“A siete cuadras de la cancha y a siete de la sede. Ahí, en el medio, vivo yo”. Leandro Stillitano duerme con su familia en el corazón de Avellaneda, a pasos del estadio de Independiente. Pero nació y creció en Gerli, en la calle Sarmiento, entre Cangallo y Carabelas. Ahí empezó a conocer íntimamente al club que hoy le permite tener su primera experiencia como técnico principal en la máxima categoría, después de haber sido colaborador de Ariel Holan y de Gustavo Quinteros.
“Mi papá había jugado en Inferiores en el Rojo y llegó a entrenar con el Bocha en la época de Pastoriza. Yo jugué al baby en Estrella de Echenagucía y nos llevaban a todos los partidos de Independiente”, dice Stillitano, mate en mano, en una charla profunda con Clarín.
Su termo está decorado con stickers de sus hijas mellizas y de Diego Maradona, su ídolo mayor. Ceba y sigue contando: “Mi papá, que ya no lo tengo en vida, me decía: ‘En ese club hay que jugar siempre bien y después ganar’. Eso me quedó muy grabado”. Se reconoce hincha y socio de Dock Sud, equipo en el que jugó y se retiró temprano, a los 26 años. Pero confiesa un sentimiento muy especial por Independiente, por el viejo, por su infancia, por el barrio, por sus amigos fanáticos, por los recuerdos de los veranos en la pileta.
De adolescente vio el debut del Palomo Usuriaga desde la tribuna, quedó revolcado junto con su tío y uno de sus hermanos tras una avalancha por un gol del Negro Jorge Martínez en un 2 a 2 contra Deportivo Español y dijo presente en la última función de la Doble Visera, ante Gimnasia de Jujuy. Y si no tenía plata para una entrada, se metía en el segundo tiempo cuando abrían las puertas de la cancha.
Stillitano es el vecino de Avellaneda que cumplirá el sueño de saltar del otro lado del mostrador para dirigir a Independiente en el LDA-Ricardo Enrique Bochini. De eso, de los primeros informes que le hacía a Holan (de quien luego fue ayudante en el Diablo, entre otros clubes), de sus aspiraciones y de sus ideas, de todo eso habla el DT del Rey de Copas a días del debut oficial, el sábado con Talleres en Córdoba.
-Se ve que Independiente te marcó a lo largo de tu vida, ¿te removió muchos recuerdos este nuevo desafío?
-Sí, me marcó. Tuve la suerte de salir campeón como asistente de Holan acá y de conseguir buenos resultados. Ahora tengo este orgullo de ser el DT. Pero tengo un recuerdo muy especial del día en que me tocó ir al estadio del Rojo con Defensa y Justicia, porque era la primera vez que iba con otro equipo profesional. Entrar por el barrio en el micro, ir por la puerta visitante… Fue algo shockeante para mí. Ganó Independiente 1-0 con gol de Martín Benítez. Recuerdo todo de ese día, desde que llegué hasta que me fui. Y lo de ahora me removió todo, más que nada lo familiar. Por eso no dudé un segundo cuando me llamaron.
-¿Cómo fue?
-Fue un día martes, yo estaba en Santiago de Chile, llevando a mis hijas al colegio y les dije que yo les devolvía la llamada. No sabía el motivo, sí se había confirmado unos días antes que Gustavo Quinteros no agarraba. Cuando me dijeron… Hasta recuerdo en qué tramo de la avenida Kennedy iba, ja. Quedé shockeado. “¿Estás seguro que me llaman a mí?”, pregunté. Cuando me encontré con mi mujer me vio a la cara y se dio cuenta de que algo pasaba. Yo estaba feliz. Iba caminando y me reía solo. Se resolvió todo muy rápido, firmamos los papeles y nos vinimos con las dos nenas y 17 valijas. Hay decisiones que no hay que pensarlas mucho. Conozco el club, sabía a dónde iba a venir, me aclararon la situación de entrada y ahora estamos acá.
