
En
el
mundo
del
entretenimiento
hay
pocas
frases
tan
icónicas
como
“I’ll
be
back”.
Arnold
Schwarzenegger
la
inmortalizó
con
su
voz
grave
y
su
mirada
de
cyborg
en
Terminator,
y
si
bien
desde
entonces
la
ha
repetido
incontables
veces,
pocas
veces
tuvo
tanto
sentido
como
ahora.
En
2023,
Arnold
hizo
su
debut
televisivo
con
Fubar,
una
comedia
de
acción
que
tomó
el
ADN
de
True
Lies
y
lo
mezcló
con
el
ritmo
narrativo
de
las
series
contemporáneas.
Su
regreso
no
fue
un
gesto
nostálgico:
fue
una
declaración
de
principios.
Ahora,
con
el
estreno
de
su
segunda
temporada
en
Netflix,
Fubar
se
confirma
como
un
producto
diseñado
a
la
medida
de
Schwarzenegger,
y
al
mismo
tiempo
como
un
experimento
que
ensaya
qué
significa
envejecer
siendo
un
mito
de
acción.
En
una
carrera
atravesada
por
frases
que
marcaron
generaciones,
hay
una
que
parece
perseguir
–o
acompañar–
a
Arnold
Schwarzenegger
como
un
mantra:
“I’ll
be
back”.
Cuando
lo
dijo
en
Terminator,
lo
convirtió
en
emblema
de
una
era.
Y
cuando
lo
repitió
en
el
tráiler
de
la
segunda
temporada
de
Fubar,
su
debut
televisivo
como
protagonista,
no
fue
una
broma
interna
sino
una
verdad
irrefutable.
Schwarzenegger
ha
vuelto,
sí,
pero
no
solo
como
un
guiño
nostálgico
al
cine
de
acción
ochentoso.
Ha
vuelto
a
reformular
su
legado,
a
jugar
con
sus
propias
marcas
registradas
y
a
demostrar
que,
incluso
a
los
76
años,
la
jubilación
no
entra
en
su
vocabulario.
En
la
segunda
temporada
Fubar,
lo
hace
con
humor,
explosiones,
complicidades
familiares
y
el
añadido
de
una
actriz
que
también
conoce
bien
el
arte
de
las
sagas
icónicas:
Carrie-Anne
Moss.
ARNOLD
RECICLADO.
Desde
su
creación
por
parte
de
Nick
Santora
–guionista
de
Prison
Break
y
Reacher–,
Fubar
se
planteó
como
un
pastiche
afectuoso:
una
comedia
de
acción
con
corazón,
dinamismo
y
una
mirada
introspectiva
hacia
las
figuras
heroicas
que
Hollywood
creó
en
los
80.
En
su
primera
temporada,
estrenada
en
2023,
nos
presentaba
a
Luke
Brunner
(Schwarzenegger),
un
veterano
agente
de
la
CIA
a
punto
de
retirarse,
que
descubre
que
su
hija
Emma
(Monica
Barbaro)
también
es
espía
encubierta.
La
revelación
no
solo
desata
una
crisis
familiar
sino
una
nueva
operación
clandestina
que
obliga
al
padre
y
la
hija
a
trabajar
juntos,
mientras
tratan
de
recomponer
la
confianza
rota
entre
ellos.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
La
segunda
temporada,
recién
llegada
a
Netflix,
intensifica
ese
vínculo
y
lo
somete
a
nuevas
tensiones.
Luke,
Emma
y
el
resto
del
equipo
–interpretado
por
Travis
Van
Winkle,
Milan
Carter
y
Fortune
Feimster–
deben
convivir
en
una
casa
segura
luego
del
clímax
de
la
temporada
anterior.
La
amenaza
ahora
es
mucho
más
grande:
una
figura
criminal
planea
destruir
la
red
eléctrica
de
los
Estados
Unidos,
lo
que
dejaría
al
país
–y
al
mundo–
en
un
caos
sin
precedentes.
