“El trap se comió a los demás géneros”

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La leyenda siempre dice lo mismo: “Desde Parque Rivadavia a ser seguido por millones”. Y es cierta. Ysy A tiene 22 años, y ha sido una pieza crucial, fundacional, en el trap argentino. En el género musical que domina por fuera de normas y de tics (sean de la industria, de los medios, del sistema comercial tal cual se lo concibe). Ysy A fue la piedra basal de El Quinto Escalón, el evento donde se daban las reuniones y competencias en Parque Rivadavia que generaron la aparición de nombres como Wos y Dtoke. El Quinto Escalón fue idea de Ysy A y fue también la génesis del hoy llamado El varón del Trap, Alejo Acosta, el mismo Ysy A. Con tan solo 22 años, y en compañía generacional de nombres como Duki, y con dos discos (Antezana y Hecho a mano), se ha convertido en un artista popular y representativo de todo lo que el trap grita: personalidad, autogestión, experiencias, independencia y rebeldía. Y, por supuesto, comunidad. Todo aquello que casi ningún otro género musical logra producir en este momento. Hoy, exactamente hoy, y a través de Ovni Press, la editorial que publica DC y Marvel en nuestro país, sale a la venta su primera historieta. Es decir, una historieta autobiográfica que cuenta su vida y que confirma a Ysy A cómo todo eso que sus redes sociales ya demuestran: un ícono, un foco artístico que nació en el freestyle y el trap y que ahora quiere dar otros pasos, sin soltar nunca su cariño y pasión por los ritmos urbanos que lo vieron nacer. Una anécdota de su infancia. ¿Cuándo descubrió Ysy esa potencia del género que hoy domina sin correas? Ysy A: “Ese click lo tuve porque venía haciendo música desde los 16 años, cuando produje el primer tour de trap, de San Martín de los Andes a la Ushuaia. Eran mis primeras canciones, fuimos con cuatro canciones a un tour nacional. Y al ver a la gente cantando, ahí entendí que esto quería hacer: mover a otra gente a hacer arte.”

—¿Qué representa para vos el trap como lugar desde donde empezar a contar otra cosas, ya sea en este cómic o tus versiones de tangos?

—Para mí el trap lo que tiene de increíble, por lo que yo siento que se comió a los demás géneros -además de que coincide con herramientas tecnológicas y formas de comunicación que le permitieron eso-, es la manera de hacer la música. Vos para hacer trap, con una computadora común y corriente te podes hacer la producción de la pista, lo podes grabar, lo podes subir a la plataforma y encima podes cobrar. Todo muy sencillo. ¿Viste que con géneros anteriores no se logró conseguir eso? Por una parte, el trap tiene eso a favor: lo fácil que es hacerlo. Cualquiera puede hacerlo con pocos recursos. Ojo, ahí tiene su contra: como cualquiera puede hacerlo, porque es fácil de hacer, hay muchas cosas raras y malas. Hay mucha música vaga. Música ”barat”. 

—¿Cómo vivís entonces los preconceptos con el trap que siguen existiendo más allá de su popularidad?

—Todo movimiento cultural y musical va a tener gente que no lo sepa entender. Yo siento que con el trap hay un pase de posta, de generación, que dejó añejo a los demás estilos, y se hizo muy global y universal. Entiendo que gente retrógrada, muy conectada a lo que pasaba antes, no se pueda conectar a la evolución. La evolución es así: la persona que se encarga de evolucionar siempre tuvo sus críticos, los otros se quieren quedar con algo viejo por comodidad. Y la evolución es muy tajante en ese caso: el mundo sigue yendo para adelante. Nosotros vivimos en un mundo que cada vez evoluciona más rápido. No hay tiempo para conceptos viejos.

—¿Qué representa para vos hoy lo que se armó con El Quinto Escalón, ese punto crucial para entender lo que hoy es popular en nuestra música?

—El Quinto representa algo muy grande y muy lindo. Fue el puntapié para que todo esto pasara. Si no hubiera existido, no existiría este movimiento que hay en Argentina respecto a nosotros y del trap. Le dio una oportunidad a muchos pibes, desde la nada, de hacer conocer su arte y su talento. Creo que fue una medida muy justa, y decidí en el mejor momento que se termine. Ahí le dimos vida, en mi género, a un nuevo momento de lo que hacíamos. En El Quinto siempre fue un crecimiento paulatino y constante. Arranqué a los 13 años con eso y no imaginaba que todo esto iba a pasar. No hubo un punto de quiebre.

