Si el fútbol nació en los elitistas colegios ingleses de mediados del siglo XIX, la refundación del juego se produjo hace cincuenta años. Es una semana de celebración. O debería serlo. El 2 de junio de 1971, Ajax le ganaba a Panathinaikos la final de la Copa de Campeones de Europa, la actual Champions League.
El mundo descubría el embrión de la Naranja Mecánica, la Holanda del Mundial 74. La nueva Biblia de la pelota había echado a rodar. Y sigue vigente. No hace falta más que ver a algunos equipos contemporáneos y el discurso (o las intenciones) de algunos entrenadores, incluso de aquellos con mensajes opuestos sobre lo que debe ser este juego que sigue seduciendo a multitudes.
Ajax era un modesto equipo de Amsterdam donde un tal Rinus Michels había jugado en la posguerra (1945-58). “La mejor forma de defender es atacar”, decía. Una declaración de principios que impuso como entrenador cuando tomó el equipo en 1965.
Seis años tardó en plasmar la revolución y en el medio sufrió la derrota en la primera final europea ante Milan (4-1) y al año siguiente debía soportar que Feyenoord (clásico rival) fuera el campeón. Ese equipo tenía a Willem van Hanegem, un diez zurdo, todo crack. Feyenoord jugó la Intercontinental de 1970 con Estudiantes: 2-2 en la Bombonera y luego 1-0 para los holandeses en Rotterdam.
Michels tuvo revancha en 1971. Por entonces a la Copa de Europa la jugaban solo los campeones de las ligas y el ganador de la edición anterior. Ajax eliminó a Nëntori (2-2 y 2-0), Basilea (3-0 y 2-1) y Celtic (3-0 y 0-1). Al Atlético de Madrid en la semifinal (0-1 y 3-0). Y finalmente al Panathinaikos dirigido por Ferenc Puskas con un 2-0 en Wembley.
Stuy; Neeskens, Hulshoff, Vasovic, Suurbier; Rijnders, Mühren, Cruyff; Swart, Van Dijk y Keizer fue la formación inicial de un plantel donde ya aparecían otros que continuarían la historia: Krol, Rep, Haan.
Con ese Ajax hubo cambio de mando. Los ingleses seguían tirándole centros al “9”, en Italia todavía se confiaba en el catenaccio, los alemanes preparaban la hegemonía del Bayern luego trasladada a la Selección y España seguía con La Furia nacida en aquella frase “a mí, Sabino, que los arrollo”, que en 1920 en Amberes había gritado Belauste pidiendo un pase que acabó en gol con él y cuatro jugadores de Suecia dentro del arco.
El cambio desde La Furia al equipo de la posesión de la España campeona en Sudáfrica 2010 hay que buscarlo en el Barcelona de Guardiola, a su vez heredero del de Frank Rijkaard y a su vez recuperadora del Dream Team de Cruyff de los 90. En suma, todo remite a Holanda. Y a aquel Ajax de principios de los 70.
“Todos deben saber jugar de todo”. En las inferiores de Ajax, a los niños no se les asignaba puesto fijo hasta que tuvieran entre 13 y 15 años, mientras aprendían los secretos de cada posición, que se les asignaba después del desarrollo físico y según las características de cada uno. Pero todos debían saber qué hacer en cada puesto. En La Masía, aún hoy ocurre lo mismo.
Michels adoptó un sistema para todas las secciones del club: 4-3-3, con eventuales variantes a 3-4-3. Ese “dibujo táctico” era un mero instrumento para ejecutar la idea cuando la pelota echaba a rodar: recuperar lo más adelante posible. Era sencillo de entender: cuanto más cerca del arco rival se recuperaba, menos metros había que recorrer hasta el gol.
¿Qué se hacía cuando se obtenía la pelota? Se movían todos. Algunos ofreciéndose a recibir corto, llevándose la marca. Y si la marca no estaba, quedaba el espacio vacío. Entonces alguien iba al espacio. Pressing, movimiento constante y técnica. Todo eso, en todo el campo, la mayor cantidad de tiempo posible. Fútbol total.
Había un antecedente. “Mi quintita tiene 110 por 70”, decía Alfredo Di Stéfano, quien jugaba el “fútbol total” en el Madrid. Pero era el único y casi veinte años antes de que Michels lo impusiera en Ajax.
Michels dejó el club tras Wembley y firmó para Barcelona. La posta fue para Stefan Kovacs y llegó el 2-0 al Inter en la final europea de 1972. El título lo enfrentó a Independiente, campeón de la Libertadores. Cruyff duró un cuarto de hora en el 1-1 en Avellaneda, lesionado por Dante Mírcoli.
El 3-0 en Amsterdam definió la Intercontinental para los holandeses. Al año siguiente, triplete europeo al vencer 1-0 a Juventus. Y fin de época, porque Cruyff se iría al Barcelona a reunirse con Michels. Y después del Mundial 74, se agregaría Neeskens.
“Los futbolistas deberían ser capaces de jugar en todas las posiciones del campo. Por eso es tan importante entrenarlos y que escuchen al míster. El extremo izquierdo no puede dormirse cuando el entrenador habla sobre el lateral derecho”, decía Cruyff, afecto al efecto de las frases como revulsivo. Otra de sus sentencias: “Ajax jugaba un fútbol que no era normal de ver en Europa en esos años”.
Y no lo era. Por eso Holanda asombró en el Mundial ‘74. La dirigió Michels, que de los 22 jugadores curiosamente sólo llevó 7 de su antiguo Ajax: Cruyff, Haan, Krol, Neeskens, Suurbier y Rep, presentes en la final con Alemania, más el veterano Keizer.
Mezcló con 7 de Feyenoord (Van Hanegem, Israel, Jansen, De Jong, Risjbergen, Vos y el tercer arquero Treijtel), tres de Eindhoven (los jóvenes mellizos Van der Kerkhoff y Strik); dos de Twente (Van Ierseel y Schrijvers); el arquero titular Jongbloed, de FC Amsterdam; el delantero Geels (Brujas) y el extremo izquierdo Resenbrink (Anderlecht).
Holanda perdió la final. ¿Del segundo nadie se acuerda? De esa final pasaron 47 años. Del gen Ajax, medio siglo.
Quedó el legado. En Louis Van Gaal, claro. Hay cierto “espíritu Ajax” en los equipos de Marcelo Bielsa. Ni hablar en los de Guardiola y hasta en los de Diego Simeone, aunque no hayan visto jugar al de Michels-Kovacs: Pep nació en 1971, el Cholo en 1970. Pero el catalán tuvo a Cruyff y Simeone es un estudioso obsesivo y añade lo que le suma. Como José Mourinho. Y Thomas Tuchel. Y Jürgen Klopp. Porque la Biblia es para todos.