Pero,
como
si
esa
presión
no
fuera
suficiente,
deben
enfrentar
también
una
convivencia
diaria
plagada
de
roces,
diferencias
generacionales
y
secretos
no
resueltos.
“Cabin
fever
en
esteroides”,
lo
describió
Carter
en
entrevistas
promocionales.
La
novedad:
Carrie-Anne
Moss.
Una
de
las
mayores
novedades
de
esta
temporada
es
la
incorporación
de
Carrie-Anne
Moss
en
el
papel
de
Greta
Nelso,
una
exespía
de
la
Alemania
del
Este
con
quien
Luke
tuvo
un
romance
en
plena
Guerra
Fría.
Su
presencia
irrumpe
no
solo
en
la
trama
sino
en
la
psique
del
protagonista,
obligándolo
a
confrontar
lo
que
dejó
atrás.
“Siempre
quise
trabajar
con
Arnold,
y
cuando
me
dijeron
que
tendría
que
bailar
tango
con
él
y
luego
salvar
al
mundo,
supe
que
estaba
en
el
lugar
correcto”,
bromeó
Moss.
La
química
entre
ambos
en
pantalla
es
evidente,
y
se
alimenta
tanto
de
la
historia
compartida
de
sus
personajes
como
del
respeto
mutuo
que
ambos
actores
construyeron
fuera
de
cámara.
Una
de
las
escenas
más
comentadas
de
la
temporada
ocurre
en
el
segundo
episodio,
cuando
Luke
y
Greta
se
enfrentan
a
una
misión
encubierta
que
incluye
un
elaborado
tango
flamenco
en
medio
de
una
gala.
“Fue
uno
de
los
momentos
donde
más
nervioso
estuve”,
reconoció
Schwarzenegger.
“No
conocía
a
Carrie-Anne
antes
del
rodaje,
y
ese
tipo
de
escenas
exigen
confianza.
Así
que
ensayé
como
si
fuera
una
pelea
de
Conan”.
Para
Moss,
acostumbrada
a
las
coreografías
exigentes
de
Matrix,
fue
también
un
retorno
a
cierto
tipo
de
físico
teatral.
“Fue
como
actuar
con
el
cuerpo,
pero
desde
la
emoción.
Algo
que
rara
vez
me
había
pasado
en
la
acción
televisiva”,
explicó.
Monica
Barbaro,
quien
sorprendió
en
Top
Gun:
Maverick
y
se
consolidó
como
una
actriz
versátil,
aporta
una
dimensión
esencial
al
universo
de
Fubar.
Emma
Brunner,
su
personaje,
combina
la
frialdad
operativa
de
una
agente
entrenada
con
el
desconcierto
emocional
de
una
hija
que
intenta
entender
a
su
padre.
Esta
temporada,
además,
Barbaro
la
filmó
en
simultáneo
con
A
Complete
Unknown,
la
biopic
sobre
Bob
Dylan
protagonizada
por
Timothée
Chalamet.
En
ese
film,
Barbaro
encarna
a
Joan
Baez,
y
su
interpretación
le
valió
una
nominación
al
Oscar
como
Mejor
Actriz
de
Reparto.
“Fue
un
año
intenso,
pero
increíble”,
admitió.
“Pasé
de
pilotar
jets
a
espiar
con
Arnold
y
cantar
con
Timothée.
No
me
puedo
quejar”.
La
relación
entre
Emma
y
Luke
es
el
corazón
emocional
de
la
serie.
Aunque
la
trama
se
llena
de
gadgets,
persecuciones,
dobles
agentes
y
códigos
secretos,
lo
que
de
verdad
atrapa
es
la
dinámica
entre
padre
e
hija.
En
palabras
de
Schwarzenegger:
“No
se
trata
solo
de
salvar
el
mundo,
sino
de
salvar
la
relación.
Y
eso,
para
mí,
es
mucho
más
difícil
que
disparar
un
lanzallamas”.
SIEMPRE
VUELVE.
