Una decisión que altera el tablero

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El fútbol argentino –sus dirigentes, sus jugadores, sus hinchas– puede ser incluso más distópico que las escenas que genera la pandemia de coronavirus en el mundo. Porque la postal de la escribana Marisa Galarza en la entrada cerrada del Monumental, ayer por la tarde, mientras el árbitro Germán Delfino decía que nunca le había pasado algo así estará en la lista de imágenes surrealistas que se recordarán dentro de un tiempo (si es que hay tiempo). Como había anunciado el viernes a la noche, River no se presentó a jugar, Atlético Tucuman sí y lo que era un partido a puertas cerradas se convirtió en un trámite burocrático. Que conste en actas.

Más allá de esa postal, la decisión de River no puede disociarse de un escenario político en pleno proceso de reconfiguración, que desde el viernes tiene rotos algunos lazos que algunos intentaron anudar antes de que el virus Covid-19 dejara todo en un segundo plano.

Desde hace algunas semanas se venía delineando la construcción de un organigrama que volviera a tener la presencia de River dentro de la máxima dirigencia del fútbol. Rodolfo D’Onofrio siempre se mostró refractario a compartir un espacio con Claudio “Chiqui” Tapia, pero la aparición de Marcelo Tinelli como nuevo presidente de la Liga Profesional –la que reemplazará a la Superliga– le abría un camino. Tapia, que será reelecto hasta 2024, intentaba suavizar sus diferencias con D’Onofrio para darle forma a una AFA recargada, que tendrá bajo su órbita el torneo local y, con eso, recuperará una caja de 6.200 millones de pesos anuales. Eso necesitaba una homologación real y simbólica: que River y Boca tuvieran un rol protagónico. Por eso ofrecía dos vicepresidencias. Una para cada uno.  

Había otro hombre que podía componer la manifiesta discordancia entre Tapia y D’Onofrio: Jorge Amor Ameal. En las antípodas ideológicas de Daniel Angelici, Ameal comparte criterios y simpatías con D’Onofrio. Ambos explicitaron esa confraternidad cada vez que pudieron.

Pero el coronavirus rompió todo.

D’Onofrio, al que muchos dirigentes definen como un “individualista crónico”, no aceptó la decisión de jugar a puertas cerradas que habían tomado AFA, Superliga y el Gobierno. River, entonces, publicó el comunicado en que anunciaba que no se iba a presentar y visibilizó una ruptura que incide en el próximo tablero dirigencial. Nadie sabe si D’Onofrio motorizó ese desplante o si aceptó el pedido de Leonardo Ponzio (secundado por Javier Pinola e Ignacio Scocco), que se oponía a las recomendaciones de las autoridades sanitarias, quería parar el fútbol e intentó convencer a los capitanes de Gimnasia y Banfield, el primer partido de la fecha. “Los querían convertir en un coche bomba”, ilustra una de las personas involucradas.

Como presidente interino de la Superliga, Tinelli no demoró más de una hora en responder al comunicado de River. Y ayer, sábado, envió un segundo en el que informaba los pasos legales a seguir. La mayoría de los dirigentes –incluso Ameal– criticaron la postura de River y sostuvieron la línea de Superliga, que había acatado las recomendaciones vertidas por el Ministerio de Salud.

¿Qué pasará ahora? El martes, luego de que los dirigentes formalicen la disolución de la Superliga en sus oficinas de Puerto Madero, se trasladarán a Viamonte 1366 para compartir una mesa con Futbolistas Argentinos Agremiados, los otros sindicatos que participan en cada partido (árbitros, Utedyc) y autoridades nacionales. Ahí, en esa reunión, probablemente se decida parar el fútbol por el coronavirus. Podría ser un final provisorio. Y el principio de una discusión eterna: quién actuó bien y quién actuó mal.