Tor, en alemán. Gol, en castellano y en portugués. De eso ha vivido José Paolo Guerrero durante sus casi dos décadas de carrera profesional. Doscientos veintinueve tantos con las camisetas del seleccionado peruano y de los seis clubes en los que jugó, en Alemania y Brasil, son la carta de presentación con la que llega a Racing para esta temporada. Sin embargo, hay un número que hace pensar que las mejores jornadas del atacante de 39 años son parte del pasado: ya transcurrieron 527 días desde la última vez que sacudió los piolines de un arco en un encuentro oficial.
“Necesito prepararme y tener una pretemporada, como todo el mundo”, aseguró Guerrero el lunes, cuando llegó a Buenos Aires. Ahí anida otra de las grandes incógnitas que sobrevuelan al delantero nacido en Chorrillos, 20 kilómetros al sur de Lima. En los últimos dos años dio el presente en apenas 36 encuentros, solo en seis disputó los 90 minutos y en 20 no completó siquiera un tiempo en el campo. Todo ello con el preocupante telón de fondo de una rodilla derecha aquejada por varias lesiones en los últimos años.
Argentina será el tercer país en el que se afincará el Depredador durante su trayectoria profesional, que se desarrolló íntegramente fuera de su tierra. Cuando todavía se desempeñaba en las divisiones formativas de Alianza Lima, a las que se había incorporado cuando tenía ocho años, fue detectado por un cazador de talentos de Bayern Múnich. En esos días, otro peruano, Claudio Pizarro, se destacaba en el conjunto bávaro y abría puertas para sus compatriotas. Por ellas ingresó Guerrero en septiembre de 2002 y luego lo harían Jefferson Farfán, Carlos Zambrano y Luis Advíncula, entre otros.
En su primer año en Alemania, Guerrero marcó ocho tantos en 18 partidos en el segundo equipo del Bayern, que militaba en la cuarta división y era dirigido por el legendario Gerd Müller, máximo anotador en la historia de la Bundesliga (hizo 365). “Gerd quería mucho a Paolo, hasta le ofrecía chocolates por cada gol”, contó hace algunos años Petronila Gonzáles, madre del atacante. Las golosinas dieron rédito, ya que en la campaña siguiente convirtió 21 veces en 24 encuentros y eso lo catapultó al equipo principal, en el que entonces jugaba Martín Demichelis.
El 23 de octubre de 2004, el peruano tuvo su estreno en la primera división: fue en una victoria 2 a 0 ante Hansa Rostock. Ese día ingresó a los 10 minutos del segundo tiempo por el iraní Vahid Hashemian y asistió a Mehmet Scholl en el segundo tanto. Fue el primero de los 45 partidos que disputó con el Bayern, con el que, desde un lugar secundario, fue bicampeón de la Bundesliga y de la Copa de Alemania y con el que también ganó la Copa de la Liga y la Supercopa alemana.
Con las posibilidades limitadas por la presencia de delanteros como el holandés Roy Makaay, el paraguayo Roque Santa Cruz y su compatriota Pizarro, Guerrero optó en 2006 por pasar a Hamburgo, el equipo en el que jugó durante seis temporadas (183 encuentros y 51 goles) y logró la consolidación en Europa. Sin embargo, en ese período también protagonizó algunas situaciones complicadas vinculadas con su fuerte temperamento.
En abril de 2010 fue suspendido por cinco partidos y multado por 20.000 euros por lanzarle una botella a un espectador que lo había insultado tras un partido ante Hannover. Y en marzo de 2012 recibió una sanción de ocho encuentros tras ser expulsado ante Stuttgart por una violentísima falta sobre el arquero Sven Ulreich.
Además, durante su estadía en Hamburgo sufrió su primera lesión grave, aunque le ocurrió durante un partido con el seleccionado de su país ante Venezuela: en septiembre de 2009 padeció la rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda. Para colmo, tras hacer parte de la recuperación en Perú, demoró más de un mes y medio en regresar a Alemania porque la fobia a volar le impedía abordar un avión. Para superarlo, recibió asistencia de un psicólogo enviado por su club.
Pese a sus buenos rendimientos, a que era uno de los jugadores mejor pagos del plantel de Hamburgo y a que todavía tenía dos años de contrato, el delantero decidió abandonar Alemania y viajar a Brasil para sumarse en julio de 2012 a Corinthians, que unos días antes se había consagrado campeón de la Copa Libertadores venciendo a Boca en la final. Así comenzó una década de labor en ese país.
Con el Timão, el romance fue casi inmediato. Sobre todo porque el peruano fue el gran artífice de la obtención del Mundial de Clubes en diciembre de 2012: marcó el gol de la victoria en la semifinal frente al Al-Ahly egipcio y también convirtió el único tanto en la final ante el Chelsea de Rafa Benítez. Fue la última vez que un equipo no europeo consiguió ese trofeo.
