“No le tengo miedo a ningún formato”

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Sebastián Borensztein es un hombre que, valga la redundancia, esta obsesionado con el hombre común. Al menos así es a la hora de sus relatos, sea en el medio que sea. Por supuesto, gran parte de su vida como cuentahistorias se ha dado en el cine, y en largos populares (adjetivo que aquí es tan cierto como puede ser posible), films que han sido éxito de taquilla. Así, con su firma, hay títulos como La odisea de los giles, Un cuento chino y Kóblic, es decir, títulos que son parte de un grupo de relatos que dejan en claro si no una obsesion, sí una brújula del hijo de Tato Bores: mostrar cómo la historia, la real, la que abolla, la que genera crisis, roza y define los mundos de personas que solemos ignorar, que no solemos mirar (y que hasta el mismo cine decide no mirar). Ahora le llega el turno a El Ruso, su primer paso en el mundo de la literatura. 

¿Cómo aparece entonces este relato sobre un tanguero joven y judío que viaja a Europa, para, claro, darse frente con la historia grande? Borensztein: “Por diferentes lugares. Me gusta el tango, me gusta la historia, especialmente la primera mitad del siglo XX y las dos guerras mundiales.Y me cruzo con la informacion de que el Pervitin, que era una metanfetamina que consumían los soldados alemanes ,también era muy popular entre la poblacion civil. Y aparece la nueva hipótesis histórica de que el consumo masivo de esa droga hizo un enorme aporte a la euforia nazi colectiva.Es decir, la idea de una sociedad pasada de metanfetamina me gustó mucho. Lo encaré como novela porque siempre tuve las ganas de probar escribir algo para ser leído, a diferencia de mi trabajo como guionista, que es  “escribir para  filmar”.

—No es la primera vez que tus ficciones muestran a hombres que rozan la historia (Malvinas, la Dictadura, ahora la Segunda Guerra Mundial). ¿Qué hay de esa ecuación que te atrae a la hora de generar relatos?

—En primer lugar me gusta anclar las historias  en contextos reconocibles, que hayan tenido un importante impacto en su época, y poner a un personaje en ese contexto, especialmente personajes que se reconocen como comunes ,y que en el relato viven una situación extraordinaria. Me atrae y me inspira  mucho el hombre común en situaciones nada comunes.

 —Hablaste de que algunas historias que te contaba tu viejo, Tato Bores, te inspiraron en este libro ¿te puedo preguntar cuáles y cómo se daban esos relatos?

—Mi viejo me contó que cuando era un nene de siete u ocho años salía a abrir las puertas de los coches en la puerta del Teatro Colón, que queda a dos cuadras de la casa en la que él vivía. Como era un nene muy rubio pasaba sus manos por las ruedas de los coches y se tiznaba la cara para parecer un niño mendigo e inspirar lástina en las damas  de la alta sociedad, y así ligaba una moneda. Después se lavaba la cara en la fuente de la plaza de enfrente del Colón y volvía a su casa y sus padres no se enteraban. Ese relato me pareció extraordinario y decidí incluirlo en la niñez de El Ruso. Creo que ese fue el comienzo de la actuacion en mi papá. 

—Ahora que te expandes a otros medios, ¿cómo te ves a la hora de definirte como cuentahistorias? ¿Es difícil ser un cuentahistorias en un país como Argentina?

—No sé, no me resulta fácil definirme, pero sí, soy un contador de historias, y no le tengo miedo a ningun formato. Escribir una novela estaba en mis planes para algún momento y el momento llegó. Siempre me desveló la libertad del escritor versus las ataduras de un cineasta.Cuando escribo un guión, estoy haciendo una suerte de literatura intermedia que no se escribe para ser leída sino para ser filmada, y cada línea tiene una complejidad propia a la hora de producir. No cuesta lo mismo ni tiene la misma complejidad productiva filmar la frase “ladra un perro” que la frase “un incendio devora la ciudad”. En la escritura de una novela ese problema no existe, la libertad es absoluta y me encantó experimentarla.

