Un tributo iberoamericano que vuelve a sonar

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“Todavía son chicos, y tocan maravillosamente bien. Lo saben todo, parece mentira”. Con un poco de susto, eso es lo que le dijo Gilberto Gil a Caetano Veloso la primera vez que escuchó a Os Mutantes, por recomendación del compositor y arreglador Rogério Duprat. Así lo recuerda el propio Caetano en el indispensable Verdade tropical, su libro de 1997, donde recorre la génesis y la historia del Tropicalismo, ese movimiento estético, musical, cultural y político que emergió en tiempos de la dictadura brasileña, a mediados de los años 60.  

Recordaba Caetano: “Os Mutantes eran tres adolescentes de Pompéia, un barrio de San Pablo, de clase media pero con áreas de trabajo y viejas fábricas desguazadas, que luego empezó a ganar fama como semillero de roqueros. Dos hermanos –Arnaldo (que tocaba bajo y teclados) y Sergio Dias Baptista (que tocaba guitarra)– y una niña, Rita Lee Jones (que cantaba, tocaba alguna que otra percusión y un poco de flauta). Los tres tenían un talento extraordinario. Si los Beat Boys ya se habían profesionalizado por la noche tocando con competencia versiones de los Beatles, los Rolling Stones o The Doors, Os Mutantes, todavía semiamateurs, no parecían ser imitadores de los Beatles (y mucho menos de algunos de esos otros grupos de menor popularidad o importancia), sino sus pares, creativos en la misma línea”. 

Os Mutantes irrumpieron en la escena acompañando a Gilberto Gil, con arreglos del mencionado Duprat, en Domingo no parque, la canción que se llevó el segundo puesto en la tercera edición del canónico Festival del canal Record. Pero pronto iniciaron una carrera propia en la que encarnaron el ala roquera y psicodélica del Tropicalismo. Los cinco álbumes que editaron bajo su formación original, entre 1968 y 1972, se transformaron en objeto de culto. 

En la década del 90, Os Mutantes cosecharon fanáticos célebres. En 1993, Kurt Cobain les propuso juntarse para telonear a Nirvana. Le mandó una carta a Arnaldo Baptista donde le decía: “Cuidado con el sistema, ellos te engullen y te escupen”. Arnaldo respondió: “Yo fui engullido, escupido y ahora estoy empezando todo de nuevo”. En 1998, Beck lanzó su sexto disco de estudio, Mutations. El título puede entenderse como un homenaje al trío paulista, sobre todo porque una de las canciones, Tropicalia, es un reconocimiento explícito a la música brasileña. Un año después, el ex Talking Heads, David Byrne, publicaba el compilado Everything is Possible, The Best of Os Mutantes, para su sello Luaka Bop. “Su canibalismo creativo produjo gemas psicodélicas diferentes a cualquier otra cosa, y hoy suenan tan relevantes como ninguna otra banda en ningún lugar del mundo. Ellos eran exactamente lo que representaba su nombre: una mutación genética que recombinaba elementos de John Cage, los Beatles y la bossa nova. Una criatura que era demasiado extraña y hermosa para vivir demasiado tiempo, pero demasiado fuerte para desvanecerse para siempre”, escribió Byrne en las liner notes. 

Cuando mi amigo Arthur de Faria me convocó para curar y producir un tributo iberoamericano a Os Mutantes, acepté de inmediato. Pronto se sumó Manuel Onís al equipo, que también aportó una hermosa versión de Cualquier bobada. Y fue emocionante ver cómo músicos prestigiosos (de Café Tacvba a Aterciopelados, del tribalista Arnaldo Antunes y Liliana Herrero a Fito Páez) se sumaban al proyecto, fascinados por los sonidos y la historia de este grupo. El álbum se llama El justiciero cha, cha, cha, se editó en 2010 y desde hace algunas semanas está disponible en Spotify y otras plataformas digitales a través del Club del Disco. Hay artistas como La Manzana Cromática Protoplasmática, La Chicana, Ana Prada, Fernando Cabrera, Martín Buscaglia, Pablo Dacal, Omar Giammarco, Raül Refree y Silvia Pérez Cruz, que revisitan con maestría el legado de un grupo indispensable que todavía suena original, vital, eterno. 

*Periodista, editor de la revista Brando, miembro fundador de Redpem (Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica) y productor, junto a Manuel Onís, Arthur de Faria y Sandro Bello, de El justiciero cha, cha, cha, un tributo a Os Mutantes.

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