Riquelme y Palermo, la historia de la sociedad perfecta que dejó atrás la rivalidad y se reencuentra en la Bombonera

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El domingo, cuando su equipo, Platense, enfrente a Boca por la cuarta fecha de la Liga Profesional de Fútbol, Martín Palermo regresará a la Bombonera para un partido oficial después de nueve años. Si bien ya ocupó dos veces el banco visitante como entrenador (con Godoy Cruz en diciembre de 2012 y con Arsenal en abril de 2014), será la primera vez que lo hará durante la gestión de Jorge Amor Ameal. Y de Juan Román Riquelme, su otrora socio perfecto y también némesis en sus tiempos de futbolista, con quien en los últimos años supo reconstruir un vínculo que se había hecho añicos.

“A Palermo se lo recibirá como se merece. Es uno de los ídolos más grandes de Boca. Yo fui un afortunado de jugar con él, me ha hecho disfrutar mucho y me ha dado alegrías como compañero y como hincha. El domingo, sin dudas va a disfrutar de volver a su casa, porque la Bombonera es su casa”, avisó Riquelme el jueves. Fue una respuesta protocolar del vicepresidente de la institución, pero que también evidenció que entre ambos ya no existe la hostilidad de antaño.

La tirria nunca fue un secreto y los propios protagonistas la reconocieron. “No teníamos la mejor relación, pero convivíamos porque había una prioridad por encima de todos, que era Boca. Siempre buscábamos ganar. Si hubiésemos perdido, los medios habrían dicho que era porque Palermo y Riquelme estaban distanciados”, contó el exdelantero en octubre pasado.

Riquelme saluda a Palermo, entonces entrenador de Godoy Cruz, antes del inicio de un partido entre el Tomba y Boca en Mendoza en junio de 2013. Foto: Delfo Rodríguez
Riquelme saluda a Palermo, entonces entrenador de Godoy Cruz, antes del inicio de un partido entre el Tomba y Boca en Mendoza en junio de 2013. Foto: Delfo Rodríguez

Las diferencias no impidieron que durante los siete años y medio en que compartieron plantel en Boca formaran una dupla inigualable que le dio al club cuatro títulos locales (los torneos Apertura de 1998, 2000 y 2008, y el Clausura de 1999) y cuatro internacionales (las Copa Libertadores de 2000 y 2007, la Intercontinental de 2000 y la Recopa Sudamericana de 2008).

Durante los primeros tres años y medio, desde que el Titan llegó desde Estudiantes de La Plata a mediados de 1997 (Riquelme había debutado el 10 de noviembre de 1996 en una victoria 2 a 0 sobre Unión) hasta que partió a Villarreal en enero de 2001, el vínculo fue armonioso, de la mano de los éxitos deportivos y del manejo del grupo de Carlos Bianchi, el gran hacedor de aquel equipo multicampeón. En ese tiempo, también fueron compañeros en el seleccionado argentino que dirigía Marcelo Bielsa.

Al momento de hallar el punto de quiebre, muchos apuntaron a la final de la Copa Intercontinental de 2000 ante Real Madrid, en Tokio. La leyenda asegura que dos días antes de ese encuentro, Palermo le pidió a Bianchi que incluyera en el equipo a Guillermo Barros Schelotto y no a Marcelo Delgado como su compañero de ataque, algo que habría molestado a Riquelme, histórico compinche del Chelo. En ese partido, Delgado jugó desde el arranque y dio la asistencia para el primero de los dos goles del delantero (la otra fue de Román).

El equipo de Boca que derrotó a Real Madrid en Tokio, con Riquelme y Palermo a la cabeza. Foto: Archivo Clarín.
El equipo de Boca que derrotó a Real Madrid en Tokio, con Riquelme y Palermo a la cabeza. Foto: Archivo Clarín.

