Pensamientos, posturas y recordatorios

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Teníamos
muchísimas
ganas
de
volver
a
trabajar
juntos
con
Cecilia
Chiarandini
después
de
la
preciosa
experiencia
que
tuvimos
con
Alezzo
y
Dominichi
en
Lo
que
no
fue
de
Noel
Coward.

Ceci
encontró
y
tradujo
está
obra
de
Stephen
Belber,
prolífico
autor
norteamericano,
que
había
tenido
sus
estrenos
con
gran
repercusión
en
Broadway
y
Londres.
Me
la
acercó
con
entusiasmo
para
que
la
hiciéramos
juntos
y
cuando
la
leí
coincidimos
plenamente
en
que
era
el
material
que
estábamos
buscando,
era
para
nosotros,
la
estructura
de
la
historia,
de
los
personajes
y
de
la
relación
de
ambos,
era
aquello
que
habíamos
esperado
encontrar
después
de
leer
muchos
materiales,
la
mayoría
traducidos
por
Cecilia.
Leímos
la
obra
muchas
veces
juntos
compartiendo
pensamientos,
posturas,
y
hasta
nuestros
recordatorios
personales:
ella
como
una
chica
de
Buenos
Aires
que
en
su
adolescencia
había
en
la
playa
argentina
y
yo
con
la
historia
de
mi
infancia
y
adolescencia
en
el
campo
y
el
mar,
y
que
luego
a
partir
de
mis
diecisiete
años
en
Buenos
Aires,
al
igual
que
ella
y
sin
conocernos
todavía,
comenzábamos
una
sólida
formación
teatral
con
el
mismo
maestro,
Agustín
Alezzo,
con
ecompartiríamos
luego
décadas
de
trabajo.

Para
la
adaptación
nos
pareció
oportuno
alojar
la
historia
en
Miramar,
un
lugar
de
playa
precioso
cargado
de
imágenes,
de
sensorialidad
y
de
recuerdos
adolescentes
para
muchos.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

Luego
pensamos
que
era
un
material
para
que
lo
trabaje
una
directora
y
se
lo
propusimos
acertadamente
a
Merceditas
Elordi,
a
quien
afortunadamente
le
gustó
y
nos
dio
un
rotundo
sí.

De
esta
forma
comenzamos
un
proceso
certero
y
profundo
que
nos
lleva
con
felicidad
a
estrenar
Memoria
de
un
crepúsculo.
Está
historia
de
Magui
y
Juan
comienza
finales
de
la
niñez
y
principios
de
la
adolescencia,
es
un
disparador
para
nuestras
propias
historias
de
esas
épocas
donde
el
amor,
el
deseo,
la
incertidumbre
y
las
ganas
de
un
futuro
feliz
se
mezclan
despertando
una
revolución
en
nuestro
interior.

Fue
un
precioso
proceso,
que
ensayamos
en
Buenos
Aires
a
partir
de
octubre
del
año
pasado,
luego
en
enero
continuamos
en
Mar
del
Plata,
porque
nuestra
directora
y
yo
estaríamos
allí,
Cecilia
se
sumó
e
hicimos
un
proceso
intensivo
muy
productivo:
nosotros
dos
estudiábamos
letra
juntos
por
la
mañana
y
por
la
tarde
trabajamos
con
Merceditas
la
puesta.

Y
uno
de
esos
días
hicimos
las
fotos
del
espectáculo
en
la
playa
de
Chapadmalal,
en
un
fascinante
amanecer;
gran
experiencia
de
los
tres
junto
a
nuestro
escenógrafo
e
iluminador
Edgardo
Aguilar
y
una
fotógrafa
exquisita,
Laura
Elizabeth
Ibarborde.

El
gran
tema
de
nuestra
obra
es
la
posibilidad
de
tener
una
segunda
oportunidad.
¿Damos
esa
posibilidad,
tenemos
esa
posibilidad?
¿Qué
nos
sucede
con
las
contradicciones
de
la
propia
humanidad?

¿Qué
sucede
en
nosotros
con
la
memoria
de
lo
vivido
y
qué
hacemos
con
ello
en
nuestro
presente?
Tema
que
ha
atravesado

búsqueda
y
tránsito
artístico,
y
que
pronto
me
encuentra
como
director
también
montando
en
el
Teatro
San
Martín
la
obra
del
autor
español
Alberto
Conejero,
La
piedra
oscura,
texto
sobre
la
herencia,
la
memoria,
la
guerra
que
me
tiene
también
muy
entusiasmado,
porque
sumado
a
un
muy
buen
texto,
también
al
igual
que
en
Memoria
de
un
crepúsculo
trabajaré
con
un
equipo
de
excelencia.

Son
dos
propuestas
en
esta
primera
mitad
del
año,
una
como
actor
y
otra
como
director
que
me
tienen
muy
entusiasmado
y
son
grandes
desafíos
que
me
llenan
de
orgullo.

Y
se
suma
una
labor
intensa
de
formación
de
actores
y
un
montaje
en
España.
Esa
es
la
razón
por
la
que
trabajo
con
tantos
autores
españoles
aquí
y
allí,
como
Sanchis
Sinisterra,
Conejero,
Eva
Hibernia,
Albert
Tola.

*Actor
y
protagonista
junto
a
Cecilia
Chiarandini
la
obra
Memorias
del
crepúsculo,
del
norteamericano
Stephen
Belber,
dirigidos
por
Merceditas
Elordi.