Un ‘te amo’ agarrado como Chaskiboom

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Una
noche
me
llama
mi
mamá
para
decirme
que
mi
hermano
no
duerme,
que
lo
sueña
muerto
y
vivo,
que
lo
sueña
todas
las
noches,
que
mi
hermano
no
tiene
descanso.
Me
levanto,
voy
al
cielo,
es
bien
negro,
busco
en
las
estrellas
algún
sentido
que
me
sirva
de
fe
o
destino,
nada,
vuelvo
al
cielo,
es
bien
negro,
invento
un
interrogatorio
que
le

algún
sentido
a
la
fe
o
al
destino,
nada.
¿Por
qué
los
jóvenes
mueren?
¿Por
qué
las
canciones
no
nos
devuelven
a
los
muertos?
¿Qué
hacer
para
que
un
amigo
vuelva?

Le
envío
un
mensaje
a
mi
hermano
preguntando
por
un
lugar,
una
pasión
y
una
hora.

Vos,
Leo
¿en
qué
crees?

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

En
mi
amigo.

El
proceso
creativo
de
“Ojos
látigo”
fue
una
introducción
a
la
vida;
sin
darnos
cuenta,
creamos
una
obra
que
habla
de
la
existencia
desde
el
primer
instante.
Al
comenzar
a
escribirla
en
marzo
de
2023,
inicialmente
enfoqué
la
historia
en
una
madre
que
pierde
a
su
hijo,
intentando
indagar
en
el
dolor
y
cómo
la
ficción
podría
otorgarle
belleza
y
paisaje.
Sin
embargo,
me
resultó
imposible
abordar
el
tema
desde
esa
perspectiva.
Después
de
varios
intentos
fallidos,
comprendí
que
hay
historias
que
pertenecen
a
pocas
personas,
y
que
no
debía
contar
nada
desde
ese
lugar.
Así,
llegué
a
una
segunda
versión
que
me
permitió
explorar
la
ficción
desde
otro
ángulo:
la
amistad.

Me
interesa
trabajar
con
lo
que
queda
en
el
duelo,
con
aquellos
que
siguen,
con
sus
días,
especialmente
en
los
cuerpos
masculinos
que
narran
esta
historia.
El
sentimiento,
la
partida,
la
amistad,
la
hermandad
y
el
duelo
en
un
hombre.
Reflexionar
sobre
el
varón
educado
a
no
llorar,
a
ser
un
bastión
de
rudeza
inquebrantable,
y
sobre
aquellos
varones
más
contemporáneos,
con
una
sensibilidad
que
les
permite
llorar,
abrazar
y
compartir
el
dolor.

Mucho
de
lo
que
sucedió
en
los
ensayos
me
conmovió,
especialmente
el
territorio
afectivo
que
se
manifestó
en
los
cuatro
cuerpos
de
los
actores.
Sus
proximidades
estaban
en
zonas
vitales,
limpias
e
inocentes,
y
en
esa
conexión
siempre
vi
música,
la
musicalidad
del
estar
con
otros.
Descubrí
que
cantarles
a
nuestros
muertos
es
una
forma
de
estar
con
ellos.
Dedicarles
canciones,
sin
importar
si
se
cantan
bien
o
mal,
es
transformar
el
dolor
y
la
ausencia
en
una
melodía,
como
se
canta
el
“Ave
María”
en
un
velatorio,
como
cualquier
plegaria,
o
la
palabra
a
punto
de
quebrarse
en
una
despedida.
Usar
la
voz
para
reafirmar
la
presencia
de
lo
vivido
es
urgente
y
necesario.

No
busco
actuaciones
limpias
o
técnicas
perfectas;
me
interesa
escuchar
y
sentir
que
estoy
con
personas
que
aman
intensamente
a
quienes
tienen
a
su
lado.
Voy
en
busca
de
ese
sentimiento
real.
En
ese
permiso
vital,
ese
tesoro
de
la
vida,
la
persona
que
ama,
sonríe,
grita
y
canta
a
quien
quiere,
muchas
veces
con
un
grito
que
resuena,
porque
quienes
más
sufrieron,
quienes
tuvieron
vidas
marcadas
por
el
dolor,
han
tenido
que
esforzarse
por
ser
escuchados.
Ese
“te
amo”,
crudo
y
rasposo,
es
lo
que
muchas
personas
anhelan
volver
a
escuchar
en
las
noches.
Quien
supo
despertar
a
los
gallos
con
su
amor
supo
hablarle
al
mundo
entero.
Así,
esta
obra
se
convierte
en
un
homenaje
a
la
voz
de
quienes
han
hablado
desde
el
corazón,
sin
tapujos
y
sin
esperar
nada
a
cambio.

Cuando
uno
pierde
a
un
amigo,
pierde
la
mitad
de
las
canciones
de
su
vida,
porque
de
alguna
manera,
hay
cosas
que
nacieron
para
ser
mitades.
Esta
obra
es
una
mitad,
la
mitad
de
lo
que
queda,
la
mitad
el
cielo,
la
mitad
del
amor,
la
mitad
de
la
calle,
la
mitad
de
la
remera,
la
mitad
de
un
estribillo,
la
mitad
del
DNI,
la
mitad
de
un
banco,
la
mitad
del
nombre.
Lo
que

hay
que
decir,
que
esta
mitad
está
llena
de
vida
y
presencia.

“Ojos
látigo”
está
dedicada
a
mi
hermano
Leonel
Coronel,
quien
en
2023
perdió
a
su
mejor
amigo.

*Dramaturga,
directora
escénica,
docente,
actriz
y
productora.
“Ojos
látigo”
tiene
lugar
los
domingos,
en
El
Extranjero:
Valentín
Gómez
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