La noticia del suicidio de aquella joven en Córdoba, la semana pasada, me llegó a través de un video como a tantos otros colegas y personas que usan WhatsApp, mucho antes de que algunos medios decidieran difundirla oficialmente. Le solicité a quien me envió el video que ya no lo enviara a otros, que no contribuyera a viralizar ese hecho tan doloroso, dado que inevitablemente podría generarse un efecto dominó en quienes estuvieran deprimidos, o se encontraran pasando por una profunda crisis. Esa persona entendió y me dijo: “Es necesario nos eduquen más al respecto”. Se sintió mal, me manifestó que estaba “en falta con el mundo”. “Es un tema que concierne a muchos”, respondí y allí finalizó el intercambio.
Inmediatamente, días después, me enteré sobre un hecho de las mismas características que sucedió a muy pocos kilómetros del anterior. Y allí es cuando surgió en mí nuevamente la pregunta: ¿Qué hacemos los periodistas o más bien qué hacen los medios para evitar que esto suceda? Muy probablemente no sea casualidad, sino causalidad como siempre sostuve ¿Cuáles son los motivos por los cuales no podemos informar a tiempo sobre porqué es bueno difundir ciertas cosas y porqué a otras es preferible abordarlas de diferente manera, sin los detalles escabrosos?
Tal como lo expresa el documento “Suicidio. Comunicación, Infancia y Adolescencia”, publicado en forma conjunta por la Red Argentina de Periodismo Científico y UNICEF Argentina, “el suicidio es un problema de salud pública, y los medios de comunicación masiva juegan un rol clave tanto para la prevención como para influir en que ocurran más casos. Uno de los factores que pueden llevar a una persona vulnerable al suicidio es la publicidad sobre el tema en los medios de comunicación”.
Por otro lado, el documento deja en claro además, que “el buen trabajo de los periodistas es importante no sólo para la prevención sino también para la “posvención”, es decir, la atención a los familiares y amigos de la que persona que se suicidó. Sus familiares, sus maestros, y sus compañeros de la escuela pueden ser personas vulnerables y sentir culpa, y aumenta el riesgo de suicidio”.
Memoria y dolor
Tras conocer el caso de la joven que llevó a la reflexión a los medios que tienen la intención de ser serios y responsables socialmente, y de alejarse de las coberturas sensacionalistas, se disparó en mí una serie de memorias dolorosas vinculadas a jóvenes que se quitaron la vida en un pueblo, que hace relativamente muy poco logró ser ciudad y donde pasé gran parte de mi infancia y adolescencia.
Allí se produjeron a lo largo de los años, hechos de esas características con un efecto devastador, donde amigos y amigas, y amigos de mis hermanas y compañeros, conocidos del barrio y del pueblo en general, -como si fuesen hijos e hijas de un profundo vacío existencial más social que personal, difícil de desentrañar-, un día desaparecían por decisión propia, sin dar ningún tipo de explicación o explicaciones previas.
Desde un primer momento cuestioné eso, era necesario contextualizar y entender las causas de un fenómeno que permanecía latente, como un fantasma dispuesto a asustar con el golpe arrasador de la muerte, de lo irreparable, en el momento menos esperado. Nunca hubo un análisis a fondo de la problemática y creo que tampoco personas que trabajaran en conjunto y de forma permanente con ahínco, para mitigar el flagelo.
Sin ser experta en el tema, sino más bien una observadora atenta de la realidad, para mí se producía lo que en la literatura sobre el suicidio se llama “Efecto Werther” un proceso de imitación en los suicidios.
El nombre viene de un antecedente histórico que provocó la publicación de la novela Las penas del joven Werther, del alemán Johann W. Goethe. El héroe de la obra se dispara a sí mismo después de un amor infortunado. Tras la publicación, muchos varones jóvenes utilizaron el mismo método para suicidarse. El fenómeno llevó a que se prohibiera el libro en varios lugares.
