“La telenovela es un entretenimiento para toda la familia”

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Está distanciado de la televisión, pero no, evidentemente, del reconocimiento que cosechó en el público, a través de décadas de profesión. Por eso, Arnaldo André sigue vigente, trabajando y atrayendo espectadores. Forma parte del regreso parcial de los teatros en 2021. Protagoniza Mentiras inteligentes, obra de Joe Di Pietro, junto a Marta González, Federico Bal y Lula Rosenthal (luego de que la producción de Alberto Raimundo desvinculara del proyecto a Cinthia Fernández). De miércoles a domingos, con dirección de Valeria Ambrosio, en el Lola Membrives, el cuarteto de actores desarrolla esta comedia en la que una pareja joven atraviesa una crisis y engaños, mientras la pareja adulta intenta intervenir para salvar el matrimonio. Se trata de la cuarta temporada de la obra, en la que, de la totalidad del elenco, André se mantiene desde el estreno, y elogia al producto: “Se ha probado que resultó una comedia que combina muy bien el humor con la inteligencia; invita a reflexionar al espectador a través del humor”.

—Sostenés este espacio teatral. ¿Qué pasa con la televisión, dónde has estado tanto tiempo?

—Yo estoy alejado de la televisión desde hace más de cuatro o cinco años. Algunos productores me han hecho llegar alguna invitación, un proyecto, pero no satisfizo mis expectativas, porque, a medida que pasan los años y que uno ha hecho tantas cosas en la tele, uno se vuelve más exigente. El día que yo vuelva, si es que vuelvo, tendrá que ser un personaje diferente a los que he hecho y con responsabilidad protagónica, por supuesto.

—Has encarado muchos papeles dramáticos, pero ahora estás abocado al humor, como lo has hecho en algunas otras ocasiones en el pasado…

—Efectivamente. En lo profesional, me costó. He logrado que los productores me viesen como actor de comedia. En Canal Trece, pude hacer Gerente de familia. Soy una persona de mucho humor. Me gusta hacer chistes, con respeto, por supuesto. El humor también nos mantiene jóvenes.

—Y como galán, ¿qué creés que define ese rol que has encarnado tantas veces…?

—El galán era, en una época, aquel que peleaba por el amor, el que tenía obstáculos (el engaño, la traición, celos terribles) en el camino de conquistar a su dama, para lograr finalmente llevarla al altar. El galán debe ser un hombre con actitud romántica, apuesto. Así fue tradicionalmente, pero se fue modificando un poco con el tiempo. Las novelas dejaron de ser románticas y se volvieron más costumbristas; se olvidaron del amor, pilar fundamental para una telenovela. Yo soy fanático de Fuerza de mujer, que dan en Telefe: la imposibilidad de dos seres que no logran triunfar en el amor y ni siquiera pueden encontrarse. En la ficción nuestra, a falta de historias de amor, el galán se fue convirtiendo en un comediante, en un antigalán. Un galán hoy puede aparecer sin traje, sin corbata, sin andar bien vestido; lo importante es que tenga un texto que lo pueda defender y que pueda entregarle fantasía al espectador; sobre todo eso: sueños, sueños.

—¿Y cómo se articularía esa ficción del amor imposible en las realidades del siglo XXI?

—Quizás la gente también está menos romántica, le dedica menos tiempo al amor. Ya existen pocas parejas de esas de “te amo y estaré con vos toda la vida, para siempre”. Cuando en la calle veo caminar, tomados de la mano, a una pareja de sesenta o setenta años, digo “¡Qué maravilloso! El amor está firme; lo han cuidado”. No soy un experto, pero creo que el amor es como una planta que hay que cuidarla, para que no se seque. Lamentablemente, hombres y mujeres han dejado de lado el romanticismo.

—Tradicionalmente, las telenovelas han sido asociadas al público femenino. ¿Vos coincidís en esto?

—Las telenovelas solían ponerse a la tarde y también, a la mañana. Cuando hice El infiel, las autoridades de, en ese momento, Canal Once decidieron ponerla a las ocho de la noche, entonces descubrimos que el destinatario no eran solo las mujeres: los hombres también las veían, pero no lo querían decir en voz alta. Los hombres también se enganchaban con las novelas; a mí me lo decían. Es un entretenimiento necesario, para verlo en familia y así fue mutando el tipo de espectador. Hoy es una ficción permitida hasta para los niños, dependiendo de los temas.

