Xi Jinping obtuvo el viernes un inédito tercer mandato como presidente de China tras una votación de la Asamblea Nacional Popular (ANP) y se abre así un período de cinco años que estará enmarcado en un complejo contexto global que incluye las tensiones con Estados Unidos, la disputa con Taiwán y la guerra en Ucrania, además de desafíos económicos en el propio país asiático.
La reelección en octubre pasado de Xi como líder del Partido Comunista Chino (PCCh) y de las Fuerzas Armadas, sumada a su ratificación en la presidencia, lo convierten en el líder más poderoso del país desde el fundador de la República Popular China, Mao Tse-Tung.
El escenario geopolítico y los desafíos intramuros con los que Xi renueva su poder hacen crecer las preguntas sobre las características de este nuevo mandato, cuyo objetivo para este año -anunciado al inicio de la ANP- es crecer un 5% en 2023, aumentar el 7,2% el gasto militar, además de mantener la modernización, relaciones internacionales y los avances que caracterizaron las últimas décadas del país.
Esto supone rupturas y continuidades respecto a la última década en la que gobernó Xi, afirmó a Télam el historiador y sinólogo argentino Francisco Taiana.
Un nuevo modelo político
“Una ruptura principal estará expresada en el modelo político e institucional que se venía concretando en las últimas décadas”, sentenció el académico.
Hasta el año pasado, el modelo político chino estaba determinado porque el líder del país era la persona que concentraba tres cargos clave: secretario general del PCCh, presidente de la Comisión Militar Central y de la República Popular, con un mandato de cinco años que permitía una reelección.
Fue el caso de Jiang Zemin (1993 a 2003), de Hu Jintao (2003 a 2013) y ahora de Xi (desde 2013), que tras una reforma constitucional, eliminó la limitante de los dos mandatos y quedó en posición de poder reelegirse potencialmente de manera indefinida.
“Allí tenemos una ruptura del modelo político, un cambio institucional”, insistió Taiana.
Las relaciones exteriores
Por otra parte, aunque es difícil especular a cinco años, “es razonable suponer que en temas como las relaciones exteriores veremos continuidad, en parte porque muchas de las políticas exteriores chinas se basan en cuestiones estructurales”, explicó.
“China es el principal exportador del mundo y la segunda economía, pero también un gran importador de petróleo y el principal importador de alimentos, por lo que la relación simbiótica entre su economía y la del mundo está ya muy establecida”, añadió.
A partir de este vínculo con las economías alrededor del mundo y del acceso a esos mercados, particularmente con América Latina, Taiana apostó a una “continuidad de sus políticas”, al argumentar que la relación de China con la región es más “dependiente de factores estructurales” que política.
El historiador y docente aclaró igualmente la complejidad de hablar de Latinoamérica como un bloque monolítico, ya que cada país tiene sus particularidades.
“Es difícil, por ejemplo, que México tenga una gran relación con China. Son países que compiten en varios planos, por lo que la orientación política del Gobierno mexicano es superfluo: ambos son grandes productores manufactureros, con mano de obra bastante barata, y que compiten por acceso a ciertos mercados, entre ellos el estadounidense”, manifestó.
La creciente tensión entre Washington y Beijing
Consultado sobre la creciente tensión entre Washington y Beijing, por la resistencia del primero a perder su histórica hegemonía sobre la región, y la búsqueda china de incrementar su influencia, Taiana recordó que en esta pulseada “hay tres actores en juego”.
“Están los chinos y estadounidenses, pero también los latinoamericanos. EEUU es la potencia hemisférica, sin duda. Su poderío militar es por ahora supremo, sobre todo en términos navales, y es además una potencia con proyección de poder global, mientras China tiene un gran poder, pero una proyección de poder mucho más limitado”, precisó
Sin embargo, en esa disputa no hay que desdeñar que “mucho va a depender de la voluntad de los propios gobiernos latinoamericanos”, dijo, y recordó que con todo su poder, Washington “no pudo en 70 años modificar la situación en Cuba”.
Por lo anterior, del lado chino, el experto no vislumbró un viraje en la región “sino más bien continuidad de las políticas actuales, es decir: inversiones en infraestructura, energía, y desarrollo de mercados locales”.
“China va a continuar empleando sus recursos para asegurarse que ese intercambio siga siendo fluido y aumente con el tiempo. Esa es su principal estrategia”, aseguró, y recordó las instituciones multilaterales con las que China se vincula a la región (Brics, el Foro China-Celac) y la firma de varios acuerdos de entendimiento por la iniciativa de la Franja y la Ruta.
Los desafíos internos
En términos de desafíos internos, uno muy importante para Xi -prosiguió Taiana- se vinculará a la necesidad de dar grandes saltos cualitativos a su matriz productiva.
“Ya el año pasado, el XIV Plan Quinquenal establecía el concepto de la `doble circulación`, el incremento no solo del comercio, sino también del mercado interno”, explicó.
Un plan que, a pesar de las complicaciones que trajo la pandemia de Covid-19, “sigue siendo el mismo”.
También destacó el desafío demográfico: “Después de varias décadas de la política de hijo único, el país tiene una pirámide poblacional compleja, ya que su población llegó a un pico, que según expertos empezó un declive que se espera continúe por décadas.”
Este se traduce en que “no hay suficientes personas de entre 20 y 50 años para que tengan suficientes hijos, por lo que este desafío chino se traduce en cómo hacer que la economía siga creciendo si la población se achica”.
El plan para superar este punto contempla el reemplazo en los próximos 20 años de 300 millones de puestos con tecnología, inteligencia artificial y automatización, pero este objetivo se inserta en un contexto de crecientes tensiones con EEUU, lo que puede determinar un obstáculo al acceso a ciertos avances tecnológicos.
Taiwán, una de las 20 economías más grandes del mundo
Consultado sobre Taiwán, la isla cuya soberanía reclama Beijing bajo el principio de una sola China que reconocen diplomáticamente varios países, entre ellos la Argentina, pero que tensó la relación con Washington, Taiana no vislumbró grandes cambios, al menos en el corto y mediano plano.
“En términos estratégicos, hoy por hoy no está garantizado que Beijing tenga la capacidad de retomar Taiwán en los plazos que harían falta, es decir, antes de una posible intervención estadounidense o japonesa”, señaló.
Esto, por varias razones: “Taiwán es una isla grande a unos 150 kilómetros de la costa china en un estrecho que en una época del año tiene tifones y en otra hay neblina. Está armado hasta los dientes, es una isla montañosa y es una de las 20 o 25 economías más grandes del mundo”.
Si bien el ejército chino, “se viene sofisticando mucho en los últimos años con muchas innovaciones, además de la expansión de su marina, y con capacidades en aumento, EEUU registra esto y continúa reforzando las capacidades convencionales de Taiwán”.
Por último, Taiana subrayó que esa tensión se desarrolla “en el contexto de la guerra de Ucrania, que es una guerra que complejiza el tablero internacional, y que tras más de un año, no tiene un fin previsible”.
“Una guerra cuyas consecuencias ya se ven en Europa, en Eurasia y que puede afectar mucho la recuperación de la economía global”, concluyó.
Pese a los desafíos, el FMI elevó su pronóstico para el crecimiento chino en 2023 a 5,2% en enero, 0,8 puntos porcentuales más que su proyección de octubre, impulsado por un repunte en el consumo privado, un pronóstico que Taiana considera “dentro del margen de lo razonable”.