En su documento de identidad figura como Norberto Alfredo Gurvich, pero se transformó musicalmente en Paz Martínez, eligiendo los apellidos de su madre Fortunata. Para los amigos cercanos es simplemente Beto, con 50 años de trayectoria como cantante, compositor y autor. El sábado 23 de septiembre a las 20.30 empezará su despedida desde el escenario del teatro Gran Rex bajo el título de ¿Cómo se dice adiós ?…”
Imposible no asociarlo con grandes éxitos que incluso acompañaron novelas populares como “Y qué” para Padre coraje o Mujer de nadie. Sus temas fueron interpretados por Armando Manzanero, Mercedes Sosa, María Martha Serra Lima. Estela Raval, Valeria Lynch y la lista es interminable. “Nací en San Miguel de Tucumán pero me trajeron a los seis años –cuenta- mi padre era porteño, un bolchevique como todos los gráficos y mi madre tucumana. Mi viejo era muy simpático, un gran tipo y me regaló la primera guitarra”.
—¿Por qué despedirse?
—Prefiero despedirme y no que me despida el escenario. Entiendo que muchos artistas se queden hasta las últimas consecuencias, puede ser por cuestiones económicas o porque necesitan el contacto. Me encanta cantar pero hace mucho tiempo que me da vuelta la idea de dejar. No es una decisión apresurada. Con seguridad voy a visitar provincia, por provincia, porque siempre fueron muy afectuosos conmigo. Tengo lo que no tiene la mayoría de los artistas: el cariño de la gente. Probablemente porque nunca me sentí un artista. Soy un tipo que canta bien y que está dotado para escribir canciones. Un músico que sube al escenario con mi personaje: Paz Martínez. Cuando me bajo vuelvo a ser Beto. Creo que es una forma de protección, ya que la fama es puro cuento. Es mejor decir adiós cuando se está pleno. Sigo cantando mis canciones en el mismo tono en el que las grabé hace treinta o cuarenta años. Dios me ha cuidado, pero no lo dejé solo en la tarea. No trasnocho y no voy a fiestas del ambiente.
—¿Será tu primera vez en el escenario del teatro Gran Rex?
—Solo sí. Estuve hace muchos años junto a María Martha Serra Lima. Pasé por todos los teatros de la avenida Corrientes. Lo mío no es y nunca será pirotecnia, canto a la emoción de la gente, a los sentimientos, a lo que somos nosotros los seres humanos. Lo mío es y siempre será íntimo.
—Tu pasión por escribir y componer puede continuar…
—Absolutamente, mientras esté bien seguiré. Soy el último romántico, muchos ya se fueron de viaje: Sandro, Leonardo Favio, María Martha Serra Lima o Estela Raval. Con seguridad seguiré escribiendo, pero cuando veo que el Martín Fierro de Oro lo gana Gran Hermano me pregunto: ¿dónde estoy parado? Toda mi vida fui un luchador pero me parece que esto es el límite. No critico al programa. Hay gente que le gusta, pero me pregunto ¿qué pasa? No sólo aquí sino en el exterior.
—¿Tus hijos también se dedican a la música?
—Ahora sólo uno, Mariano, mientras que Melina dio un paso al costado. Tuvieron el grupo Código 54, cuando el teléfono era rey y ese era el número de Argentina. Ella no quiso pagar derecho de piso, ahora se dedica a la formación de los niños. Mi hijo es el director de mi banda, mi manager y también canta. Este es un camino muy difícil, soy un privilegiado. Hay miles de jóvenes con unas condiciones notables, pero no encuentran el camino. Lamentablemente muchas veces la posibilidad para que ellos trasciendan está en manos de personas que no están capacitadas para lidiar con los artistas. No saben nada de música, pero tienen buenas relaciones en las discográficas. Por eso desde hace treinta años soy independiente. La industria de la música es muy preocupante. Respeto a la gente que sabe.
—¿Qué le aconsejarías a alguien que recién empieza?
—Lo primero que le digo es que el camino es durísimo, pero que debe confiar en él, debe estudiar y prepararse en todo sentido. En algún momento deberá golpear las puertas de las discográficas y manejar lo que yo nunca pude. Siempre aclaro que es mi experiencia personal. Recibirá muchos no. Incluso le pasó a Gabriel García Márquez, que una editorial argentina que no le quisieron publicar La hojarasca. Menotti no lo dejó jugar en la selección a Diego Maradona porque era muy chico. Siempre habrá alguien que te dirá que no. Pero el tren pasa todos los días.
