La leyenda del cine argentino

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No es habitual que haya una película dedicada a un director de fotografía. Pero Félix Monti es una institución del cine argentino que rompe los esquemas.  Nacido hace 84 años en La Quiaca, Jujuy, el “Chango” -como se lo conoce en el ambiente local e incluso internacionalmente- este profesional talentoso y experimentado es también un entrevistado amable y muy atento: escucha concentrado cada pregunta, piensa antes de contestar, es claro y por lo general conciso. Su calidez y su temperamento apacible quedan en evidencia en Chango, la luz descubre, el entrañable documental de Alejandra Martín y Paola Rizzi que se exhibe en las pantallas de cine en Argentin, y que no es otra cosa es un merecido homenaje a este artista de la luz que Pino Solanas define en sus declaraciones en la película como, sin dudarlo, “un pintor”. 

Chango, la luz descubre se exhibirá todos los domingos de junio en Malba Cine (Av. Figueroa Alcorta 3415). Será una gran oportunidad para conocer detalles de la vida y la obra del director de fotografía de las dos únicas películas argentinas que ganaron un Oscar (La historia oficial, de Luis Puenzo, en 1985, y El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, en 2009), y que además sigue en actividad: ha finalizado otra vez un largometraje de Ariel Winograd, El gerente, alargando una sociedad con el famoso cineasta que incluye las comedias Mi primera boda, Sin hijos, Permitidos y Mamá se fue de viaje. La comedia y el drama en el cine, una puesta teatral exigente como la de la versión de la obra de Roberto Arlt La farsa de los ausentes que dirigió Pompeyo Audivert en el Teatro San Martín: Monti se mueve con autoridad en más de un terreno. Por eso su trabajo ha sido premiado muchas veces a lo largo de sus décadas de trayectoria: la Fundación Konex, el Fondo Nacional de las Artes y el año pasado el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata reconocieron el valor de su arte. En Mar del Plata le dieron el Astor Piazzolla por su prestigiosa trayectoria. ¿Se sentirá el Chango algo así como un Piazzolla de la fotografía cinematográfica? “¡Ojalá!, exclama él. “Me gusta mucho el tango y me gusta mucho Piazzolla. Sería un sueño lograr en mi trabajo lo que él logró en el suyo”.

—Ahora se estrena esta película que celebra su trabajo y en la que aparecen muchos testimonios que manifiestan también su admiración: Pino Solanas, Lita Stantic, Luis Puenzo, Pompeyo Audivert, Juan José Campanella y Ariel Winograd, entre otros. Gente con la que tuvo experiencias en común. ¿Qué sintió cuando lo vio?

—No tengo palabras para describir lo que sentí. Primero, fue una sorpresa muy grande que se haga esta película. Yo estoy encantado, tengo un compromiso emocional muy fuerte con las directoras, que hicieron un gran esfuerzo para producirla y dirigirla. No puedo decir más. Para mí no es normal verme en pantalla.

“Una vez que encontrás una mirada propia, te hacés fuerte desde ahí” 

—¿Cuándo observa su carrera en perspectiva, cómo ve los inicios y cómo cree que fue evolucionando?

—Al principio es todo descubrimiento. Una búsqueda de cómo decir algo y la sorpresa de encontrarlo. Después, a medida que pasa el tiempo, te vas endureciendo. En cierta forma sabés dónde tenés que estar parado, desde qué momento mirar o cómo mirar. Cuando arrancás estás siempre buscando. Una vez que encontrás una mirada propia, ya te hacés fuerte desde ahí. 

—¿Tuvo que negociar sus puntos de vista cuando el director no estaba del todo de acuerdo? 

—Para el director de cine Andréi Tarkovski el fotógrafo era el coautor de una película. Y en cierta forma el trabajo de transformar un texto literario en imágenes produce coincidencias y separaciones con un director de cine. Cómo contar una historia a través de imágenes, esa es la discusión. Y ahí está también el mayor riesgo en la relación con los directores. Hubo gente con la que me sentí muy bien, muy cómodo: Pino Solanas, María Luisa Bemberg, Luis Puenzo, ahora con Winograd… Y otros con los que ese proceso de búsqueda fue más complicado. Con María Luisa en Yo, la peor de todas me sentí cocreador de esa película, sentía la cercanía con su búsqueda artística y también la cercanía con ella. Con Pino lo mismo: interpretaba su búsqueda y tenía una relación muy estrecha, una vida común fuera del cine.

