“La farándula está mezclada con la política”

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Luego de haber atravesado Covid en el inicio de año, Fátima Florez retomó y realiza normalmente las funciones de su show. Fátima es camaleónica, que va de martes a domingo en el Roxy-Radio City, de Mar del Plata. Allí, la actriz, bailarina e imitadora despliega su repertorio de personajes y sigue posicionándose como uno de los espectáculos más exitosos.

­—¿Cómo te sentís haciendo teatro en el marco de todo lo sucedido en 2020 y 2021?

—Feliz de volver a hacer teatro. Yo amo el teatro, soy una mujer de teatro, así que disfruto de subirme a las tablas, de tener esas dos horas de contacto con el público, en las que uno puede desarrollarse como artista, de una manera diferente a cualquier otro espacio. Además, este año me acompañan el mago Emanuel, el número uno de la magia, e Iván Ramírez, un nuevo imitador, un nuevo talento al que de alguna manera estoy amadrinando, porque me encanta poder darle oportunidad a gente que está empezando. Yo sé que los comienzos a veces son difíciles.

—¿Cómo reacciona el público frente a los diferentes estímulos que ofrece el show?

—Hay carcajadas tanto con los personajes políticos como con los personajes de la farándula. Yo creo que, desde hace un tiempo, está mezclada la farándula con la política, con lo cual termina siendo todo un gran circo, ja ja. Por eso, creo que el público festeja con grandes carcajadas a todos los personajes y le gusta que le lleves el último minuto de lo que pasó en el día.

—¿Con qué criterio elegís a quiénes imitar?

—Siempre estoy muy atenta a lo que va pasando en la actualidad. Eso para mí es un termómetro y lo voy volcando en el escenario. Los personajes que van surgiendo, algunos son los que están en el candelero, otros, los quiero interpretar, los quiero hacer; además los icónicos, los tradicionales. Todo eso hace que los vaya eligiendo.

—¿Qué proceso implica la construcción de cada personaje?

—Son muchísimas horas de investigaciones, de preparación, para llegar al hueso del personaje. Cada uno demanda un tiempo importante. Después, viene pulirlo, perfeccionarlo desde la voz, los gestos, los movimientos, pero la psicología es lo fundamental.

—¿Cuánto interviene la parte de vestuario, máscaras y pelucas?

—Obviamente, tengo un equipo de gente que me ayuda. Por ejemplo, en la obra, el primer cuadro, que es de quick change, es uno de los famosos cambios rapidísimos, que van de un personaje a otro: de las divas de Las Vegas e internacionales. Ahí hay tres personas que me ayudan a cambiarme y está todo cronometrado, digitado, porque cada movimiento tiene que ir en cada segundo; si no, no llegás al siguiente personaje. Hay cambios de peluca, zapato, vestuario, y salir y seguir cantando y bailando. Después durante la obra, a mí me gusta mucho jugar también con el rostro, con lo cual yo juego mucho con los músculos de la cara y con los gestos y con lo actoral. Me parece que también la actriz más que nunca está pisando muy fuerte en Camaleónica. 

—¿Qué lugar tiene, en vos, la actriz, más allá de la imitadora?

—Básicamente, yo soy actriz. Me preparé desde muy chica, con los mejores: con Santiago Doria, con Pepito Cibrián; con canto, con baile, por supuesto con actuación. Y eso lo voy volcando en las diferentes interpretaciones y personajes que hago. Si no fuera actriz, esto me sería imposible.

—En este ser actriz y la capacidad de camuflaje, la mayoría de los personajes son femeninos. ¿Por qué? ¿Hacer un personaje masculino es más complejo?

—No, no son más complejos, para nada. Pero a mí me encanta el mundo femenino: me apasiona y es lo mío. Hago algunos masculinos, que son ídolos míos, por ejemplo, Michael Jackson, Mick Jagger o Justin Bieber, que me gustan mucho. Otros hasta ahora no me han motivado a hacerlos, aunque no los descarto para el futuro. Pero soy una mujer que me dedico mucho al mundo femenino.

—Hacés imitaciones a personas cuya acción y discurso son polémicos, incluso, podrían entenderse como violentos. ¿Cómo encarás esa relación con la realidad?

—Yo trato siempre de que el público se divierta, no herir a nadie, no incomodar, sino por el contrario. Mi función, creo, como artista y como persona, es llevar, en esas dos horas, a que todo el mundo se divierta, la pase bien, haga el personaje que haga. Dentro de la variada cantidad de personajes, nunca hubo un enojo; por el contrario, el público se siente muy a gusto.