—¿Quién te hubiera gustado que interpretara algún tema tuyo y no pudo ser?
—Hay una cantante española, gitana, Rosario, hija de Lola Flores, que me gustaría que cantara algún tema mío. Amo la música gitana y su misterio. Admiro a Paco de Lucía y me mata Vicente Amigo. Cuando fui a España quise aprender como tocan ellos y uno me dijo: “No puedes, porque no eres flamenco”.
—Hoy en día: ¿cuál es nuestra música más representativa?
—Sigue siendo el tango, género que nos identifica como argentinos en el mundo. Nuestro país debe tener más de 200 festivales folklóricos y el resurgimiento fue a través de Soledad Pastorutti y Los Nocheros. Todo forma parte del universo de la música, sumando la urbana y el trap. Para mí la música popular puede ser buena o mala, más allá de su género. Viví treinta años en Monte Grande y un día descubrí a un joven que me deslumbró: Tiago PZK. Empecé a leer sus letras y descubrí que estaban muy bien escritas con el lenguaje actual, más tarde vi que cantaba muy bien. Hay gente talentosa en todos los géneros.
—En 2021 hiciste un streaming: ¿te adaptaste?
—Sí, fue un modo de sobrevivir y levantar la mano para decir: “Estoy vivo”. Siempre el hilo se corta por la parte más delgada y los artistas somos el último orejón del tarro. No me gustó nada hacer el streaming. Fue cantar frente a la nada, vinieron detrás de las cámaras mi mujer y mi hija, para acompañarme. Terminaba de cantar y había silencio. Interpretar debe ser frente al público, te tira energía y es imprescindible. Eso no lo podrá hacer la inteligencia artificial.
—Tus canciones no sufrieron con la deconstrucción de la sociedad, no son machistas…
—Siempre basé mi mensaje en el respeto. Tengo 56 años con mi mujer, Marta, es quien maneja mi carrera. Desde que me pelee con una discográfica fue ella la que me impulsó a independizarme. Somos un puño.
—Compusiste muchos temas: ¿los recordás todos?
—Soy un artista que no necesita ayuda arriba del escenario. Ni tengo atril, ni audífono, es mi modo de exigirme. Tengo grabadas más de 300 y escritas más de 400 canciones y las recuerdo a todas. Amo profundamente el talento de los otros. Incluso le canto sus temas a mis compañeros de comisión directiva de SADAIC. Tengo una memoria excelente, eso es bueno y malo, me acuerdo de todo, en un mundo donde hay más traidores que amigos. Hice cinco sesiones de terapia y aprendí a dejar ir el dolor.
De Ariel Ramírez a Carlos Gardel
En la casa de Paz Martínez, junto al piano tienen prioridad dos cuadros que son de Dyango. Cuenta: “El catalán pinta muy bien, es un artista muy particular. Estudió en la universidad de Barcelona trompeta y violín. Somos muy amigos”. Descubre que sus compositores preferidos son Ariel Ramírez, Carlos Gardel y Mariano Mores.
Integra como tesorero la Comisión Directiva de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) a la que va dos veces por semana. Explica: “Muchas veces me habían convocado y los que estaban afuera denunciaban al directorio. Miraba serenamente, pero vi que estaban Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Julián Plaza y María Elena Walsh. Todas próceres, ahora nos queda solo de esa época el riojano Ramón Navarro y es un privilegio contar con él. No es fácil cobrar el derecho de autor y se reparte en tiempo y forma. Además SADAIC tiene una mutual que le cubre las espaldas de verdad y se paga poco dinero. Con el tiempo el derecho de autor fue cambiando porque el escenario de la música se fue atomizando con las redes. En este momento hay millones de reproducciones de una canción, pero ya no hay CD o discos. No somos un sindicato, no tenemos tantos asociados como para poder presionar. No es un impuesto lo que cobramos sino un derecho, que ahora con la inteligencia artificial veremos cómo hacemos. Estamos estudiando una nueva legislación. Se sumaron al directorio dos mujeres: Teresa Parodi y Marcela Morelo”.