
Deambulo con una pregunta fija, obsesiva, sin otra respuesta más que la obvia: ¿es el planeta Tierra uno solo? También me pregunto si todos saben eso, porque en una parte del mundo parecen ignorarlo. Mientras que en los países “desarrollados” se promueve la green economy, la economía verde, la mayoría de las personas desconocen lo que esto implica.
Las grandes empresas que explotan los recursos naturales de los países pobres manejan una política de sustentabilidad, dando tranquilidad a la conciencia de sus ciudadanos-clientes del Primer Mundo. ¿Pero ellos saben realmente que la solución a la contaminación que “venden”, perturba el ambiente de los países explotados?
Esta ironía de la ventaja individual del sálvese quien pueda es inútil frente a tanta sonsera humana de la competencia. Los dos conceptos que resuenan continuamente son “calentamiento global” y “cambio climático”, pero nadie nombra la palabra fundamental: contaminación.
Para el año 2035, Naciones Unidas instó a los países “desarrollados” a no fabricar más autos a nafta, y cambiarlos por autos eléctricos. Para ello se necesitan ocho kilos de litio para cada batería, lo que implica un gasto de dos millones de litros de agua, aproximadamente, para obtener solamente una tonelada de litio, que es equivalente a solo doscientos cincuenta mil autos “ecológicos”.
¿Qué puede hacer el arte frente a la catástrofe ambiental? ¿Hay posibilidad de cambiar las cicatrices que dejamos por huellas? En el marco del Festival Ruhrtriennale, bajo la curaduría de Aljoscha Begrich, realicé una performance de recorrido urbano, que intenta desmitificar esta ilusión de la economía verde, las políticas extraccionistas de los países en desarrollo y las del primer mundo.
¿Dónde estamos? es el nombre de una performance que sale de las entrañas, que busca una respuesta a algo donde no hay respuestas, un grito ante lo estúpido. Una intervención que pone en primer plano las voces de comunidades desplazadas de su territorio ancestral por la explotación del litio como también las voces de los trabajadores mineros.
La obra comienza en la calle con una brújula de tiza dibujada en la vereda, y se indica al público las coordenadas que ubican en el espacio a la Argentina, a Alemania, a la provincia de Jujuy y a la ciudad de Essen (lugar en la que se llevó a cabo este trabajo). En ese momento, nos preguntamos “¿dónde estamos?”, porque, simbólicamente, todos estamos en el mismo espacio físico.
De allí, empezamos una caminata donde nos encontramos con carteles informativos sobre el litio y Jujuy. Bajo un puente, que simula ser una mina, nos espera Udo, un exminero, que nos cuenta su trabajo y los devenires de esa profesión: la muerte temprana de su padre a causa del trabajo en la mina y –entre risas– nos dice que él está entero por fuera, pero que por dentro nada le funciona bien. Udo, sin embargo, defiende la minería, ya que reconoce que le dio una mejor vida económica. Luego, en el recorrido pasamos por diferentes momentos, que oscilan entre datos técnicos y los testimoniales.
Y como el arte es ritual, pensé en terminar esta performance simbolizando una ofrenda a la Madre Tierra, plantando un árbol por cada función, en el hogar de ancianos de exmineros de esa zona. De golpe el arte estaba ahí, al servicio de las comunidades, de la naturaleza, de lo humano, cambiando la cicatriz por una huella.
*Dramaturga, directora teatral, escritora, performer y artista multidisciplinar.