-¿El haber estado del otro lado del alambrado te hace saber muy bien lo que quiere la gente de Independiente?
-Sí. Eso es una gran ventaja que tengo porque sé lo que quiere el hincha. Sé lo exigente que es Independiente. Fernando Cáceres vino a ver el último amistoso y me dijo que él había vuelto de Europa y quiso jugar acá por lo exigente que era. Que diga eso un jugador de su nivel es porque realmente es así. Tenemos la suerte y el privilegio de que venga seguido a hablar el Bocha y cuenta anécdotas de cuando él jugaba en Inferiores. Uno trata de capitalizar todo eso. Hoy estamos conformando un equipo nuevo con la idea de que los jugadores sientan la identificación con el club.
-A Doman le preguntaron hace poco si el éxito de Scaloni sin experiencia previa le había servido para jugársela por vos. ¿Creés que lo de Scaloni rompió con una estructura y que eso puede ayudar a que muchos se la jueguen por nombres sin pergaminos? ¿A vos te influyó en tu decisión?
-Yo iba aceptar con los ojos cerrados más allá de todo. Con Scaloni tenemos en común las iniciales, ja. Lo de Scaloni rompió con todos los paradigmas. Y deja en claro que a veces hay que estar en el lugar justo, en el momento indicado y preparado para lo que viene. Lo que hizo en la Selección es de una magnitud de la que todavía no tomamos consciencia. Fabián (Doman) y Pablo (Cavallero) fueron muy claros conmigo y me dijeron que esto no era una apuesta, que una apuesta era ir a jugar al casino. Me dijeron que este era el inicio de un proyecto para hacer una reestructuración en el plantel. La economía de Independiente no está al nivel de Boca, River o Racing y el club se decidió por mí y fue muy claro a dónde apunta.
-El ciclo de Holan dejó una marca en el club, ¿vos venís a retomar ese camino o a imponer tu impronta?
-Cada entrenador tiene su manera de gestionar. Ariel dejó una huella muy fuerte. A ese Independiente le sacabas la camiseta y le ponías una pechera y sabías que era Independiente. Yo apunto a eso, a generar ese sentido de pertenencia. Que lo hinchas se sientan identificados. Pero todos somos diferentes. Yo me formé con Ariel y continué con Gustavo Quinteros. Ambos tienen en común que son ganadores, miran el arco de enfrente. Esa es mi idea.
-¿Qué tipo de DT creés que sos ahora y que DT querés ser?
-Creo que soy un entrenador simple y a futuro me gustaría ser más simple. Quiero darles las indicaciones justas a los jugadores para resolver en ataque y para neutralizar al rival en defensa. Tengo muchísimos partidos y tuve la suerte de ganar cinco campeonatos, pero como asistente. Ahora empieza mi realidad como entrenador principal y apunto a volcar todo lo que adquirí y sumarle mi impronta. En lo simple está lo bueno y a veces darles muchas indicaciones a los jugadores puede ser contraproducente.
-¿Qué absorbiste de Holan y de Quinteros?
-De Ariel, la metodología de trabajo. En el caso de Gustavo, es muy simple en los conceptos que les baja a los jugadores y muy inteligente para modificar los partidos desde afuera.
-¿Y en general a qué técnico admirás?
-Uno miraba a River por Gallardo. Mi último partido en Colo-Colo fue con River. Fue el penúltimo de Marcelo. Le golpeé la puerta y hablamos de todo, de fútbol y de la vida. Le dije que tenía la posibilidad de venir a Independiente y se quedó sorprendido. “¿De qué depende?”, me preguntó. Le dije que dependía de mi decisión y me respondió “no lo dudes”. Me quedó muy marcado. Me gustan los entrenadores que proponen y que arriesgan, pero que también saben defender.
-¿Es más difícil armar la planificación de un partido o lograr el liderazgo de un grupo?