“El digital no llega a tener la dulzura de trabajar con fílmico”

—¿Cómo se gestionan las diferencias en un rodaje?

—Tratando de no llegar nunca al lugar de la ruptura. La idea es que yo pueda encontrar desde dónde piensa el autor principal de la película, que es el director. Entender desde qué punto de vista lo está pensando, o desde qué punto del escenario está viendo la escena, en caso del teatro. Yo evito el conflicto, intento principalmente comprender lo que el director pretende.   

—En su trabajo ¿prefiere: las dudas o las certezas? 

—Prefiero la duda. Si no se duda no se está vivo. Pienso que siempre trabajamos sobre el límite entre el conocimiento y la búsqueda. No hay siempre algo exacto y concreto que ya tenés dominado en el cine. Te encontrás todo el tiempo con incógnitas, algo que es bueno, porque eso enriquece. No hay que tenerle  miedo a la duda ni a equivocarse. Es parte de la obra en sí, es lo que le da riqueza y la alimenta. 

—Son experiencias muy distintas las del cine y el teatro, ¿no?

—Bueno, el cine tiene una ventaja: la lente y la cámara siguen una estructura, o siguen a un personaje, y es fácil acentuar un momento: con un zoom, o con un plano detalle. En el teatro, en 360 grados tenés que manejar el interés de la mirada hacia ciertos puntos, anular de la percepción del público un 70% del escenario para volcarlo al 30% que necesitás narrar. Son lenguajes distintos. En cine yo trabajo más con atmósferas generales, y en el teatro hago algo más sutil, menos visual, digamos. El cine necesita el coqueteo con la imagen, el teatro creo que no. 

—¿Fue muy fuerte el cambio para usted cuando el digital desplazó al fílmico como formato estándar para el cine?

—El digital no llega a tener la dulzura del fílmico, que te permite trabajar de otra forma las luces y las medias luces. Pero lo importante es qué estás contando, no el elemento que usás para contarlo. Más que las herramientas que usás para hacerlo, importa lo que contás.  

—¿Se ha cansado alguna vez de la rutina de los rodajes?

—No, para nada. Al contrario: a mí me hace vivir el rodaje, cada vez que arranco uno nuevo me empieza a circular la sangre en las venas con más energía. Me gusta mucho mi trabajo: construir una escena técnicamente, desarrollar la interpretación de una escena que imaginó un director… Marcello Mastroianni decía que se había pasado la mitad de su vida como actor esperando. Y es verdad: hay muchos tiempos muertos en los rodajes. Pero yo lo disfruto desde el principio hasta el final. 

Las referencias ineludibles

Para muchos directores de fotografía de otras generaciones e incluso para jóvenes aspirantes a dedicarse a ese trabajo, Félix Monti es una referencia ineludible. Ha sido convocado a lo largo de su extensa carrera, con décadas de experiencia, por artistas de mucho renombre en el mundo del cine. Esa lista incluye a nombres como el actor Robert Duvall, José Luis Garcia y la enorme Lucrecia Martel. Desde hace mucho tiempo, el Chango es respetado y observado como modelo hace años. Y muy querido. Pero entonces la pregunta que aparece es obvia: ¿cuáles son los modelos en los que se fija él? ¿qué ha inspirado a la luz que inspiró al cine argentino? Monti señala sin dudarlo ni un segundo: “Ricardo Younis y Pablo Tabernero fueron muy importantes en la etapa de mi formación. Y después el expresionismo, Gregg Toland (el director de fotografía de El ciudadano), Néstor Almendros y Sven Nykvist. Me gustan aquellos profesionales que trabajan en un estilo que, como dirían los franceses, se puede definir como ‘realismo poético’. Del trabajo de Nykvist puedo hablar mucho porque soy muy fanático del cine de Ingmar Bergman. Creo que vi Fanny y Alexander unas diez veces en toda mi vida. Me gusta mucho más ir al cine, por supuesto, que ver películas en mi casa. Eso sí lo tengo claro. En tu casa estás siempre rodeado de ruidos, de interrupciones. De repente una luz se prende en otra habitación y te desconcentra. El ritual del cine en el cine es algo único”

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