Enero 2022 en Buenos Aires: ni el calor ni la pandemia cancelan la actividad teatral. Parte de ella es la nueva temporada de la más reciente obra de Dalia Gutmann. Jueves y sábados hace funciones de Cosa de minas 2. Tengo cosas que hacer, en el Teatro Maipo. La actriz, comediante y autora de sus propios monólogos le apuesta a su proyecto, y reconoce que, frente al contexto mundial y nacional, “trato de no pensar mucho, porque paraliza pensar que todo se está por ir a la mierda”, y se lanza a la conversación con su aparentemente constante energía activa.
—¿De dónde te viene el buen ánimo, el buen humor?
—La mayoría de los que nos dedicamos al humor, o al menos voy a hablar por mí, tenemos una tendencia al sufrimiento. Pero cuando arranqué con los monólogos, ahí por 2004, descubrí y me enamoró que algo que me había cagado mi vida o me hacía sufrir en mi vida cotidiana se podía convertir en material humorístico y generar risa. No me considero una persona alegre que se toma la vida con risa, sino que me siento triunfadora cuando logro que, a esto que odio que me pase, le encuentro un buen chiste.
—¿Y cuáles son esos temas conflictivos sobre los que podés reírte en este espectáculo?
—Me río de esta forma loca en la que estamos viviendo, donde podés hacer todo en un día, resolver cosas por Internet, recibís veinte Whatsapp, tenés muchas ventanas abiertas al mismo tiempo. Es un show de humor en el que hablo del acelere que estamos viviendo. Yo hice nueve años Cosa de minas y este es Cosa de minas 2. Tengo cosas para hacer. Me gusta hablar de cosas del mundo de las mujeres.
—¿Por qué elegiste la palabra “minas” para tus obras?
—La veo como algo concreto, tipo “Esto me pasa por ser mina”, pero no lo intelectualizo ni lo juzgo. Hablo desde mí; no, en nombre de las mujeres del mundo. Cuando, a principios de 2011, surgió Cosas de minas, yo era la anfitriona del show y tenía mujeres invitadas que subían y hacían sus monólogos, produciendo humor con las cosas que nos pasan. Una de las características que tiene el stand up es que sí o sí lo escribís vos, es autoreferencial, no tenés un guionista. Cosa de minas era un show pensado como una charla entre amigas, que se cuentan cosas y se ríen.
—De 2011 a hoy, muy velozmente, cambió la mirada desde y hacia las mujeres. ¿Cómo impacta eso en todas tus creaciones?
—Yo estoy, todo el tiempo, reflexionando sobre lo que digo y lo que no digo, sobre cuán machirulo, cuán patriarcal es. Pero también soy muy defensora de ser honesta con lo que pienso, con lo que siento. Digo: “Bueno, este chiste puede sonar fuera de época, pero lo siento y lo digo igual”. Por ejemplo, ahora hay una movida de aceptarse tal cual una es y amarse, y me permito la licencia de dudar si me amo tanto o no. Reviso bestialidades de las que nos reíamos, pero también busco ser honesta con lo que siento. No soy tribunera. No dejo de decir algo por que queda mal. Sin duda el feminismo nos hace reflexionar todo el tiempo sobre todo. Pero yo le doy la vuelta y me pregunto: ¿esto es el patriarcado o es una emoción que siento de verdad? Cuando llego a la conclusión de que lo siento de verdad, lo digo igual porque de todos modos siempre me van a criticar. Nos encantaría gustarle a todo el mundo y que nos quiera todo el mundo, pero no hay manera de que eso pase.
Referentes De Alguien Que Sabe Reír
—¿Cómo te percibís en relación al género del stand up?
—Justamente estoy armando una especie de documental sobre quiénes son los primeros que trajeron el género, cómo fueron los primeros shows y cómo reaccionó el público. Las nuevas generaciones no saben cómo arrancó todo, y me gusta documentarlo. Es un género con el que me siento muy identificada. Qué bueno que nací en este tiempo; si hubiera nacido treinta años antes, esto que siento que es mi vocación no existía. Es un género que me gusta, conozco sus reglas, me siento standapera. Los standaperos son mi grupo de pertenencia. El género circulaba por Estados Unidos y España. Un grupo de chicos, que lo conocían y estudiaban arte dramático en la Argentina, se empezaron a juntar para empezar a armar monólogos. Hay una polémica en la que no me interesa entrar, de tipo “¿Pinti hacía stand up? El monólogo es algo que ya hacía”. El stand up es un monólogo que responde a ciertas leyes que se empezaron a hacer a principios de 2000 y entró a circular por Buenos Aires.
—¿Qué significa para vos una referente mujer en el humor como Niní Marshall?
—Con Niní tengo un vínculo particular íntimo. No la conocí pero, si existieran los santos, yo le podría llegar a rezar a Niní. Yo trabajo con Lino Patalano, que fue su representante, así que de alguna manera estoy vinculada con ella a través de él. Admiro mucho a las mujeres que se animan a hacer humor, que es embarrarse, es ensuciarse, es ir en contra de lo que, al menos en mi generación, teníamos como mandato: ser linda, correcta, decorativa. El humor viene a romper todo eso.
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