“La ópera es la catedral del humanismo”

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Stefano Poda es el director de escena, coreógrafo, vestuarista e iluminador que dará apertura el próximo 17 de marzo a la temporada lírica 2020 del Teatro Colón. Y hará con una puesta de Nabucco, la composición de Giuseppe Verdi (que interpretará la orquesta dirigida por Renato Palumbo) que el premiado y vanguardista artista define como “una ópera de la conversión. Verdi había perdido a sus hijos. Luto. Fracaso. Decidió no componer más, y, sin romper el molde, amoldándose, con fe (no religiosa), con el cambio, con el trabajo, llega a hacer una piedra filosofal para la humanidad hasta hoy. Nabucco es eso. Un arquetipo que contiene todos los secretos del arte grande. Vas a la Capilla Sixtina y no querés explicar cada cosa. Te dejás ir por una explosión que capaz tardás toda la vida en entender. No tiene el refinamiento de Otello, la sofisticación de Falstaff, no anticipa el siglo XX. Pero lleva adentro todo”.

—¿Cómo es la experiencia de volver al Colón para abrir la temporada?

—Yo había venido en el 2012 cuando se reabrió el teatro después de la reformas.

Es la primera vez que vengo con un título que me permite establecer una dialéctica con el público tradicional y el público al que me gustaría llegar. Lo que a mí me gusta es dirigirme a un público distinto del que ya asiste y que salga con ganas de escuchar otra vez Nabucco. Porque la partitura es eterna, pero su interpretación tiene que ser perecedera. Mi sueño es abordar el público que nunca iría a la ópera.

—¿Cómo se logra llegar a ese público?

—Emoción pura. Emoción que no sea intelectualizada. Que se libere, con autonomía de juicio, de los referentes. La ópera permite abrazar todas las disciplinas. De una manera mucho más empírica y más inmediata permite reunir todas las sensaciones. Permite conectarse con la vida. Lo que la fe o la religión pueden en los seres muy espirituales. Libera el espíritu del cuerpo, abre los chacras.

—En tu caso no parecería ser negar ninguno de los dos públicos, sino ir más allá, a algo que ves en la ópera y no en otro lugar…

—Al público que viene ya se lo tiene y hay que cuidarlo mucho. Hay que ofrecerle algo que no espere, que no quiera, pero que después procese, que lo haga pensar. Me llevó 30 años eso. Uno aprende también. Sin sacar a nadie de su zona de confort, a mí me interesa la forma en qué era yo cuando tenía 16 años. Hubiera ido a escuchar un Wagner, capaz no me daban ganas de verlo, no era ése mi momento. La ópera hoy es una salvación. Por una hora y media no podes mirar el WhatsApp, no podés conectarte con el mundo externo, estás obligado a confrontarte con vos mismo.

—¿Podés ahondar en esa idea?

—Es la última ocasión. La Iglesia no funciona más. El museo sirve para hacer selfies, fotitos, que aturden. A mí me gustaría que acá entrara un niño, un viejo, y que no se queden toda la función, capaz entran y se van. Capaz no salen más, capaz te quedás toda la vida. Pero acá tiene que ser un momento sagrado de la civilización. Para mí esto es una catedral del humanismo, última salvación de este mundo que se encuentra en una transición. Nos creimos sumamente fuertes, gracias a una tecnología obtenida en los últimos 15 años, pero al mismo tiempo, no estamos preparados. No se sabe dónde va y el coronavirus parece una somatización de un dolor profundo que el hombre posmoderno no resolvió. Nos sentimos fuertes y somos primitivos todavía. Es una señal.

La tradiciOn como opción

Stefano Poda agradece la “confianza de la dirección de Teatro, hacer mi propuesta no es fácil. La fe, la confianza, que cada uno del Teatro ha puesto.”

—Comparabas la música con la espiritualidad. ¿Es una forma de ella?

—Es la forma de espiritualidad. La más inmediata. El ascetismo lleva con el silencio a un contacto del todo con el todo. Si nos entregamos a ella, funciona. No solo es una unión de artes, de escultura, de instalación, hay referentes. Yo busco la conexión del todo, de lo que se dice con lo que se oye, en una palabra de la verdad. La verdad es el público que sentado ahí o allá ve en ese no espacio la proyección de su propia vida. Podés ver la historia de Nabucco si querés, si querés podés ver Al Qaeda y el coronavirus, si queré poder ver la Historia.

—¿Qué necesita ese proceso?

—Si te soltás, ves tu historia, ahora o en otro momento, la música trabaja con la memoria involuntaria, con lo que se despierta y genera una regresión. El público que quiere entender, no lo hace. Hay que entregarse a un viaje, a mí me interesa ese viaje, del público y de los intérpretes. Hoy aprendemos a desaprender le digo a los intérpretes. Hoy el teatro de ópera se divide en una opción de tradición, que ya caducó, y una moderna. Mi propuesta no es ni una ni la otra. La mía no es conceptual, no trabaja una trasposición. Cree en el diálogo de las disciplinas y las entrecruza, las pone en diálectica, y la llave de lectura es el descubrir. La música habla de todo sin nombrar a nadie. Esa es la libertad. A mí me interesa la libertad de pensamiento.