-Creo que una cosa termina siendo consecuencia de la otra. Si uno planifica bien, le muestra a sus jugadores los defectos y las virtudes, lo entrena en la semana y luego pasa en los partidos uno pasa a ser creíble. En el día a día hay que mostrar liderazgo. No es fácil, pero no es imposible. Hoy en Independiente los jugadores están con vibras positivas y eso nos hace mejor nuestro trabajo. A mí me gusta enfocarme en mi equipo lunes, martes y miércoles y mirar al rival jueves y viernes.
-¿Este recambio masivo te beneficia porque todos arrancan desde cero?
-Esto es parte de todo el cambio que se dio en el club. No es que hay una economía de guerra, pero sí hay que cuidar todas las fuentes de ingreso. Lo que más me gusta es que todos los jugadores que vinieron quieren jugar en Independiente. Los grandes no son muchos, Rey, Marcone, Laso y Cauteruccio, pero estamos conformes porque son los que van a llevar el rumbo de lo que es Independiente. Y hay compromiso de los más chicos.
-El equipo mostró buenas cosas en los amistosos y la gente ya se empezó a ilusionar. ¿Está bien eso o es apresurado?
-La ilusión tiene que estar siempre. Estoy tranquilo porque lo que han demostrado en el campo es lo que entrenan. No nos ponemos objetivos. Lo principal es que los hinchas se sientan identificados, como ya empezaron a hacerlo con lo que vieron. A partir de ahí hay que construir cosas nuevas. Es todo nuevo. Hay chicos nuevos que no tienen la magnitud de lo que es Independiente y lo van a empezar a vivir a partir del sábado porque seguro Independiente va a llenar su tribuna en Córdoba. No es una presión sino una responsabilidad linda.
-¿Que no negociás?
-Sacrifico. Entrega. Que el grupo esté por delante de una individualidad. Que se maten por el compañero. Eso es lo que tratamos de bajarle como cuerpo técnico. Cuando tengan la pelota van a jugar bien porque son buenos jugadores. Pero la actitud nunca se puede negociar.
-¿Lo anotás a tu Independiente entre los candidatos?
-Si hay un torneo de bochas Independiente lo tiene que pelear. Acá se está armando algo nuevo, paralelamente el club se está intentando sanear. El famoso campeonato económico. Quizá no se saben todas las cosas que el club está saldando y eso impide que podamos traer a algún jugador de determinado nivel. Con Pablo Cavallero y la Secretaría Técnica hemos visto más de 700 jugadores para tratar de achicar el margen de error. Yo quiero que los jugadores que vengan quieran estar en Independiente. Nos ha pasado que alguno tardaba o titubeaba y ahí yo prefería buscar a otros. Si duda, afuera. Yo quiero que sientan lo mismo que siento yo: a mí me llamaron y no me importó el dinero ni nada. Me encargué de asegurarme que los 31 que están entrenando quieran estar acá.
-¿Tenés la idea de hacer un trabajo a largo plazo?
-En el fútbol es muy difícil hablar de largo plazo. Pero yo como licenciado en Recursos Humanos creo en la continuidad de los proyectos. Obvio que en el medio pasan cosas y puede haber desvíos. Pero cuando un entrenador puede tener continuidad no solamente se logran resultados sino que se potencian jugadores. Pasó en River, en Defensa y Justicia, en Lanús, en Banfield, en Vélez, que ahora está vendiendo jugadores en millones de dólares. Apuntamos a eso. Estoy confiado porque noto que el club quiere eso también.
-¿Hay un objetivo último quieras alcanzar?
-Sí, pero prefiero no decir nada. Piano, piano. Este club siempre persigue la zanahoria mayor. Uno visualiza esa zanahoria. Hoy estamos lejos, pero vamos caminando despacio. Iremos haciendo cimientos fuertes.
