
Lo
importante
es
tratar
de
entender
qué
significa
Billy
Budd,
desde
el
punto
de
vista
de
la
historia
en
sí,
del
cuento
de
Melville,
de
la
razón
por
la
que
Benjamin
Britten
y
Eric
Foster
hacen
esta
versión
musical”,
dice
Marcelo
Lombardero,
el
director
artístico
de
la
Compañía
Nacional
de
Ópera
de
México
que
se
hará
cargo
de
la
reconstrucción
de
la
producción
histórico
de
la
pieza
que
generó
en
2013
junto
al
Teatro
Municipal
de
Chile
y
el
Teatro
Municipal
de
Río
de
Janeiro.
Cuando
Lombardero
habla,
la
ópera
se
vuelve
algo
vital
–¿cuándo
no
lo
es?–.
Vivo,
sorprendente.
Lombardero
es
un
rincón
de
la
cultura
donde
todo
siempre
late
a
nervio
inteligente
y,
volvemos,
vivo.
Sigue
marcando
la
importancia
de
la
pieza
que
ahora
debuta
en
el
Colón,
y
donde
se
hará
una
puesta
hasta
el
sábado
12
de
julio:
“Billy
Budd
responde
un
poco
a
las
obsesiones
del
propio
Britten
en
toda
su
obra
dramática,
en
donde
hay
una
insistencia
en
hablar
sobre
la
discriminación
del
distinto,
la
fuerza
represiva
sobre
el
diferente,
el
ejercicio
de
la
violencia
sobre
el
débil,
el
pacifismo.
Todos
tópicos
que
son
importantes
en
toda
la
obra
de
Britten,
desde
Peter
Grimes
hasta
sus
últimas
obras.
Hay
una
pieza
hiper
pacifista
de
un
oficial
que
se
niega
a
ir
a
la
guerra
que
se
llama
Owen
Wingrave,
una
ópera
televisiva.
En
esta
obra,
Billy
Budd,
es
bastante
interesante:
es
la
obra
más
acabada
de
Britten
en
términos
estéticos,
musicales
y
también
formales.
—¿Qué
crees
define
a
“Billy
Budd”?
—La
historia
de
Billy
Budd
es
una
parábola
biblica,
la
lucha
del
bien
contra
el
mal.
No
solamente
es
eso,
justamente
hay
un
chivo
expiatorio
que
se
hace
cargo
de
la
culpa
y
los
pecados
de
donde
vive.
En
este
caso,
es
un
barco,
un
barco
de
guerra,
donde
un
hombre
normal,
mediocre
como
todo
hombre,
imperfecto
como
todo
hombre,
tiene
que
hacer
cumplir
la
ley
sabiendo
que
esta
cometiendo
una
injusticia.
Esta
obra
habla
de
la
diferencia
entre
lo
que
es
legal
o
es
justo,
que
muchas
veces
no
es
lo
mismo.
Lo
legal
esta
hecho
por
hombres
mediocres
que
defienden
sus
intereses,
o
intereses
que
los
superan.
Es
una
ley
para
defender
ciertos
intereses,
en
este
caso
la
escribe
el
Rey
de
Inglaterra
y
una
capitán
de
barco
hace
cumplir.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—“Billy
Budd”
realmente
se
siente
que
habla
con
este
momento
del
mundo:
con
determinadas
persecuciones,
con
transformar
lo
legal
en
algo
cercano
a
la
injusticia
y
justificar
persecuciones.
—Por
eso
para
mí
era
importante
dejar
la
historia
donde
estaba.
No
trasladarla
a
ningún
lado,
no
traerla
hacía
nosotros.
No
tratar
de
explicar
desde
la
contemporaneidad
aquello
que
sí
habla
es
universal.
Justamente,
dejarla
en
un
buque
de
guerra
en
los
albores
de
la
Revolución
Francesa,
en
la
época
de
los
motines.
La
idea
de
que
ese
barco
no
es
un
solo
de
guerra,
si
no
que
los
marinos
han
sido
reclutados
a
la
fuerza,
y
que
para
mantener
el
ordén
alí
hace
falta
un
poder
de
represión
muy
grande,
el
poder
de
polícia
obviamente.
Es
un
poder
que
reprime
la
sedición
o
intento
de
mejora
de
vida.
Los
franceses
acá
son
los
enemigos,
y
ellos
han
derrocado
a
un
rey.
El
hacer
cumplir
la
legalidad
enciende
la
chispa
que
tanto
desde
el
poder
querían
mitigar.
—¿Cómo
ves
a
Britten
y
su
obra
en
general?
—Lo
cierto
es
que
yo
siempre
consideré
a
Britten
un
compositor
moderno
y
un
compositor
de
ópera,
que
es
un
espéctaculo
burgues.
Es
un
error
pensar
que
la
ópera
es
un
espectáculo
popular,
la
ópera
no
la
hace
el
pueblo.
Es
la
confusión
entre
lo
masivo
y
lo
popular
¿no?
No
todo
lo
masivo
es
popular
ni
todo
lo
popular
es
masivo.
Una
señora
cantando
una
copla
en
Jujuy
es
popular
pero
no
es
masivo.
Justamente,
Britten
lo
que
hace
con
su
música
y
su
construcción
dramático
musical
es
que
compone
ópera,
usa
las
cuestiones
del
género:
grandes
arias,
dúos,
tercetos.
La
forma
operística
pensada
en
la
belleza
del
canto.
Uno
puede
salir
cantando
melodías
de
esta
obra,
algo
que
en
autores
del
siglo
XX
es
más
complejo.