Sin embargo, algunos integrantes de aquel plantel negaron esa versión. “Eso fue mentira. Martín nunca le pidió a Bianchi eso”, aseguró el año pasado Cristian Traverso, quien también señaló que si bien existían “distancias” entre algunos jugadores, eso no había quebrado el grupo. “Yo concentraba con Román y jugaba al pool y a las cartas todos los días con Guillermo (Barros Schelotto) y Martín. A veces teníamos un colaborador que nos traía comida porque nos agarraba hambre a la noche y venían todos a comer a la habitación”, ejemplificó.

Algo similar recordó Rodolfo Arruabarrena, quien no llegó a disputar aquella final de la Intercontinental (había sido vendido a Villarreal a mediados de 2000), pero sí había sido un puntal en aquel ciclo. “Cuando me fui, no había ningún tipo de problema. Después me enteré de que decían que había una diferencia cuando se jugaba la final contra Real Madrid, pero no era así. Había afinidades, pero no grupos. Yo veía que había relación y ellos se hablaban constantemente”, contó en marzo de 2020.

Los dos ídolos estuvieron separados durante seis años, aunque se cruzaron en algunos campos de juego mientras se desempeñaban en España e incluso Riquelme, cuando llegó a Villarreal en 2003, alquiló la vivienda que pertenecía a Palermo, quien había sido cedido por el Submarino Amarillo al Betis. Tuvieron un breve y fructífero reencuentro en el primer semestre de 2007, cuando el enganche fue cedido a préstamo por el club de la Comunidad Valenciana y fue pieza clave para la obtención de la Copa Libertadores de ese año. Y volvieron a unir sus caminos cuando el 10 regresó definitivamente a principios de 2008.

Juntos, Palermo y Riquelme obtuvieron ocho títulos en Boca. Foto: Archivo Clarín.
Juntos, Palermo y Riquelme obtuvieron ocho títulos en Boca. Foto: Archivo Clarín.

Por entonces, el vínculo ya estaba sumamente deteriorado. Lo contó Rodolfo Arruabarrena, quien recordó su retorno al país ese año, tras ocho temporadas en España y Grecia: “Quise organizar un asado con excompañeros, pero tuve que hacer dos diferentes porque no había una sintonía entre ellos”. También el uruguayo Álvaro González, quien rememoró sus primeros días en el club: “Entré a un vestuario difícil, con gente que no se decía ni ‘buen día'”.

En ese plantel había dos bandos bien diferenciados: el que se referenciaba en Palermo y que reunía a buena parte de los hombres más experimentados (Sebastián Battaglia, Rodrigo Palacio, Claudio Morel Rodríguez, Mauricio Caranta, Leandro Gracián) y el de quienes se alineaban con Riquelme, con Hugo Ibarra a la cabeza y algunos de los jóvenes que daban sus primeros pasos en el equipo mayor (Javier García, Lucas Viatri). Los primeros apenas ocultaban su fastidio por los supuestos privilegios de los que gozaba Román.

En octubre de 2008, ese conflicto larvado estalló. Primero Caranta le manifestó su fastidio a Carlos Ischia, entonces DT del equipo, y terminó separado del plantel. Apenas unas horas después, el paraguayo Julio César Cáceres, quien estaba en su país para disputar un partido por las Eliminatorias para Sudáfrica 2010, hizo explotar la bomba.

Riquelme y Palermo junto a Lucas Castromán durante la pretemporada de Boca en enero de 2008 en Tandil. Foto: Jorge Sánchez.
Riquelme y Palermo junto a Lucas Castromán durante la pretemporada de Boca en enero de 2008 en Tandil. Foto: Jorge Sánchez.

“Riquelme es una persona complicada y algunos compañeros se molestan por sus actitudes. En algunos partidos él aparenta correr. Debería trabajar un poco más. Si uno no está bien, debería dar un paso al costado. La diferencia entre Riquelme y Palermo es que Martín tiene 34 años y hace la pretemporada a la par de un chico de 17, nunca pone mala cara. Él sí puede ser líder del grupo”, disparó el marcador central.

La respuesta de Román, de volea, tardó apenas un rato en llegar: “Es raro, este tipo trota al lado mío, come en mi mesa, se me hace el simpático. Que un compañero haga lo que hizo… Yo no lo puedo defender más a este muchacho. Solo quiere causar más problemas en nuestro vestuario”. No faltaron quienes creyeron, incluido el 10, que las palabras de Cáceres eran un dardo envenenado que había partido desde el cuartel de Palermo.

