“La sala de cine es un lugar de encuentro vital y real”

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Del 2 al 12 de noviembre, llega la nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el evento de cine más famoso de Argentina. Su director artístico, Pablo Conde, nombre vital a la hora del pop y a la hora de entender el cine y su vida orgánica, destaca, en cada palabra, a su equipo de programación, y por supuesto la tarea del presidente del Festival, Fernando Juan Lima. Y lo primero que destaca de la nueva edición, donde J.A. Bayona es el principal invitado (el español director de Jurassic World llega con La sociedad de la nieve, la versión producida por Netflix del famoso evento que llevó a rugbiers uruguayos a sobrevivir en los Andes). Pero hay mucho más, mucho de cine que todos quieren ver, mucho de cine local. Siempre mucho, como puede ser el homenaje a Adolfo Aristarain. Conde: “Siempre lo primero es la continuidad de una forma de entender los objetivos del festival, que tienen que ver por un lado, el más obvio, con apoyar al cine latino, al argentino en especial. Dándole pantalla y respaldo, a películas que vienen de otros festivales o que se ven por primera vez. Esto implica una forma de hacer y ver el cine. Sirve para pensar lo diverso que es el cine argentino. Y darle un marco de lanzamiento a las películas, que creo es superimportante”.

—¿Qué implica hacer el festival en este contexto electoral?

—El contexto actual global es complicado, y el nacional también. Todo está cambiando. Se está dando el fenómeno, para mi gusto temible, de que algunos de los festivales más grandes e históricos están teniendo que revaluar sus estructuras. Los costos de hacer un festival son cada vez mayores (pasajes, fees, y más) mientras que los presupuestos están atados a la realidad, a un mundo atomizado en muchísimos aspectos. Eso hace repensar ¿qué priorizar y cómo hacerlo? Desde el Festival en ese sentido lo que hicimos fue que la programación fuera la estrella. José Martinéz Suárez decía que era así, y lo comprobamos con la asistencia del público. Pero no por eso desatender la necesidad de tener nombres importantes de la cinematografía mundial o de nuevas voces. Más allá de secciones con autores, la búsqueda de esas primera y segunda película es importante, y hay una representatividad muy grande. En las competencias, tenemos a casi todos sus realizadores y eso es muchísimo trabajo, para lograr la optimización de la que hablamos.

—Mar del Plata es un festival que, como pocos, es un punto de encuentro muy evidente entre un público y las ganas de ver cine. ¿Cómo viven y curan esa energía que se genera?

—Lo más importante que tiene el Festival de Cine de Mar del Plata es su público. Es un público apasionado, inquieto en el mejor de los sentidos. Siempre se busca descubrir nuevas voces. Es un público que tiene cinéfila y celebra las películas que pueden llegar a hablar desde un lugar más mainstream si se quiere. Es la idea que ha ido armando el equipo de programación en cuanto a cómo debería ser el festival. Hay una respuesta año tras año a lo que hacemos, entonces es hacerse cargo de esa respuesta. En un momento en el que el Instituto de Cine está cuestionado, por desconocimiento, sobre sus alcances, sus objetivos, sus formas de financiación, sobre todo las distintas facetas que tiene para apoyar la exhibición, la difusión, del cine argentinos, desde Cine en Cárceles a creación de audiencias con el público joven, la plataforma Cine.Ar y muchos otros canales. No se lo puede reducir a una sola palabra, ni menos medir del recupero económico que se tenga. El festival es uno de los puntos más altos del festival en su tarea de exhibición. Es muy emocionante salir de proyectar una película que cumple 100 años musicalizada y salir a presentar Duro de matar con su director en el auditorio. Eso es el Festival de Cine de Mar del Plata, ese es su activismo bien pensado. Su público está bien educado en la cinefilia, en la pasión. El año pasado no hubo un solo invitado, o invitada, que no diga quiero volver el año que viene. 

—Hablabas de la visita en 2022 de John McTiernan y el show celebrando un clásico musicalizado, una combinación entre algo popular y un evento casi de cámara, ¿cómo vivís vos como director esa combinación entre no soltar la mano a lo pequeños, al hallazgo, pero también festejar lo popular?