Desde
el
primer
episodio,
Fubar
juega
con
el
legado
de
Schwarzenegger.
Hay
frases
recicladas
–“I
told
you:
I’m
back”–,
coreografías
que
recuerdan
a
Commando
y
Total
Recall,
y
situaciones
absurdas
que
remiten
a
Kindergarten
Cop.
Pero
todo
esto
se
reconfigura
desde
una
mirada
que
acepta
la
edad
del
protagonista,
su
evolución
y
sus
límites.
“No
quiero
ser
un
Terminator
jubilado.
Quiero
ser
un
tipo
de
76
años
que
aún
tiene
algo
para
decir”,
explicó
el
actor.
Y
lo
dice,
no
solo
con
puñetazos
y
tiros,
sino
con
momentos
de
ternura
y
hasta
vulnerabilidad.
Luke
no
es
invencible:
duda,
se
equivoca,
y
sobre
todo,
quiere
reparar
lo
que
rompió.
Nick
Santora,
creador
de
la
serie,
lo
resume
mejor:
“Escribí
esto
para
Arnold,
pero
no
como
una
carta
de
amor
al
pasado,
sino
como
una
oportunidad
de
expandir
su
repertorio.
Todos
conocemos
al
héroe;
queríamos
conocer
al
hombre”.
Y
lo
logran,
al
menos
en
los
mejores
episodios.
Porque
si
bien
hay
críticas
–la
subtrama
romántica
entre
Luke,
Greta
y
Tally
(Fabiana
Udenio)
no
siempre
convence,
y
algunos
chistes
pierden
timing–,
la
serie
encuentra
su
fuerza
cuando
se
apoya
en
lo
íntimo:
la
complicidad
entre
Luke
y
Emma,
las
tensiones
internas
del
equipo,
la
melancolía
de
los
que
han
visto
pasar
su
mejor
momento,
pero
aún
tienen
algo
más
que
ofrecer.
Milan
Carter,
cuyo
personaje
Barry
es
una
especie
de
ingeniero
social
con
obsesión
por
los
Lego,
lo
define
con
simpleza:
“Es
como
si
Los
Increíbles
se
cruzaran
con
24
y
Modern
Family.
Todos
están
rotos,
todos
quieren
salvar
algo,
y
nadie
sabe
cómo
se
hace
eso
sin
destruirlo
todo
en
el
intento”.
Fubar
no
es
solo
una
serie
sobre
espías.
Es
una
serie
sobre
volver.
Volver
a
conectar
con
una
hija.
Volver
a
confiar
en
un
equipo.
Volver
a
enamorarse,
quizás.
Y,
sobre
todo,
volver
a
ser
quien
uno
era,
aunque
ya
no
se
sea
el
mismo.
Para
Schwarzenegger,
este
regreso
a
la
acción
es
también
una
especie
de
renacimiento.
“Nunca
me
fui
del
todo.
Solo
estaba
esperando
el
guión
correcto”,
dijo.
Y
en
Fubar
encontró
algo
más
que
un
guión:
encontró
una
forma
de
reírse
de
sí
mismo,
de
rendir
homenaje
a
sus
propias
películas,
y
de
abrir
un
nuevo
capítulo
que
no
se
basa
en
la
nostalgia,
sino
en
la
reinvención.
En
una
industria
que
suele
descartar
rápido
a
sus
íconos,
Fubar
demuestra
que
todavía
hay
lugar
para
las
viejas
glorias,
siempre
y
cuando
sepan
reescribirse.
Y
Arnold,
como
siempre,
lo
hizo
a
su
manera:
con
músculo,
humor
y
corazón.
“La
acción
ya
no
es
correr
más
rápido
o
disparar
más
fuerte”,
dijo.
“La
verdadera
acción
es
enfrentar
lo
que
viene
con
una
sonrisa,
aunque
venga
con
una
bomba
de
tiempo
en
la
mochila”.
“I’ll
be
back”,
“Volveré”,
dijo
una
vez.
Y
volvió.
No
como
antes.
Mejor.