—¿Qué es lo aprendiste sobre la comedia en tu vida y cómo lo aplicas a tu obra? 

—Aprendí que la comedia es el género más dificil de todos.Creo que hay más comedias fallidas que dramas fallidos, porque en la comedia la precisión es todo. La prueba de que es el género más difícil es lo denostada que estuvo y está, versus “las historias serias”.Yo creo que eso viene de lo difíicil que es abordarla y hacerla bien. Es muchisimo mas difícil producir un impatco con una comedia que con un drama. Llorar te hace llorar cualquiera, reír no. En El Ruso lo que hay es mi mirada personal sobre ciertas cosas de la vida. Yo soy así, mi punto de vista tiene siempre una pincelada de humor de la que no me puedo escapar, ni quiero tampoco. Tal vez  eso sea lo que me diferencia un poco.

—Considerando tu vida en el cine y la producción y realización ¿cómo ves el panorama el futuro del cine argentino en esta crisis?

—Nuestro cine hace lo que puede, y eso no es poco. Hay exponentes de gran calidad, gente muy interesante que hace cosas muy buenas. Yo soy un entusiasta del cine de género, pienso que eso es lo que hace fuerte a una industria cinematográfica, y mi aporte al presente y futuro del cine nacional es seguir trabajando en ese sentido. Pienso que mientras haya talento nacional va a seguir habiendo buen cine, y reconocido a nivel mundial. Lo mejor que se puede pensar para el futuro  es un trabajo cada vez más serio en el campo del guión. El guión es todo para mí. Un guión sólido es el comienzo de una buena película.

—¿Qué oportunidades genera la búsqueda por parte de grandes plataformas de contenidos originales? 

—Genera muchísimo trabajo en todos los rubros ,y eso es una muy buena noticia. Luego habrá que ver si hablamos de calidad, de excelencia o no. Hay de todo.

—¿Cuál es la operación de la literatura, sea como lector o como creador, qué sentís te interpela de inmediato? ¿Es eso lo que queres transmitir al crear?

—Me interpela como lector aquello que no me deja cerrar el libro y parar de leerlo, y también  aquello que me inspira a cerrar el libro y a pensar sobre lo leído antes de retomar la siguiente página.En el caso de El Ruso me enfoque en que la lectura sea amena y fluída. El mejor elogio que estoy recibiendo acerca del libro es que se lee fácil, se lee rápido, y los lectores ralentan la lectura para que el libro les dure mas, porque no quieren que se termine.

El futuro y los relatos

—En esta situación puntual, con la mayoría de las salas de cine cerradas y con tanta incertidumbre sobre un retorno a la normalidad, ¿qué crees que puede generarse a futuro para ayudar al cine argentino (puede ser desde el Estado, desde privados, o hasta el mismo público)?

—No tengo una respuesta, pero a priori me parece sensato pensar que la ayuda debería venir de ambos lados, el Estado y la industria, algo así como un esfuerzo conjunto.

—Si hay un ADN del cine, que puede no haberlo, en “El Ruso” ¿de dónde podría decirse que viene? 

—Veo en la infancia de El Ruso cierta impronta  de la pelicula Érase una vez en América. Se emparentan tal vez por ser historias que cuentan a un personaje desde la niñez.

—¿Qué cree define a un contenido de calidad, más allá, claro, que es algo universal? 

—Calidad significa buenas historias, buenos  guiones, bien actuados y bien producidos. Así de simple.

—¿Por qué crees que te inspira el hombre común en situaciones nada comunes? 

—Porque soy un hombre común, y me gusta imagnarme en situaciones nada comunes.

—¿Cualés fueron los primeros relatos, en el medio que sea, que te hicieron sentir que quería contar historias?

—De chico escribía muchos cuentos cortos, creo que ese es el inicio de todo esto.