Tres años le bastaron para convertirse en el máximo goleador extranjero en la historia de Corinthians (hizo 54 en 130 partidos y así superó a Carlos Tevez, que hizo 46) y en el máximo anotador de esa década para el conjunto de San Pablo. En mayo de 2015, se mudó a Río de Janeiro para vestir la camiseta de otro gigante: Flamengo. Y en octubre de ese año fue el primer jugador peruano en ser incluido en la nómina de candidatos a ganar el Balón de Oro de la FIFA que finalmente quedó en manos de Lionel Messi. En el Mengão vivió sus últimos años de plenitud y celebró sus últimos títulos: el Campeonato Carioca de 2017 y la Taça Guanabara de 2018.
En simultáneo con su desempeño en Alemania y Brasil, Guerrero fue un pilar del seleccionado de su país desde su debut, con apenas 20 años, el 9 de octubre de 2004 en un partido que el combinado dirigido por el brasileño Paulo Autuori perdió 1 a 0 con Bolivia en La Paz por las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 2006. Sus años en el equipo nacional coincidieron con un resurgir de Perú.
Con la camiseta albirroja, el delantero participó en cinco ediciones de la Copa América (fue subcampeón en Brasil 2019 y tercero en Argentina 2011 y Chile 2015). Pero indudablemente el momento cumbre fue la clasificación para un Mundial, el de Rusia 2018, tras 36 años de ausencia. De todos modos, el período que transcurrió desde el final de las Eliminatorias y el certamen ecuménico fue un vía crucis para el Depredador.
El 3 de noviembre de 2017, ocho días antes del partido de ida del repechaje ante Nueva Zelanda, la FIFA lo suspendió provisionalmente por un mes luego de que en un control antidoping realizado tras un partido ante Argentina en la Bombonera se detectara en su muestra benzoilecgonina, un metabolito de la cocaína. Según argumentó la defensa del jugador, había sido consecuencia de la ingesta de un mate de coca.
Ese fue el primer paso de una disputa legal que fue escalando. El Tribunal de Arbitraje Deportivo terminó suspendiéndolo por 14 meses, una pena que le hubiese impedido disputar el Mundial, pero una intervención de última hora del Tribunal Supremo Federal de Suiza dejó en suspenso la sanción y permitió que participara en el torneo. En esa Copa del Mundo, Guerrero convirtió un gol en el último partido del grupo C ante Australia, cuando el equipo dirigido por Ricardo Gareca ya no tenía chances de avanzar a los octavos de final.
Ya lejos de sus días de gloria, los últimos tres años de la carrera del máximo anotador en la historia del seleccionado peruano (37 en 102 partidos) han sido bastante opacos. En agosto de 2020, cuando se desempeñaba en Inter de Porto Alegre, sufrió una rotura en el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha durante un partido contra Fluminense. Como consecuencia de ello, permaneció inactivo siete meses.
Volvió a jugar en marzo de 2021, pero en junio debió someterse a una artroscopía en la misma rodilla para revisar el estados de la articulación. Apenas un puñado de encuentros pudo disputar ese año antes de que una nueva lesión en la misma zona lo obligara a parar. Antes del final de ese año, se desvinculó de Inter.
Después de un semestre sin contrato, en julio de 2022 fue presentado como refuerzo estelar del modesto Avaí de Florianópolis. “Esperamos que sea nuestro diferencial para conseguir los puntos necesarios para lograr nuestro objetivo, que es la permanencia”, se ilusionó Júlio César Heerdt, presidente del club del estado de Santa Catarina. Pero no fue más que una ilusión.
Guerrero vistió la camiseta blanquiazul apenas 427 minutos en 10 partidos, en los que no marcó goles. Solo dos veces logró permanecer los 90 minutos en el campo. Su último partido fue el 2 de octubre de 2022, cuando jugó 22 minutos contra Atlético Goianiense. Luego otra lesión en la rodilla derecha le impidió volver a saltar al terreno. En noviembre se desligó de Avaí, que terminó penúltimo en el Brasileirão y descendió a la Serie B.
Muchas veces su nombre se mencionó como posible refuerzo de Boca. En el vigente mercado de pases fue ofrecido a Godoy Cruz y también se lo vinculó con Alianza Lima y Colo-Colo. Sin embargo, terminó acordando con Racing. Ahora tendrá dos grandes retos: primero, domar a su rodilla derecha y ponerse en condiciones para jugar; luego, reencontrarse con el gol, su viejo amigo. Su último festejo fue hace 17 meses, el 15 de agosto de 2021, en la victoria 4 a 2 de Inter sobre Fluminense por la 16ª fecha del Brasileirão.