Kevin-Prince Boateng jamás imaginó que iba a jugar para el Barcelona. Cuando su agente lo llamó para avisarle que había una propuesta de un club catalán, el ghanés pensó que se trataba del Espanyol. Venía de romperla en el Sassuolo, en la temporada 2018/2019. Por entonces, el equipo dirigido por Ernesto Valverde necesitaba un centrodelantero confiable que fuera suplente del uruguayo Luis Suárez.
Boateng se convirtió en el primer futbolista de Ghana en firmar contrato con Barcelona. Llegó al Camp Nou el 8 de enero de 2019 a préstamo con una opción de compra de 8 millones de euros. Apenas estuvo hasta junio y solo disputó dos partidos oficiales. Sin embargo, recuerda con alegría y orgullo su paso por el Culé. En una reciente entrevista explicó qué se siente entrenar al lado de Lionel Messi.
“Fue estupendo jugar con Messi. Siempre dije que Cristiano era el mejor, pero Leo es otra cosa, algo nada normal, en absoluto. Entrenando a su lado llegué a pensar que yo era muy malo, que tenía que dejar el fútbol”, dijo en una reciente entrevista con DAZN el actual futbolista del Monza, de la Serie B italiana.
Es válido aclarar que Boateng es un futbolista que tenía una destacada trayectoria en el fútbol europeo al momento de firmar con Barcelona. No es el caso de un futbolista de menor nivel deslumbrado ante la chance única de codearse con estrellas. Había jugado en Italia, Inglaterra, España, Alemania y Turquía.
“Cuando me dijeron que iba a jugar en Barcelona pensé que iba al Espanyol, no me creía que me hubiera llamado el Barcelona”, contó.
A Boateng se lo considera uno de esos futbolistas que ha desaprovechado su talento. Pudo haber dado más, pero su conducta fuera del campo le impidió alcanzar la cima: “Cambiaría esa parte de mi pasado. Muchas veces me he confiado solo a mi talento y, con el talento que tengo, sin ser arrogante, podría haber hecho mucho más. Incluso si todavía tuviera una buena carrera”.
Un ejemplo de ello fue su paso por el Tottenham Hotspur, equipo de la Premier League en el que jugó durante tres temporadas. Nunca se consolidó como titular. Admite que sus motivaciones no estaban en el terreno de juego. Llegó a comprarse tres autos de lujo en una semana: “Detrás había mucho dolor. Estaba tratando de comprar la felicidad. No estaba contento, no jugaba, no estaba bien y buscaba otra cosa”.
Hoy, a los 33 años, es un referente del vestuario del Monza, equipo al que arribó tras un breve paso por Besiktas de Turquía: “En Monza respeto a mis compañeros y ellos me respetan. Aporto experiencia y eso les ayuda a crecer. Tener campeones en el vestuario me ayudó también cuando era niño”,
AM
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