De sus días como jugador, a su inicio como DT y una anécdota inédita con Holan
Leandro Stillitano supo jugar en el Ascenso, pero su carrera fue fugaz. A los 21 años quedó sin club ya que en Tristán Suárez no le firmaron contrato. A eso se le sumó el fallecimiento de su papá. Quedó con su mamá y sus dos hermanos menores. Por ese motivo desechó una oportunidad de ir a Independiente Rivadavia de Mendoza. Trabajaba en el INTA (Instituto Nacional de Energía Agropecuaria) y necesitaba el ingreso.
Retomó el fútbol en Primera D, en Lugano. “Ahí aprendí el verdadero sentido del fútbol amateur, irnos de pretemporada a Chascomús en tres o cuatro autos, juntar plata entre todos”, recuerda. A los 25 años pasó a Dock Sud, club del cual es hincha, y un año después decidió colgar los botines. “Quería estudiar Recursos Humanos. Me recibí en cinco años”, explica.
En ese momento, a sus 29, empezaría su camino como entrenador. Gabriel Ostanelli, actual presidente de San Martín de Burzaco, lo llevó como mánager allí porque habían descendido a la D y él conocía la categoría. Al tiempo, el técnico Guillermo De Lucca (que hoy es ayudante suyo en Independiente) lo sumó a su cuerpo técnico. Unos meses después de que se fuera De Lucca, Stillitano quedó como DT.
“A la mañana entrenaba, a la tarde trabajaba y a la noche iba a la facultad. Terminaba muerto. Así estuve un año”, cuenta. Ganó los primeros cuatro partidos, incluido el clásico con Claypole de visitante, y se quedó dos temporadas. Ya le había picado el bichito de entrenador.
A los 15 ya ayudaba a su papá, que fue técnico en Dock Sud y en Brown de Arrecifes: “En TN Deportivo pasaban los goles del Ascenso y lo grababa para analizar las imágenes y ayudarlo a mi papá con esos análisis. Yo iba incorporando cosas. Lo vi sufrir mucho a mi papá por el fútbol como me pasa a mí ahora”.
Mientras avanzaba su aventura en San Martín de Burzaco, Stillitano sentía que le faltaban recursos. “Yo quería que mis jugadores salieran jugando pero no sabía cómo explicárselos. Hablé con Omar Sarif, que jugaba en Banfield, para pedirle permiso para ir a ver el entrenamiento. Estaba Almeyda como DT. Matías lo autorizó y fui. Ahi me lo crucé a Ariel Holan, me lo presentaron y empezó nuestra relación”, relata.
Una fractura de escafoides jugando al fútbol con amigos lo obligó al reposo en su casa. Pero no se quedó quieto. “Fui todos los días a ver los entrenamientos de Banfield. Ahí aprendí muchas cosas. Ariel me pidió que le armara un informe de Primera D. Luego le hice de la C y me pidió que hiciera de la Primera B y que lo veamos con Alejandro Kohan porque él ya se quería largar solo. Al tiempo me llevó con él a la Reserva de Banfield”, revela el comienzo de su historia con el Profesor, con quien ganaría posteriormente la Copa Sudamericana 2017 y la Suruga Bank 2018 en Independiente.
Y regala una anécdota inédita de esos días de trabajo con Holan en el lado rojo de Avellaneda: “Un día jugamos con San Martín de Tucumán y yo hacía el rival. Le pasé el informe a Ariel y le dije la formación. Cuando le menciono que como delantero estaba Luciano Pons, Ariel se quedó. Agarró su bolsito y empezó a revolver papeles. De pronto sacó el primer informe que yo le había hecho de la Primera D. Luciano Pons jugaba en Argentino de Rosario y tenía 22 años en aquel momento. Me lo mostró, ‘es este’, me dijo. Le di la mano y le dije ‘chau, me voy a mi casa’. Esos son los detalles que me quedaron de Ariel. No es lo mismo saber que no saber”.