—¿Nadie te hizo llegar una objeción a tus imitaciones?

—Dos veces, nada, en la vida. Una vez con Paulina Rubio, que se había enojado porque no le habían avisado que yo la iba a hacer, pero después se dio cuenta de que era con buena onda y estuvo todo recontra más que bien. Y después, otra vez, Mariana Nannis, pero también es parte del folklore del personaje de Mariana. Entonces lo tomé así, como una nada.

—Buena parte de tu carrera está construida junto a tu marido y productor, Norberto Márquez. ¿Cómo es ese vínculo?

—A nosotros siempre nos preguntan: “¿Cómo hacen ustedes, que duermen juntos, trabajan juntos? ¿Cómo hacen?”. No sé si hay una fórmula. Como cualquier pareja, tenemos discusiones. Y no existe eso de no llevar el trabajo a la casa. Él me conoce a mí como a nadie, y yo, a él. Entonces también hacemos un muy buen equipo de trabajo. Sin mi marido, no sé si hubiese llegado a donde llegué, y viceversa. Nos complementamos muy bien.

—Construir el éxito es difícil. ¿Cómo es sostenerlo?

—Uno nunca tiene que decir: “¡Qué exitoso que soy!”. Hay que disfrutar los momentos. Este año, cumpliendo diez años con mi propia compañía, doy gracias a Dios que el público ha estado todos estos años acompañándome en las salas, tanto en Mar del Plata, Carlos Paz, como en resto del país. Pero no me subo a ningún caballo. Por el contrario, sé que en esta carrera podés estar ahí arriba y después pueden venir mesetitas y después podés volver a subir. Así que no hay que creérsela nunca. No hay que dejar de estudiar nunca y no hay que perder los pies de la tierra. Hay que manejarse siempre como si uno estuviera empezando. De hecho, mucha gente me dice: “Pero vos sos la misma que empezaste hace, no sé, 18 años”. Sí, ¿y por qué voy a cambiar? ¿Por qué debería cambiar? Mantenerse así me parece que es lo más sano.

—Llegaste a construir tu propia compañía. ¿Qué expectativas tenés a futuro?

—Yo nunca fui de ponerme metas medio largas o medianas. Nunca en mi vida y, menos ahora con todo esto que pasó en los últimos dos años. Más que nunca hay que vivir el momentismo absoluto, el minuto a minuto, y disfrutarlo. Con todo esto que ha pasado mundialmente, nadie puede hacer planes. Lo mejor y más sano es disfrutar el momento.

Los tiempos de cristina 

­—¿Cómo recordás el tiempo en que hiciste de Cristina Fernández, en el programa de Jorge Lanata?

—Fantástico. Fue un antes y un después en mi carrera. Me dio un impulso muy, muy grande. Nunca pensé que ese impulso iba a llegar en el medio de un contexto de un programa político, no me lo imaginé nunca. Como artista no imaginé que iba a estar en un programa con tanto rating, que íbamos a hacer esa química tan especial con Jorge, y que me iba a cambiar, que iba a impulsar mucho mi carrera. Así que lo disfruté mucho. Vinieron varios Martin Fierro con eso, vinieron cosas muy lindas.

—¿Qué sentimientos te despierta esa Cristina Fernández, el personaje?

—A todos mis personajes, los quiero, los respeto, los cuido, porque son míos, son creaciones mías. Les pongo todo mi corazón y los hago con buena leche. Me puedo equivocar, por supuesto, pero son mis personajes. Entonces a todos les pongo profesionalismo, dedicación, empeño.

—¿Y qué sentimientos te produce la Cristina Fernández, a la que imitás?

—Como actriz, no puedo decir “Juanita no me cae bien, entonces la voy a hacer mal porque no me la banco”. Eso hablaría muy mal de mí como actriz. Yo tengo que ser lo más objetiva posible con todos mis personajes, desde el más chiquitito hasta el más grande. Tengo que ser lo más objetiva posible, porque yo estoy interpretando a una persona. Entonces no puedo delirar y bajar línea o hacer lo que se me cante el tuje o tirar mala onda o faltar el respeto: eso hablaría muy mal de mí. Tengo que reflejar lo que siento que el inconsciente colectivo tiene de esa persona, y creo que no me equivoco.

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