El conflicto hace a la vida y, claro, al teatro. Ya sabemos, mal parafraseando a Marx, que la lucha es el motor de la historia. En este caso la lucha libre, el catch, ese show que combina deporte, acrobacia, circo, interpretación y sensacionalismo es una hermosa metáfora creada por Gustavo Gotbeter sobre cómo ficción y realidad se imbrican en nuestras vidas.
Quienes vivimos los años 80 no podemos olvidar la fascinación por esos personajes al borde del delirio que subían al cuadrilátero a castigarse más o menos de verdad. A mis ojos de niño el patetismo, la violencia y las características delirantes de cada personaje me llenaban de contradicciones. Esos tipos enormes, panzones, barbudos, envueltos en vendas y máscaras; la ingenua lucha entre el bien y el mal; la injusticia de los árbitros corruptos, las piruetas torpes, las acrobacias asombrosas, los estrambóticos nombres de las tomas, los relatos épicos y la ruptura sistemática del espacio hacían de la lucha un espectáculo hipnótico. ¡Qué sorpresa descubrir que esos componentes son ingredientes que viven desde hace mucho tiempo en mis obras!¡¡Qué maravilla descubrir en recónditos lugares de la memoria y del cuerpo, vestigios de impresiones niñas que como huellas, cicatrices o estampas vuelven a desplegarse casi a pesar de uno mismo!
Cuando me llegó la obra me dije “este material no es para mí”. Prejuicios que a uno muchas veces le ganan. Gracias a la insistencia y confianza de Manuel Lorenzo, que interpreta a La Momia, y a la enorme apertura y generosidad de Gustavo, en sucesivas lecturas descubrimos que lo que en un principio sugería cierto realismo ingenuo podía ser un material rico en guiños universales y profundos. Que arriesgando un poco, jugando, la obra podía ser divertida, dinámica y bestial. El realismo quedó de lado.
El juego, la ruptura, el caos y la fascinación se imponen. El entrenamiento, el ensayo y el humor despiertan fuerzas dormidas, siempre.
En este desandar y volver a andar la obra descubrimos que la eterna lucha entre el bien y el mal que se plantea en cada combate es un espejo distorsionado de la lucha sin cuartel que libramos cada día con nuestra sombra. Reconocimos el carácter mimético que nos determina y nos volvimos a preguntar sobre ese complejo mecanismo. Volvimos a cuestionarnos sobre ese proceso por el cual cada cosa contiene en sí a su propia negación. Y a divertirnos haciendo teatro.
Con Santi Cejas, El Abominable Hombre de las Nieves del Sur, con quien comparto el camino de pensar y diseñar los abordajes pedagógicos de nuestra escuela Malvado Colibrí, estamos obsesionados en investigar las maneras en que nos relacionamos con el público según el material y el contexto de la situación escénica. Aquí el desafío fue doble porque la obra plantea un mundo agobiante, casi claustrofóbico (el departamento de Pedro, un ex luchador entrado en desgracia que recibe la visita de quien fuera su compañero y mejor amigo luego de la muerte del mentor de la troupe). ¿Cómo encontrarle juego? ¿Cómo provocar al público? ¿Cómo hacerlo parte? La obra en otros momentos se rompe y vuelve a la magnificencia, el patetismo y espectacularidad de las noches de apogeo del show. Allí nos sentimos más seguros. Dar el tono de la relación que queremos abrir al público, del abrazo al que invitaremos a nuestros espectadores y espectadoras en cada momento es de una incertidumbre inquietante y gozosa que solo podremos testear en cada función.
Catch, última pelea es la historia de dos amigos, de dos “hermanos”, que comparten las noches de gloria, los excesos y el ocaso. La traición y la muerte de un padre injusto o de un mentor genial, caprichoso y mezquino. Es un mundo de opuestos complementarios, de lucha, de vestuarios y confesiones en el que me resultaba fundamental que existiera un punto de fuga. Una mujer (Rocío Panozzo), una silueta, una presencia que ronda y que de alguna manera advierte que en ese universo en que nunca es clara la frontera entre realidad y ficción, violencia y amor, derrota y éxito, lo único real es la inminencia de la muerte. Catch es una obra de luchadores que enfrentan su vida con el traje del personaje que les tocó. Como cada uno de nosotros.
*Arano es el director de Catch, última pelea.
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