Nadie sabe lo que puede un cuerpo

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Bruce Willis vendió su versión digital. Se retira por cuestiones de salud pero salvaguarda los derechos de imagen de su avatar, que en el futuro será reproducido de manera fiel, perfecta, y con amplia gama de géneros, estados y edades por ciber diseño.

Tuvo suerte, los pioneros siempre le ganan unos centímetros a la corporación: llegó a la fama antes de que los contratos le exijan a los intérpretes resignar previamente esos derechos a favor de la empresa para poder laburar. Y en esta época, -que pronto recordaremos mítica-, en la que los actores y actrices de la industria audiovisual debían aportar todavía saberes auténticos, talentos, habilidades e inteligencias contenidas en su propio cuerpo. Antes de que el diseño virtual llegara de reemplazo, con avatares de presencia absolutamente realista. Pero sobre todo: baratos, que es lo que la corporación requiere. Y dóciles.

Un diseñador generando desde su sillita gamer un elenco completo. De figuras incapaces de exigir nada. Y dispuestas siempre a la ideología que les impriman.

Ojo, no me hago acá el profeta distópico, no me tiren cosas. No hay profecía acá porque no me adelanto a nada, acompaño nomás. Esto ya está sucediendo. Ni hay, por la misma razón, distopía alguna: no hablo de futuro si no de presente.

¿Adónde irán a parar ahora entonces todos los saberes, las habilidades largamente aprendidas, los prodigios actorales? 

Tranquilos. Ahí queda el viejo teatro. Donde nacieron. Siempre dispuesto y esperando con la puerta abierta.

No cabe duda: el teatro es hoy arte del futuro. Alternativa. Por supuesto: en tanto conserven actores y actrices aquellos saberes de tiempo. Esa capacidad de sorprender gracias a todo lo que puede su cuerpo, que es su más auténtico secreto a voces. Y poniendo en claro su dificultad.

Como esos titiriteros de teatro de sombras que exponen el truco desde el principio -para que nadie imagine que se trata de un video vulgar proyectado de atrás-; el teatro se eternizará exponiendo su precariedad para hacer contrastar sus logros. Esa precariedad original del cuerpo vivo que hemos olvidado viendo películas de Marvel.

Estamos reestrenando en estos días nuestro espectáculo La vis cómica en el CCC. Debutamos hace cuatro años, y salvo durante pandemia no hemos parado de hacer funciones. Aquel montaje original da para película épica. En los cinco meses de ensayo dos intérpretes operados de distintas dolencias y recuperados. Otro estresado y a punto de abandonar. Yo agobiado, en observación en una guardia cardiológica. Cuando faltaba una semana al fin para mostrar, el que quedaba, el inefable Cutuli, se nos cae, sí, adentro de una fosa de taller mecánico. Se levanta sin fracturas, insólito, milagroso, pero con dolores tremendos que le durarían semanas. Regresa tullido para el ensayo general, modificamos toda la puesta para reducirle un poco lo más doloroso y salen al ruedo como si nada. Claro: suman entre los cuatro más de cien años de experiencia escénica. Y la hacen valer. El público, que se asombra de las habilidades extraordinarias del elenco, de su histrionismo sin fin, que celebra las críticas y la catarata de premios, ni sospecha las vicisitudes. Mira al espectáculo como si esa armonía fuese un hecho normal. Y no lo es, por cierto. Es definitivamente anormal lo que puede el cuerpo del cómico. Por eso sorprende. Es anormal vencer el dolor. Es anormal su memoria, capaz de recordar horas de texto; la capacidad de hacer reír o llorar con un gesto, la potencia y belleza de una voz trabajada que puede sonar en la última fila como si te hablara al oído. Es anormal el poder supremo de traer al cuerpo propio uno ajeno, materializar la presencia de una ausencia. Es anormal esa rara inteligencia mimética.

No es casual que hasta un par de siglos atrás se los sospechase de brujos.

Es anormal y el único lugar en el que puede hoy conservarse y lucirse es en el teatro.

Nadie sabe lo que puede un cuerpo, dijo alguna vez Baruch Spinoza. Una frase necesaria. Imprescindible. 

El teatro es sin duda alguna el espacio capaz de convertir esa frase en espectáculo.

*Autor y director de La vis cómica. La obra se presenta los martes en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.