—Estás lanzando un cómic autobiográfico, nuevo y excepcional como idea. Aparece algo fascinante: ustedes como celebridades coleccionables (algo que ya se veía en cualquier producto, sea ropa o accesorios, que sacaban a la venta y como se agotaba de inmediato). ¿Cómo vivís esa faceta más asociada a ser una marca y también un artista?

—El cómic es completamente autobiográfico. No cuento nada ficticio. Soy un pibe de carne y hueso haciendo historias en las calles de mi ciudad. Busco motivar a los pibes de 13 años, porque arranca con un Alejo de 13 años, para que entiendan que si le ponen huevo a su sueño pueden llegar lejos, mucho más de lo que creías. Es trabajar y trabajar, eh, es esforzarse mucho. Yo no estoy ni en un tercio de lo que quiero lograr. Hasta que no vea un estadio lleno no paro. 

—¿Hacía donde va el trap en este momento?

—Yo tengo un compromiso muy grande con la música popular argentina. Yo elijo hacer trap. Es una elección. Pero se viene algo con la música popular. Son momentos. Antes era el freestyle, hicimos trap, y todo fue sincero. Todavía no tengo el sonido de esta música. Pero sí se que va a ser más argentina de lo que se viene escuchando. Hoy es un híbrido de sonidos de afuera, y siento que habrá más arraigo, más música argentina, en nuestra producción. 

—¿Te impresionó la repercusión con millones de seguidores que lograste y que ha logrado el género?

—Siempre me sorprendo, pero siempre estoy mirando más adelante. Falta mucho camino todavía, y me pasan cosas muy lindas. Siempre estoy con la ansiedad de que mañana puede pasar algo más grande. Fue una locura: nosotros sumamos de uno, de mil, de un millón. Somos pibes comunes y corrientes. Es una locura. 

—Ahí aparece una de sus fortaleza: la autogestión, darle la espalda a las grandes compañias musicales.

—Eso viene de la mano con lo digital. Y es parte de lo que tumbó a la disqueras. Antes, sin tener Internet, sin voz propia pública, estabas atado a que venga un forro de estos y te firme y que se quede con toda tu carrera. Y que vos te quedes con migajas. Hoy por hoy se nos dio la era moderna que nos tocó. Con un celular y una computadora podes hacer un imperio hoy. A raíz de eso, claro, existe una sobreinformación donde resulta difícil hacerte ver. Pero las reglas están ahí para todos como también los recursos.   
 

LOS CAMBIOS DEL ARTISTA

—¿Qué te interesa como artista y que queres contar de aquí en adelante?

—Quiero contar mis historias. Quiero transpolar a la rima lo que estoy viviendo, de la forma más linda y poética que encuentre. No hablar de temas populares para que pegue. Como si fuese un álbum de fotos, siempre trato de transmitir con un toque argentino y porteño -eso lo defiendo siempre a muerte, nada de neutro-. Busco representar el lugar del que soy y no traicionarme. 

—¿Qué define entonces en tu canon que es buen trap y que es trap “barat”, como vos decís?

—Yo me enamore de más chico del rap y el hip hop, y el trap lo veo como una evolución musical más que nada del rap. Lo veo, bah, es así, como una evolución del ritmo del rap. Lo que a mi me interesa es que la letra me cuente algo interesante y que yo compre lo que estoy escuchando. No escuchar algo que decís ”nah, esto que esta diciendo este loco no se lo creo”. Ahí lo “barat”. Cuando lo que dice no condice con lo que transmite. No podría ver a un pibito todo cheto, por darte un ejemplo, que vivió en un country saliendo a hacer canciones de que es pesado, que tiene armas y que es un nigga. Entonces, yo siento que tiene que coincidir el mensaje, con la energía del artista. De ahí en más, lo que también busco es que tenga cierta complejidad, a veces más grande, más leve, pero que no sea algo banal. Hoy por hoy hay tanto dando vueltas que sentís que no busco hacer algo lindo, que ni se esforzaron en hacer una obra.