“La música define lo humano”

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He interpretado a Gustav Mahler casi toda mi vida, y me pone muy feliz ser parte de esta aventura junto a Romeo Castellucci, es un trabajo bastante único. Es un placer volver a Buenos Aires para estos conciertos y la verdad que tengo muchas ganas de que sea un éxito y algo que la ciudad recuerde por mucho tiempo”: Charles Dutoit tiene ganas de volver a Buenos Aires, una ciudad que conoce, y mucho. Pero este regreso del director orquestal suizo se hace un marco quizás, para una carrera tan legendaria como la de él, nuevo: Resurreción, el show que abre fuera del Teatro Colón, la temporada del teatro Colón y que lo tiene a él conduciendo la Sinfonía Nº 2 de Gustav Mahler, convertida en una puesta excepcional gracias al trabajo de Romeo Castellucci, un maestro de la escena actual. En el Pabellón Ocre de La Rural, podrá verse los días martes 7, miércoles 8 y jueves 9 de marzo este lanzamiento que implica también un paso gigante del ciclo Colón en la Ciudad, una de las consignas de la dirección artística de Jorge Telerman. Fue el mismo Telerman quién vió la puesta de Castellucci en el Festival de Aix-en-Provence, quienes coproducen el evento, y fue él quién activó rápidamente para contar con la ayuda fundamental de la Embajada de Italia en Argentina y el Instituto Italiano di Cultura di Buenos Aires (que trabajaran a lo largo del año con el Colón bajo el título Divina Italia). El mismo Telerman ha declarado que también está puesta es parte de la celebración de los 40 años de Democracia. Pero hoy PERFIL tiene el lujo de hablar con Dutoit, que pasó por nuestro país hace poco para tocar Concierto para piano y orquesta en Sol, de Maurice Ravel, junto a Martha Argerich, alguien muy importante en su vida (son ex-pareja, incluso, y es famosa la historia que después de firmar el divorcio ambos se fueron juntos a almorzar y al cine). Desde Canadá, Dutoit habla con PERFIL sobre el evento.

—Es una puesta tan particular a una pieza tan particular de Gustav Mahler ¿qué ha implicado, entonces, esta puesta a la hora de pensar en la interpretación de esta pieza y como la altera el contexto planeado?

—La que vamos a tocar una sinfonía muy importante del siglo XX. Se siente actual, siempre sucede con Mahler, pero es importante entender su profundidad y las preguntas que se hace. Habla de una resurrección, pero no en un sentido bíblico, no en el sentido de Cristo renaciendo, si no que altera esa percepción del término. Se habla de una obsesión, de Mahler, con la vida y con la muerte. Mahler siempre cuestionó una idea complicada y simple a la vez: ¿qué es la vida y qué es la muerte? ¿Qué implica la vida y que implica la muerte? Entonces eso lleva a entender muchos rincones de esta pieza, que por ejemplo se hacen preguntas sobre incluso el más allá: si uno no cree en ningún tipo de más allá, entonces, ¿qué significa esa muerte? ¿Son nuestros muertos nuestras cenizas? Mahler se cuestiona mucho estas ideas. Cuando todos morimos, vuelvo a ideas de Mahler, y que son usadas en el imaginario popular, no hay diferencia entre el rey y el méndigo, todos vamos a estar juntos. No habrá juicio. Solo habrá una gran unión en el amor, que es la solución a la muerte, que es el círculo de la vida. 

—Dijiste que lo que hace romeo Castellucci con la puesta en escena en esta interpretación es importante ¿dónde crees que nace esa importancia y por qué quizás esa importancia adquiere un tono distinto en nuestro país? 