—Es la alquimia necesaria para armar una programación. También es muy compleja, y tiene muchos recovecos, a la vez muy orgánicos. Es imposible plantearlo desde lugares rígidos. Pero sí hay algo que tenemos desde el equipo de programación es mostrar todas las formas de ver y hacer el cine. Suena a muletilla, pero la idea de programación con la que venimos trabajando desde que se armó este equipo junto a José Martinéz Suárez y con Fernando Juan Lima en la presidencia del Festival, es que nuestro público es diverso y está abierto a las propuestas. Pensarlo desde la inclusión en el mejor de los sentidos. Comprender realmente esa amplitud. 

—¿Qué dice su película de apertura, de René Mugica, “Hombre de la esquina rosada”?

—La película de apertura y de clausura suelen ser esos números difíciles a la hora de la selección. Son declaraciones de intención y de búsqueda. Este año es una película argentina restaurada, una gran película, que habla mucho de una forma de cine que tenemos que sostener. Una forma de entender cómo se produce y cómo se filma que le da mucha potencia. Nos parece importante tener un clásico argentino. Nos sirve para poner el contexto de la relevancia de nuestro cine, de cómo llega a ser reconocido a nivel mundial, y que eso fue una construcción que empezó con nombres como Mugica, como Leonardo Favio, a quien rendimos homenaje el año pasado, o Adolfo Aristarain, de quien hacemos un foco apoyando su trayectoria. El cine argentino es una forma de entendernos. Pensar el cine como algo siempre vivo, y que sea una película del año 62 y que suene actual nos parece muy importante. Empezar con un clásico argentino de este nivel es apoyar a nuestro cine. Y termina con Fallen Leaves, la nueva película de Aki Kaurismaki, es una alegría. Cada vez que el director estrena es algo para celebrar, pero nos parecía que era la película ideal, porque búsqueda, por tono, por su nombre, y porque es un título de eso que reconfortan. En el catálogo del festival se habla de Kaurismaki como el último gran humanista del cine, y creo que es algo bastante acertado. Celebrar su cine y celebrar los festivales, la forma de tener al cine vivo, es la excusa para tener esta hermosa clausura. 

—La pregunta entonces, entendiendo lo particular del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, es quizá más amplia: ¿cuál es la importancia de un festival de cine?

—Quizá la pregunta va más atrás y es: ¿por qué es importante el cine? Las expresiones culturales vienen pasando un mal momento. Al menos en la forma en la que la conocíamos. Están pasando momentos extraños, ya que la cultura no es una prioridad, porque hay otras más urgentes en lo cotidiano. El ser humano es un ser social, y necesitamos de la cultura para definirnos, y para pensarnos. El cine, como otras artes, pero puntualmente el cine era un lugar de encuentro de multitudes, para compartir de un lugar ritualistico, lejos del fetichismo y más cerca de la comunidad. Hay que apoyarlo lo más posible. La tarea es sostener al público, entender como ese público va cambiando. Como su diversidad va cambiando. Todo para atraerlo y hablarle en el mejor de los sentidos. La idea es potenciar el encuentro, que es algo cada vez más esquivo. Si bien hay una vuelta a las salas después de los años endémicos tan olvidables, hay una atomización en la temática de los estrenos que va dejando de lado a muchas formas de entender el cine. Los festivales terminan siendo un lugar de resistencia, aunque siempre lo fueron. Siempre fueron el lugar donde la gente que estaba enterada se juntaba, pero por suerte hubo apertura, se entiende que desde el público se logró ver ese rol distinto. Ahora son elementos más necesarios, si se quiere, a la hora de la exhibición y estreno de estas películas. Son un lugar de encuentro real, disfrutar el vilo y la atención a lo que se está viendo. Y provocar diálogo. No hay nada más interesante que los diálogos que nacen en la puerta de una sala, antes y después. Amando la película y odiandola. Es importante que ninguna película te deje igual que como entraste.