Desde entonces, fueron socios dentro del campo y adversarios fuera de él. Esa brecha quedó en evidencia el 12 de abril de 2010, cuando Boca derrotó 4 a 0 a Arsenal por la 14ª fecha del Torneo Clausura. Ese día, a los 10 minutos del primer tiempo, Riquelme, desde una posición inmejorable para definir, prefirió asistir a Palermo, quien abrió el marcador y así alcanzó su 219° tanto con la camiseta azul y oro, superó la marca que desde 1938 pertenecía a Roberto Cherro (218) y se convirtió en el máximo anotador en la historia del club. En el festejo, el mediocampista y el delantero no se saludaron.

“Cuando hago un gol, trato de abrazarme con el que me dio el pase y con los otros compañeros. Sé lo que se vio y sé lo que pasó. Pero no tengo que salir a decir nada de ese tema. Me hace sentir incómodo, no me interesa entrar en conjeturas. Que cada cual saque sus propias conclusiones”, sostuvo Palermo tras el partido. Román optó por el silencio.

Así siguieron hasta que Palermo se retiró en junio de 2011. Ocho meses más tarde, el 4 de febrero de 2012, tuvo su partido despedida. En la Bombonera estuvieron Bianchi y buena parte de los emblemas del Boca multicampeón: Arruabarrena, Ibarra, Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, Carlos Tevez, Diego Cagna, Jorge Bermúdez, Mauricio Serna, Óscar Córdoba, Roberto Abbondanzieri, Rolando Schiavi y Clemente Rodríguez. ¿Riquelme? No. “No lo invité porque no teníamos una buena relación”, justificó el goleador. Tres años después, compartirían el césped en la despedida de Sebastián Battaglia.

Palermo y Riquelme se saludan durante el partido despedida de Sebastián Battaglia en julio de 2015. Foto: Juano Tesone.
Palermo y Riquelme se saludan durante el partido despedida de Sebastián Battaglia en julio de 2015. Foto: Juano Tesone.

Más allá de las tensiones, los dos siempre reconocieron los méritos deportivos del otro. “Palermo fue el mejor 9 de los últimos 20 o 30 años del fútbol argentino”, lo elogió en 2017 Román, quien lo ubicó encima de quien sería el ganador del Balón de Oro en 2022: “(Karim) Benzema es un jugador técnicamente increíble, pero son más la veces que le erra al arco que las que van al arco. Palermo no le erraba nunca”.

Semanas después, el delantero recogió el guante: “Jugar a su lado me hizo ser el jugador que fui. Si Román se lo hubiese propuesto, habría sido uno de los grandes jugadores de Europa. Lo que logró en Villarreal lo podría haber repetido en Barcelona o donde él hubiese querido”.

El paso de los años fue limando las asperezas y permitió un acercamiento. Si bien nadie puede considerarlos amigos, han tendido un vínculo de respeto. Eso permitió, por ejemplo, que Palermo levantara el teléfono y se comunicara con Riquelme en enero del año pasado, cuando dirigía a Aldosivi, para pedirle la cesión de algunos juveniles (finalmente fueron prestados el arquero tucumano Agustín Lastra y el defensor juninense Nicolás Valentini). Y que repitiera el procedimiento este verano para llevar al delantero Maximiliano Zalazar a Platense.

Incluso el Consejo de Fútbol, con Riquelme a la cabeza, barajó el nombre de Palermo en julio del año pasado, cuando buscaba un reemplazante para Sebastián Battaglia y antes de optar por la continuidad de Hugo Ibarra. Nadie descarta que el Titán pueda ser el técnico de Boca más temprano que tarde. Por lo pronto, esta tarde regresará al banco visitante de la Bombonera, donde se espera un gran recibimiento de parte de la dirigencia y los hinchas. Seguramente desde su palco, unos metros sobre la cabeza del exdelantero, lo observará Román.

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