
El cero es un reparto compartido. Les dio un punto a cada uno: a este Huracán en tiempos de necesidades y a este Lanús en días de un nuevo reciclaje. Todo en el ámbito de un partido feo. Con juego escaso, con emociones ausentes, casi sin arribos a los arcos. Flojo. Flojo y punto.
No se sacaron ventajas significativas en ese primer tiempo colapsado de marcas en cada rincón del campo juego. Se miraban, se marcaban. Una dinámica de ese tramo del partido.
Huracán tuvo una apuesta que se repite: apretar allá arriba, cerca del arco rival, sin inhibiciones. A veces genera rebotes favorables, en general se queda a mitad de camino. De todos modos es cierto: Huracán sostiene tal idea partido tras partido. Quizá, más temprano que tarde, tal ideal le resulte mejor. No es poco para un equipo que en el próximo semestre deberá mirar en detalle la calculadora.
Lanús es un caso curioso. Con poco siempre le alcanza para bastante. Equipo de pibes con aspiraciones relevantes, suele jugar a pelear arriba; ahora al top 4. Pero no encanta, no brilla. No parece de élite; está en construcción. Sin embargo, los números lo exhiben como que puede casi todo.
Jugaron un primer tiempo con un rasgo espantoso: no patearon al arco. O algo muy parecido. Porque hubo remate de Cristaldo, para los del Globo de Newbery, que pasó bastante cerca de que un grito sucediera.
Pero no se trató de que jugaran mal. Aconteció que se neutralizaron. Presión alta por el lado de Huracán, constancia en la marca en el caso de Lanús; intensidad irrestricta de ambos lados. Y así, entre esos rasgos, un partido previsible: gol gana o empate a cero. No se trata de una certeza ni de una percepción. Es lo que el campo de juego ofrece en términos de lo que puede suceder.
Había una posibilidad: que el partido lo resolviera una jugaba impropia de un partido tan parejo. Un tiro de esos que nacen de alguna magia o una gambeta propia de alguno de los tan bien nacidos en esta tierra, como Diego o como Leo. Era cuestión de esperar o quedarse con ese modestísimo cero compartido.
No cambió demasiado en el segundo tiempo en cuanto al trámite y a sus particularidades. Se modificó casi nada incluso considerando los múltiples cambios incluidos. Huracán con poco y Lanús con poco. Como si el cero compartido los abrazara de modo feliz.
Lanús tuvo la llegada del partido, cerca del final, pero apareció ese buen arquero naciente, Sebastián Meza, misionero, 20 años, con futuro de seleccionado juvenil. Reflejos para ese cero a cero que se pareció demasiado a un aburrimiento.