Una flor en el barro está hoy en las salas de cine y llega después a Star +. Es la nueva película de Nicolás Tuozzo, y tiene a Nicolás Francella como protagonista. El actor ha destacado la elección de este film: “El guión me llega por parte de Nicolás, el director, que es la segunda película que hacemos juntos, y generalmente confío mucho en qué tipo de fluidez puedo tener al leer el libro. Si me freno, o retrocedo, o algo me sorprende. Confío mucho en lo que pasa, y en la intuición. Acá me metí en la historia, me emocionó, sentí que tenía ganas de hacer esta película. Había conectado con la historia. Me gusta trabajar con chicos, hay en el vínculo, en la construcción, algo paternal, con una chica de 8 a 10 años. Me gustaba ver cómo uno de la docencia puede conectar, despertar algo en el otro. Uno festeja cuando algo así se da”.
Lo cierto es que Francella ha sabido generar un enorme recorrido en el cine, que ha oscilado entre el thriller, la comedia, el drama de época y más. Cada uno de sus roles lo tiene en un rincón diferente, y él suma millas en cine como casi ningún actor de su generación, y sobre todo, millas en el género. Ahora, Una flor en el barro lo ubica en un aspecto casi clásico: el maestro con cariño que busca salvar a una estudiante que tiene una capacidad por encima de la norma. La variante es que eso se da en el sistema educacional local, y ahí el film se sale de lo universal para ir a lo particular, para generar un filo político que no tiene tanto de denuncia y más de fresco sobre una forma de existir de un sistema. Como pocos, ha logrado moverse en muchos rincones de la pantalla.
¿Qué relatos lo llevaron a contar?
Francella: “A mí siempre, más allá que no es éste el caso, siempre me gustaron los vínculos filiales, el padre e hija. Una película El juez, de Robert Downey Jr. y Rober Duvall. No sé si tengo una idea de qué contar, pero a medida que pasa el tiempo, trato de tener la capacidad de ver esa cosa lúdica en diferentes lugares, en historias completamente ajenas a uno. Trato que no haya una comodidad, si bien estoy cómodo, desde un tema común. No quiero trabajar liviano, en piloto automático. No quiero elegir cosas por la profesión, quiero dedicarme a actuar, quiero ser muy sincero conmigo mismo, ver lo que realmente quiero. No exponerme a cosas que no me quedan cómodas o que no me gustan tanto. Es difícil encontrar buenos textos, y no me pongo meticuloso.
—Es una película con una búsqueda industrial, que cuenta algo que casi no se cuenta en este tono, ¿qué dice de vos esta película?
—Hay algo que tiene que ver que en muchos momentos he conectado con las películas de autor. Por ejemplo, en este caso, vi que no había nada romantizado, no se subrayaba. No había una idea de caer en el estereotipo de algo. Era poner en la mesa una condición, una situación que se da hace rato y que no tiene plan B. Y creo que Nico, el director, trata de ponerlo sobre la mesa, contar algo que ya se sabe. Quiere, otra vez, ponerlo en la mesa. La contrafigura de la historia de la nena que tiene una inteligencia que necesita que el sistema cuide no es que son villanos. Es la pura realidad, gente que de su realidad, de su trabajo, tiene una respuesta establecida, de manual, y no tienen una alternativa a lo que busca este profesor joven. Es un problema que sigue siendo visto de una misma forma. Implica cambiar un pensamiento, una forma de trabajar. Nico trata de contarlo a su manera.
—¿Cómo fue puntualmente el trabajo con los chicos en la película?
—Fue arduo, la película fue paralela al último culetazo de la pandemia. Nos tocó en diciembre y enero una ola de calor, y estábamos dentro de ese aula chica, siendo casi treinta personas más o menos. Y con el límite horario de minoridad. Eso hace que sea un poco caótico, que haya un poco de intensidad en cada día porque tenes pocas horas de rodaje con los chicos. Después empezar a encontrar improvisaciones genuinas para ver cómo lográbamos mostrar más de los chicos, que se sientan más conectados. Arrancaban a horarios donde estaban dormidos, había muchos que no eran actores ni actrices. Había una idea de que todos estemos conectados, de que todos estemos enérgicos con lo que demandaba cada escena. Hay algo de llevar la batuta en esa aula como un docente, y encontrar la forma de que se diviertan conmigo. O conecten por conversaciones conmigo. Ni hablar de las conversaciones que tuve con Lola, la chica que actúa conmigo. Casi no tuve ensayos con ella, y conectamos muy bien. Ella se divirtió tanto, que cuando terminó la película se quebró en llanto. Verlo en una nena de 8 años es muy fuerte. El compromiso que tuvo fue muy dulce.
—¿Qué sentís has descubierto de la profesión, que quizás no sospechabas que estaba ahí, y que solo podía descubrirse trabajando?
—Creo que vas, cada año, entendiendo con más profundidad lo que es la profesión, de qué trata la profesión, la inestabilidad de la profesión. A mí me enriquece siempre tener mucha charla con colegas que tienen el doble de experiencia de uno, o el triple. Ahí es donde me conecto mucho, y me hace ver la profesión con otros ojos. Todo el tiempo estás aprendiendo. Te seguís equivocando. Seguís corrigiendo. Hay momentos en los que pienso que viví de chico la profesión de afuera, por estar linkeado familiarmente, y estuve siempre muy seteado de lo que es la profesión y cómo es. Lleva un proceso realmente para poder disfrutarla mucho, con la exigencia, con uno anhelando un proyecto. Es preferible tener todo un poco más suelto, menos controlado. Si planificás lo que querés hacer, la profesión es todo lo contrario; y uno sabe que labura poca gente. Es vivirla, aprovechar los momentos, abrazarlos y seguir.
—¿Qué te interesa de hablar con otros actores como contabas recién?
—Soy apasionado de las conversaciones. Me gusta conocer gente. Me gusta que me hablen del plano personal y no tanto de la profesión. Pero escuchar a otra gente sobre cómo están abrazando un proyecto, a diferencia de cómo lo abrazás vos. A lo mejor, de chico esperás una oportunidad, y es tal esa ansiedad de que llegue, o tu esfuerzo, o no fallar a la directora, y lo vivís lleno de fórceps, y era una oportunidad. Si lo ves minuciosamente, no lo disfrutás como lo ibas a disfrutar. Todo por no fallar. Cuando ves a un compañero, que lo vive de una forma más natural, entendés que es una película. Que es un montón, pero también que son dos o tres semanas de trabajo. Escuchar cómo trabaja cada uno te enriquece, a veces conectás más, a veces menos. A veces, en absoluto. Me gusta escuchar y me quedo callado. Me parece que es coherente con todo lo que siempre elijo.
—¿Sos muy crítico de lo que vos hacés?
—Estoy en proceso. Disfruto mucho mi presente, soy una persona que puede verse, que le sirve verse para disfrutar del proyecto, para ver si hay cosas para corregir. La próxima lo haría de otra forma. Lo utilizo mucho el verme. Me gusta acompañar un proyecto de estreno, me encanta acompañar la película. Me gusta que lo que hago se sienta acompañado por mí, por mis ganas y mi agradecimiento. Disfruto mucho mi momento, entendiendo que es una profesión muy larga y hay que saber disfrutarla desde el primer momento.