta
de
Oesterheld
y
de
Solano
López.
Para
mí
es
además
un
motivo
personal.
Siento
que
mi
participación
en
El
Eternauta
es
bastante
natural,
bastante
justa.
Me
pasé
los
años
80
leyendo
historietas
argentinas,
en
la
revista
Fierro.
Ellos
sacaban
unos
libros
y
uno
de
ellos
está
completamente
dedicado
a
Héctor
Germán
Oesterheld.
Después
me
compré
un
librito
del
Sgto.
Kirk,
de
Ernie
Pike,
el
del
Che.
Antes
de
que
existiera
esa
posibilidad,
era
como
el
fin
del
camino
que
venía
haciendo:
hacer
El
Eternauta.
Trabajar
con
Stagnaro,
con
Ricardo,
con
KyS,
con
Netflix
como
plataforma…
Todo
es
motivo
de
orgullo
absoluto.
Ahora
estoy
esperando
que
el
resultado
sea
visto
por
los
espectadores.
—¿Hay
algo
que
hayas
descubierto
de
“El
Eternauta”
al
filmarla?
—Lo
que
descubrí
es
que
ese
slogan,
“Nadie
se
salva
solo”,
le
cae
muy
bien
a
esta
historia
de
invasión
y
de
sobrevivientes.
Es
la
historia
de
todos,
y
es
la
historia
de
la
serie.
Cuando
pensás
en
cómo
se
hizo
la
serie,
el
“nadie
se
salva
solo”
apareció.
El
trabajo,
la
calidad,
es
el
resultado
de
cada
uno
de
los
tipos
que
participó
en
los
diferentes
roles.
Desde
el
tipo
que
hizo
postproducción
con
tecnología
de
punta
hasta
el
que
vaciaba
la
bolsa
de
sal
en
el
piso
para
crear
la
nieve.
Lo
que
sí
reafirmé
es
el
“nadie
se
salva
solo”,
y
que
yo
ya
sabía
respecto
del
audiovisual,
donde
todos
los
roles
son
necesarios.