Datos que ayudar a pensar y prevenir
A mediados de 2019, UNICEF Argentina dio a conocer datos que alarman y buscar generar medidas de prevención. El suicidio se convirtió en la segunda causa de muerte de las chicas y chicos argentinos que tienen entre 10 y 19 años.
“Los casos de suicidio en la adolescencia se triplicaron en los últimos 30 años. La cifra ascendió a 12,7 cada 100.000 adolescentes entre los 15 y los 19 años, según el estudio “Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina” presentado por la organización.
Aunque siempre se deja muy en claro que la muerte autoprovocada nunca es el resultado de un solo factor o hecho, los profesionales de la salud que trabajan en esta problemática advierten que pueden identificarse algunas causas que, combinadas con otros factores, podrían llevar a una conducta suicida.
Algunos de los factores más importantes que podrían incidir en la decisión de quitarse la vida, son: “La ausencia de personas significativas o instituciones que puedan contener, sostener, proteger y acompañar a los chicos y las chicas en su desarrollo psicosocial. Las dificultades para cumplir con los estándares sociales aceptados al momento de atravesar la transición de la juventud a la adultez, el padecimiento mental no atendido y el abuso sexual, entre otros”.
Algunas alertas y claves
Fernando Zingman, especialista en Salud de UNICEF, habló de la necesidad de “implementar políticas públicas preventivas e implementar la capacidad de las personas adultas que integran escuelas, servicios de salud, servicios de protección, fuerzas de seguridad y organizaciones comunitarias para que tengan las herramientas necesarias para contener y brindar asistencia”.
En estos días, Mariano Villegas, especialista en Políticas de género, niñez y familia, recordó que “el suicidio puede pasar por la mente de cualquier persona, ya sea joven o adulta, no importa nivel académico, estatus social ni religión. Estos pensamientos ocurren cuando experimenta intenso dolor emocional y piensa que no hay otra salida”.
Y por otro lado, hizo hincapié en las señales que debemos tener en cuenta cuando nos encontramos ante una persona que muestra signos de depresión o desesperación.
Algunas de las alertas son: decir frases como
“A nadie le importo”; “No te preocupes, ya pronto descansarás de mí”; “Mejor me voy a morir, para que ya no batalles conmigo. Cambios drásticos de conducta; si siempre ha sido alegre, relativamente sociable y de pronto se nota a la persona retraída, triste, demasiado irritable o solitaria. Aislarse de amigos, familia y eventos sociales. Despedirse de la familia y los amigos, como si no lo fueran a ver otra vez. Abusar de alcohol o drogas, o involucrarse en actividades riesgosas. Cuanto mayor es la depresión mayor es el riesgo de suicidio.
“Si hay amenazas en relación con atentar contra su vida, urge tomar cartas en el asunto, ya que muchos pueden interpretarlo solamente como forma de llamar la atención o especie de chantaje”, concluyó el especialista.
Centro de Asistencia al Suicida Córdoba
El Centro de Asistencia al Suicida Córdoba (Casc) pone a disposición de la comunidad sus lineas telefónicas para consultas:
– 135 (linea gratuita para teléfonos fijos de Córdoba Capital y celulares con empresa Personal)
– 3512266135 (linea gratuita para celulares con empresa Claro)
-4265755
Horarios de atención:
Lunes: De 8:00 a 12:00 y de 16:00 a 20:00 hs.
Martes: De 10:00 hs a 19:00 y de 21:00 a 01:00hs.
Miércoles: De 14:00 a 18:00hs 21:00 a 1 :00 hs
Jueves: De 07:00 a 17:00 hs
Viernes: De 9:00 a 13:00hs 15:00 a 19 hs
Fuentes: Guía para periodistas de UNICEF sobre Suicidio, en https://www.unicef.org/argentina/media/1536/file/Suicidio.pdf
El suicidio es la segunda causa de muerte de los chicas y chicos argentinos que tienen entre 10 y 19 años, en https://www.unicef.org/argentina/comunicados-prensa/suicidio-adolescencia