El director danés Bille August, responsable de clásicos del cine como Pele el Conquistador y La Casa de los Espíritus, acaba de estrenar en Netflix una comedia romántica un poco picaresca y otro poco soñadora, ambientada en una época en la que las costumbres distan de ser las actuales. Se trata de Ehrengard: el arte de la seducción, que cuenta la historia de un pintor enamoradizo que es contratado en principio para hacer el retrato de una prominente duquesa y termina orientando al hijo de la gran señora en los placeres carnales y el amor. La intención es que se case antes de que muera el padre porque si no perderán el ducado.
Así, siempre en líos, se termina metiendo en un mayor para proteger el buen nombre de estos nobles mientras se enamora de una integrante de la corte bella, virtuosa y un poco aventurera.
Esa es la trama, pero los giros y divertidos movimientos que va generando el guión la convierten no solo en un gran pasatiempo sino en el plus de ofrecer imágenes bellas, dignas de cualquier cuadro mientras el espectador sonríe ante las locuras que presencia.
En un elenco compacto entregado por completo a la picaresca sobresale la única cara conocida para nosotros: Sidse Babett Knudsen, la ministra devenida en presidenta de Borgen, que aquí otra vez está muy bien. Sus pulseadas con Mikkel Boe Følsgaard son los mejor de la película. Entre ellos, la belleza y la circunspección de Alice Bier Zanden termina de armar un combo muy grato, ideal para pasar un rato distendido. Y el final es tanto inesperado como completamente justificado.
Desde acá celebramos la amplitud de criterio de Netflix que, por necesidad o deseo, incorpora a su catálogo material de todos los países, no todo bueno pero por lo menos pluralista.