—¿Qué recuerdos te quedan de éxitos inmensos como “Pobre diabla” y “Piel naranja”?

—Pobre diabla fue mi primer protagónico al lado de Alberto Migré, en el que compartí cartel con una joven actriz brillante como Soledad Silveyra; allí también conocí a China Zorrilla. Era un reto, porque Migré había separado la pareja de Rolando Rivas [Silveyra con Claudio García Satur], pero esta nueva pareja se convirtió en un éxito; se repitió en distintos países, como Venezuela y Perú. Piel naranja fue la primera vez que interpreté a un connacional. Hasta hoy, gente que vio la novela sabe que “te amo” en guaraní se dice “rojaijú”. Utilizar el idioma guaraní para situaciones románticas era muy importante para mí. Yo contribuí al final; era medio rebelde y decía “no sé por qué las novelas tienen que terminar siempre en el altar, con final feliz”. Migré escuchó e hizo que ese final de Piel naranja no fuese feliz, sino un único final de telenovela trágico.

—¿Qué vínculos mantenés con Paraguay? ¿Vas allí? ¿Hablás guaraní?

—En 2020, lamentablemente no fui, pero solía viajar unas tres veces al año. Tengo pocos familiares y muchas amigas, gente del medio artístico, que me cuidan, me miman, me reclaman. Suelo quedarme en mi casa en Asunción unos cuatro o cinco días, porque también estando allá extraño mi Buenos Aires, mi gente, mis costumbres. Allá la gente de mediana edad entiende, pero no habla el guaraní, sino el español. Yo no lo hablo bien, pero entiendo perfectamente. Si bien en las escuelas se enseña el guaraní, los alumnos no lo toman como una cosa necesaria, pero es un idioma tan lindo. Cuando ubico una radio de Paraguay y escucho una polca o una guarania, suena tan lindo.

—En la reciente “Lectura según Justino”, la película que dirigiste y que tiene elementos de tu propia infancia en Paraguay, es importante la presencia de lo religioso. ¿Ese aspecto está presente en tu vida cotidiana y te acompaña?

—Sí, es algo que marcó mi vida. Vivíamos en un pueblo, San Bernardino, donde nos conocíamos todos, donde desde chicos nos inculcaron la fe. Íbamos a la iglesia, a rezar, a las misas y así fui creciendo. Soy de mucha fe y rezo y estoy en contacto permanentemente con Dios, que está presente en mis momentos de alegría y de necesidad. En la película, aparece nuestra patrona, la Virgen de Caacupé, que todo el país venera tanto.

Grandes  recuerdos

Arnaldo André recuerda algunos de los famosos intérpretes con los que trabajó.

Mirtha Legrand: “Lo de Mirtha fue un sueño [actuó con ella en la obra de teatro 40 kilates]. Daniel Tinayre y Mirtha Legrand habían ido a verme al teatro, under, digamos, y Daniel decidió que yo fuera el galán de Mirtha. Me convocaron y yo solo sabía que había un productor importante. No me imaginaba entrar en el medio artístico por la puerta grande de otra manera. Y se dio finalmente. Pude afrontar esa responsabilidad inmensa, enorme, única, envidiable además. A partir de ahí comencé a convertirme en un profesional y a vivir de este trabajo. Desde ese momento, se me abrieron todas las puertas, aunque el camino es largo, tiene muchos inconvenientes o pausas, momentos de espera en los que vos creés que se terminó todo, hasta que de pronto se abre otra vez, aparece un proyecto”.

Luis Sandrini: “Todo lo que sucedió en mi cabeza cuando de pronto me vi en un set de cine [en Mi amigo Luis, de 1972], al lado de un grande como Luis Sandrini. No lo podía creer, porque la primera película que había visto en mi vida había sido una de Luis Sandrini en el cine Pueyrredón en Wilde, en Bernal Oeste. Era un señor; la gente lo respetaba muchísimo, tenía humor también”.

Luis Kuliok: “Si bien hemos hecho tres novelas (Amor gitano, El infiel, Amo y señor), sobre todo rescato Amo y señor: fue un suceso, paralizó el país; íbamos a la una de la tarde, horario atípico, que no era prime time, pero la gente se prendió y gustó muchísimo”.