“Queríamos una historia de personajes”

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En un mundo, diría un trailer berreta, donde los documentales son básicos, son artículos ilustrados con imágenes, la llegada a Netflix de Los ladrones: La verdadera historia del robo del siglo, es más que bienvenida. La historia todos la saben. 2006, Acassuso, Banco Río: cuatro hombres entrar a robar y se convierten en la leyenda más celebrada del crimen argentino. El director Matías Gueilburt logra lo que nunca se había hecho: que Fernando Araujo, Mario “Vitette” Sellanes, Rubén “Beto” De la Torre y Sebastián García Bolster hablen de su robo. No solo eso, que hasta recreen escenas. ¿Había un límite sobre como avanzar en una propuesta así? Gueilburt: “La verdad que no nos pusimos un límite. Lo que hicimos fue permitirnos viajar un poco también en la historia. De alguna forma lo que sentíamos es que la historia tenía muchas capas. En primer lugar estaba el robo, que ya se había retratado, en libros y películas. Nosotros queríamos ir más profundo, queríamos una historia de personajes. Entender sus decisiones, entender como cuatro tipos se meten en algo de estas características”. Y suma el dato más impactante: “Conocerlos fue un proceso largo, la confianza. Que diran la cara y contarán fue un proceso. Viajar a Uruguay y conocerlo a Vitete durante 15 días. Empezar a contarle la libertad con la que queríamos construir el universo de cada historia que nos iban contando. Te diría que lejos de los límites, tuvimos mucha libertad. No estábamos atados a nada específico”.

—¿Cómo logran ese acceso tan exclusivo?

—Se fue construyendo un poco esa cosa de rockstar. Ellos son tipos que ya hicieron su condena, y que poseen cuatro universos prsonales muy distintos. Mundos de clase media, mundos no contados. Entender que más allá de la plata, en algunos de ellos hay una mirada diferente del mundo. De la Torre pagó con condena, y hoy se reinserta en la sociedad. Ellos, les guste o no, tienen hoy ese otro rol de “los ladrones del siglo”. Todo este recorrido, todo, incluyendo el documental, les genera algo raro. Por ejemplo, Vitete se insertó también.

—¿Qué los sorprendió a la hora de construir algo así?

—Aparecieron muchas cosas. Primero la profundidad de poder entrar en la mirada de ellos. Uno no imagina en los hacedores de un robo tal nivel de reflexión. Aquí aparece en los cuatro, y aparece desde diferentes lugares. Sobre lo hecho, sobre lo construído y sobre su propia historia. La primera vez que lo conocí a Fernando Araujo me sorprendió. Nosotros ya habíamos trabajado con temáticas duras. Con sicarios, con sobrevivientes. Uno entendía ese universo, y eso es una maravilla de la profesión. Pero diciendo esto, me sorprendió Araujo. Me empezó a contar, y me aparecía la duda: ¿cómo convences a otros tres tipos que vas a llevar a cabo tal robo y salir por un túnel, y toda esa ingeniería, que iba construyendo en su cabeza? ¿Como convences a gente con experiencia de ladrones y a gente con nada que ver con el relato? Ya eso podría haber terminado mal, ni hablar del robo. Ponele que no podían romper esa pared que les permite fugarse… es otra historia. Ver a Fernando y su capacidad de líder fue algo que me sorprendió. Y el nivel de detalle: como repensaban una y mil veces cada cosa.

—¿Cómo logran que más allá del relato ellos se involucren al punto de hasta recrear escenas del famoso robo del siglo?

—Ese era el desafío. Contarles lo que iba procesando y que quería volar al delirio. Es una historia, y por eso se hicieron los libros y películas, extremadamente visual. Yo quería llevar más a los personajes a ese límite: quería que actúen su propia historia. Era decirle a Beto De la Torre que iba a entrar a un banco otra vez. Cuando actúan, están actuando. Me podrían haber sacado corriendo, y después de un proceso de estar con Vitete en Uruguay, él accede a las escenas que pueden verse en el film. El tiempo de la pandemia permitió hablar mucho con ellos y ayudó a llevarlos a los límites.

El laboratorio experimental de la pandemia

“La pandemia para nosotros fue un laboratorio experimental” dice Matías Gueilburt. Y suma: “No todos los proyectos te permiten un laboratorio a fin de pensar cada escena y cada imagen, y pensar cómo lo vas a trabajar. Y encima delirar. Tanto Nico Trovatto, el director de fotografía, Fer Chali, la directora de arte, eran parte de un equipo con mucho entusiasmo”. Uno de los instante más impresionantes fue el ingreso a los túneles cloacales reales donde los ladrones lograron el ingreso y el escape del banco. Ese registro implicó que ellos vuelvan al sitio, y hasta jornadas de 12 horas en ese lugar. Suma Gueiburt: “Fue entrar a esos lugares con gomones reales. Yo quería encontrar lo que a él le pasaba cuando fumaba marihuana, y cambiaba la escena. Entonces hubo que llevar luces distintas y más cosas, algo que fue una gran producción”.

“Lo que se fue haciendo fue encontrar que querían hacer. Fernando nunca había dado la cara, por ejemplo. Si el robo había sido espectacular, esto no podía ser más de lo mismo. Lo fui a filmar a la casa, y en un momento él me pregunta a mí ‘¿cómo te imaginas el documental?’. Y yo le empecé a contar, porque ya lo tenía casi plano a plano construído. Y en un momento me doy cuenta que él me está grabando a mí, le conté todo, me fui vacío, y no le saque nada ese día. Él me sacó todo a mí. La idea era no reactuar cada secuencia, sino entrar al corazón de cada una de las escenas, y ese fue un trabajo de ir escuchando, de convencer y de ver que las cosas funcionan. Después que Vitette sale en esa escena, que ya sabrán cual es, en el set nos pusimos a aplaudir, nos emocionamos. Ellos nos entregaron todo a nosotros en ese sentido, y nosotros no podríamos estar más que muy agradecidos”.

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