Sin poder transitar las rutas argentinas, nuestros amigos pasan a ser nuestros ojos, y ellos, los locales, nos transmiten sus vivencias en cada uno de los pesqueros a los que tienen acceso. En este caso, nos subimos a los botes con Maximiliano Lazarte, Horacio Prieto y su hijo Bautista, quienes nos llevan a dar una vuelta a este pintoresco espejo enclavado a orillas de las sierras balcarceñas, la más linda para muchos que la conocemos, hablamos de laguna La Brava.
El nombre de la laguna proviene de los antiguos pobladores de la zona, los indios puelches y serranos, entre otros, que tras la misión evangelizadora del padre Tomás Falkner, en 1750, recogen información y establecen que hay un lugar donde “los arroyos y riachos que bajan de los cerros desaguan en lagunas, y hay una que tiene forma ovalada y alcanza de un cerro a otro y, cuando sopla el temporal, se pone muy agitada”. Nada más cerca de la realidad, aquella apreciación de hace más de 250 años atrás, hablando de este espejo de agua de los pagos del quíntuple campeón del mundo de Fórmula 1, el mítico Juan Manuel Fangio.
Estar a orillas de ese ámbito es impagable. Una lengua de agua entre imponentes sierras y un verde campo que no es frecuente ver en las lagunas bonaerenses. Dos grandes prestadores de servicios se destacan en sus costas: Ruca Lauquen, al que ubicamos en el kilómetro 35 de la ruta nacional 226, y el Club de Pesca, sobre el kilómetro 39,5. A este último visitaron nuestros amigos, donde bajaron sus embarcaciones tras reservar el turno correspondiente. Se permiten dos pescadores por bote, con un máximo de 20 por día, en estos tiempos de distanciamiento social, donde se debe respetar un estricto protocolo en una actividad que se puede realizar de lunes a lunes. La salida se produce en forma controlada, de a una embarcación por vez, minimizando el contacto entre los pescadores.
Una suave brisa que agitaba lo justo y necesario, las aguas, acompañó la salida de los pescadores balcarceños. Usar técnicas distintas, es una buena estrategia, para poder encontrar donde está picando el pejerrey, más en una laguna tan complicada como esta, donde parece que los pejerreyes “saben leer y escribir”, y la técnica empleada un día con buenos resultados, a la otra entrega nulos piques. Usaron líneas con tres anzuelos, ya sea paternóster, chiripa, trampa o de tres boyas, en este caso trabajando entre 1,8m. y 2,5m. El paternóster trabaja con su boya parada, hundida casi la mitad, con una fina calibrada con municiones. Si el pejerrey toma la carnada, y nada hacia arriba, la boya se acuesta; en cambio, si es a la inversa, la hunde casi sin resistencia alguna.
El famoso chiripa se usa con una boya-puntero que nos permite lanzar lejos, y pescar de forma muy sensible, ya que con la panza del nylon manejamos la profundidad donde trabajara la línea y le damos movilidad a la carnada. Como diría nuestro amigo Juan Martín Berríos, hay que dejarlo comer, y no apurarse. La mojarra viva y el filet de dientudo se llevaron las palmas entre las carnadas rendidoras en esta salida, donde había que moverse tras las capturas de dos o tres piezas por caña. La cuota es de 15 ejemplares, a la que quedaron muy cerca nuestros amigos, tras cinco paradas, en distintos puntos clave de la laguna. Para destacar, el joven Bautista, que asoma como gran pescador, y no dio ventajas a sus mayores en ningún momento.
Una importante mortandad la dejó muy golpeada en febrero de 2018, pero el incesante trabajo de la comisión directiva del Club de Pesca Balcarce, en menos de lo esperado, volvió a ponerla de pie y con un promisorio futuro. Se la sembró constantemente de huevas, alevinos y juveniles, dando hoy sus frutos, con una pesca de piezas que van de la medida hasta poco más de 30 cm, aunque se meten, cada tanto, algunas sorpresas, que debemos pensar, han quedado de la vieja población. La más linda promete volver a ser lo que fue hace poco, agendala para el post pandemia.
Agradecimiento a Maximiliano Lazarte, Hugo y Bautista Prieto.