El papa Francisco analiza en su nueva Encíclica “Fratelli tutti” (Hemanos todos) los condicionamientos que “fuertemente” provoca el pago de la deuda sobre las economías de muchos países, al tiempo que se muestra favorable a una reforma de las Naciones Unidas que asegure “la protección de los Estados más débiles” y reafirma su rechazo a la guerra y a la pena de muerte.
“El pago de la deuda en muchas ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo condiciona fuertemente”, plantea con énfasis el Papa en el quinto de los ocho capítulos de la Encíclica, titulado “La mejor política”.
Jorge Bergoglio sostiene en esa dirección que “si bien se mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada, el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su subsistencia y su crecimiento”.
En otro punto del escrito, el Papa advierte sobre los procesos de desintegración que se dan a nivel global y sostiene que “hay países poderosos y grandes empresas que sacan rédito de este aislamiento y prefieren negociar con cada país por separado”.
“Hay países poderosos y grandes empresas que sacan rédito de este aislamiento y prefieren negociar con cada país por separado””
“Por el contrario, para los países pequeños o pobres se abre la posibilidad de alcanzar acuerdos regionales con sus vecinos que les permitan negociar en bloque y evitar convertirse en segmentos marginales y dependientes de los grandes poderes”, plantea en la Encíclica para la que se sintió “especialmente estimulado” por el documento que firmó en 2019 sobre la “fraternidad y la paz” con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, máxima autoridad del Islam suní.
“Hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia población”, amplía en esa dirección Francisco, quien como Papa ya se ha pronunciado varias veces a favor de los procesos de integración latinoamericanos en la denominada “Patria Grande”.
En otro pasaje, el pontífice analiza cómo “algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas” y que “seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad”.
“Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades”, recuerda.
“Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más”, advierte luego en al escrito para el que, reconoce, se sintió inspirado por Martin Luther King, Desmond Tutu y Mahatma Gandhi, entre otros.
Retomando sus posturas de fuerte crítica a la era prepandemia, el Papa denuncia también que “guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos”.
“Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado”, remarca el Papa en otro pasaje del texto para agregar que “la guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”.
Luego, Francisco sostiene que, además de la guerra, “hay otra manera de hacer desaparecer al otro, que no se dirige a países sino a personas. Es la pena de muerte”.
Otro mensaje presente en la Encíclica se refiere a la reforma de las Naciones Unidas que pide el Papa para que la organización multilateral promueva la fuerza del derecho sobre el derecho de la fuerza, favoreciendo “el cuidado de un bien común realmente universal y la protección de los Estados más débiles”.