—No diría que es un concierto, diría que es una experiencia. Una que lidia con un problema terrible, como siempre lo es una fosa común y que implica, sin importar el momento del mundo, y, claro, todo lo contrario, entendiendo la importancia y lo que representa en algunos momentos del mundo una fosa común. Por eso, la sinfonía implica muchos momentos contra esa idea: una celebración de la muerte, y después, al seguir cavando, todos estos cuerpos aparecen, y esto es extremadamente dramático. De una forma extraña y poderosa, como suele ser el arte, Castellucci creó su puesta antes de la guerra de Ucrania. Pero cuando veo lo que ha hecho, cuando veo esta invasión sobre Ucrania, y lo que ha implicado para nuestra existencia, y cómo interrumpió la vida cotidiana en Ucrania, llevando adonde antes había una vida como la nuestra calamidades como la tortura, la muerte, el miedo permanante y otras cosas que nacen de la guerra, no puedo dejar de pesar en su actualidad. Entonces ese ascender otra vez, es muy hermoso escuchar esta música durante este show, porque termina siendo tremendamente conmovedor pero también nos conecta con aquello que nos permite definir nuestra humanidad, esa capacidad de que algo nos emocione y que esa emoción nazca de nuestra conexión con lo que sucede y principalmente, con el entendimiento de lo que ha sucedido.  

—Sos uno de los intérpretes de Mahler de mayor experiencia con su obra. Entonces, ¿qué crees que hace a sus composiciones algo tan contemporáneo y que habla de manera directa con nuestro presente en el mundo?

—Eso se da precisamente porque siempre tuvo un acercamiento filosófico a su obra. Hay que entender que cuando Mahler se acerca a su muerte, su música muy pronto deja de ser un éxito. Incluso podría decirse que su música fue olvidada. Y lo fue durante muchas décadas. Entonces a finales de los años 40, y especialmente durante los años 60, su música volvió a hacerse popular, y también creo que influye que desde aquel momento no es difícil creer que estamos viviendo el fin del mundo. Esa sensación creo ha ayudado al rescate de su obra. Mahler estaba obsesionado con esos temas. Creo que su popularidad se debe a que su música conecta con sentimientos, muy muy profundos, que cada ser humano tiene, y que no solo no cambian con el tiempo, si no que se acrecientan: ahora tenemos información, supuestamente, pero la sensación de deriva, de no saber hacía donde va el mundo está absolutamente presente y es completamente avasalladora. Y define a una era, no solo a los miedos individuales que uno pueda tener. ¿Qué va a pasar? ¿Cómo seguimos? Mahler se hacía esas preguntas, se cuestionaba, y por eso sigue ahí, sonando. Sus ideas resonaban con la Primera Guerra Mundial, se amplificaban con la Segunda Guerra Mundial, y así. La gente necesita está música, creo en eso. La música, en fin, es siempre fantástica. Por ejemplo, esta mañana estaba escuchando a Bach, y realmente fue maravilloso. Me dio esperanza, me hizo creer un segundo en otro mundo. Me hizo creer que el mundo se dirigía en la dirección correcta. Solo la música puede elevarte a ese lugar de esperanza que pone en escena todo lo que esperas del mundo, y quizás hacerte sonreír.

La trayectoria de un gigante

—¿Qué sentís que has descubierto de la música en tu carrera como director de orquesta?

— Yo llené mi vida con la música de Mahler. Desde 1962 lo escuchó, e incluso antes. Hasta antes, y escuchaba cosas muy difíciles de hallar de él, antes de que volviera a estar de moda. He conducido todas sus obras, varias veces algunas, en diferentes lugares del mundo. Toda su obra. Por ende, más allá de lo que representan, por supuesto que tengo un vínculo muy cercano, una conexión, con su trabajo. He interpretado más de 2000 de sus trabajos. Es algo que me ha dado, y esto es difícil de explicar, una cercanía con él, el creador, la sensación que desde descubrir en su música es un viaje que me permite adentrarme en lo profundo de su ser, y eso al mismo tiempo vuelve a vos, a tu cuerpo. Te das cuenta que tenía preguntas que todos teníamos. Yo tengo la fortuna de seguir dirigiendo música, y de nunca haber sentido algo parecido a nostalgia por el pasado. Tampoco, por ejemplo, siento que sea un buen momento para la música que interpreto: sin querer sonar como la edad que tengo, siendo que hay una cruza de experiencias. Por un lado, una gran cantidad de estímulos, de cosas disponibles todo el tiempo. Pero por otro, la ausencia de paciencia, casi un culto de la impaciencia. La cultura siempre necesita arraigarse, vivir entre nosotros, tener profundidad. Ahí es donde la modernidad, o los tiempos modernos, o como queramos definir esto, juega en contra de la tradición Siento igual que las grandes piezas tienen una forma tan contundente de conmover que solo es estar en el mismo espacio que ella para entender su hermoso y humano poder.

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