Cuando se haga el balance de lo que nos dejó la pandemia habrá que poner entre lo positivo el armado de este dúo musical: Julieta Díaz, nuestra actriz de tantas ficciones y Diego Presa, compositor uruguayo. El primer disco fue El Revés de la Sombra (2021), editado por Bizarro Records, obtuvieron el premio Graffiti a mejores compositores, y ahora presentaron el segundo: Río. Todos los temas fueron escritos y compuestos por ambos, con dos excepciones: “Volver a volver” del argentino Gabo Ferro y “La canción quiere” del uruguayo Alfredo Zitarrosa. A ella, Julieta Díaz se la podrá ver en Netflix en la película No me rompan junto a Carla Peterson, desde el 1° de diciembre. Y anticipó que volverá el próximo año a los escenarios con su padre, Ricardo Díaz Mourelle en el espectáculo musical El oficio de dar. Diego Presa es músico y autor de numerosas canciones, como solista y en dos grupos, Buceo Invisible y El Astillero.
—¿Cómo fue ese vínculo entre ambas orillas?
JULIETA DIAZ: Nos conocimos en pandemia, sabía de Diego por su labor como solista y también por su banda. Me encantaba su trabajo y entonces lo fui a buscar todo vía internet. Hubo algo de su universo poético desde lo literario y de su interpretación que me atraía. Como estaba haciendo algunas participaciones en pandemia con otros artistas le mandé un mensaje y le dije si quería que armáramos algo de manera remota. Ya había subido unos poemas míos a las redes y él conocía mi poesía. Redobló la apuesta y me dijo que le mandara unos poemas a los que les pondría música. Así arrancamos.
—¿Qué te decidió a sumarte?
DIEGO PRESA: Me resultaban sus escritos interesantes, con una cierta mirada y su búsqueda particular. Aparte de eso había escuchado su voz cantando, ya que ella había subido algunas colaboraciones junto a Lito Vitale. Algo me resonó en su timbre vocal, hay una cuestión milonguera en su forma de cantar, como que viene de esta de la raíz de Del Plata, de ambas ciudades del río. La combinación entre sus palabras y su voz me generó algo muy estimulante a la hora de trabajar.
—¿Cómo definirían la música que hacen?
D.P: Es una búsqueda dentro del amplio campo de la canción popular. Tratamos de sobrevolar esos paisajes con libertad, visitando distintos géneros tanto locales como de otros lados. Nos interesan mucho algunos autores de canciones donde la impronta poética está muy definida y fuerte como en Leonard Cohen, Sylvia Meyer, Alfredo Zitarrosa o Gabo Ferro. Hemos hablado mucho sobre ellos en nuestras conversaciones previas, antes de ponernos a trabajar. Hay una profundización en el trabajo con la palabra y con la melodía, con el misterio que es la canción.
—¿Cuánto hay de música argentina y uruguaya?
D.P: Creo que tenemos elementos de la música local, de los dos lados del río, pero están presentados de otra manera, un tanto subterránea. No trabajamos los géneros de manera fija, diciendo esto es un tango o es una milonga, sino que manejamos elementos de cada uno de sus universos. Sentimos que está presente la música del Río de la Plata pero no son sólo esos los paisajes que vistamos.
—En el último álbum, “Río” hay mucha presencia de la naturaleza y nombran varias veces la palabra “luz”. ¿Por qué?
J.D: (Se sonríe) La naturaleza siempre está. Tiene que ver con la contemplación, con ese espacio y espejo, hacia afuera y hacia adentro. También los poetas que uno elige, por ejemplo Juan L. Ortiz, o las lecturas que hacemos, como Roberto Juarroz. Me pasa algo con la contemplación de la naturaleza, siento las mejores metáforas. Ese lugar me conmueve. Y lo de la luz, en estos últimos tiempos todos hablamos de la sombra. Están palabras como tierra y agua. Tengo todo un tema con la naturaleza, es un espacio en que estoy en los momentos de silencio o de manera más contemplativa y me aparece en la escritura.
—Hace ya tres años que crean en conjunto: ¿cómo se hace?
J.D: Somos muy de conversar. Primero tenemos la suerte de llevarnos muy bien. Nos hicimos muy amigos, con una manera parecida de trabajar y los egos bastante canalizados. (Se ríe). Ambos hacemos terapia. Nos conocemos los puntos débiles, porque todos los tenemos. Hay una confianza muy grande, admiración y no hay una ambición que perturbe. Llegamos a hacer un primer disco cuando Diego vio que había material, así nació también éste. Nos parecemos y complementamos.
D.P: La confianza hacia el otro sucede o no. Nos pasó desde el primer momento, creo que es importante tener en cuenta al otro y tenerle paciencia, para cualquier vínculo donde buscas proyección en el tiempo.
—¿Cuáles son las virtudes y los defectos que ve la argentina del Uruguay y el uruguayo de los argentinos?
D.P. Es muy difícil generalizar. Somos lo más parecido que hay, desde las circunstancias políticas e históricas, por supuesto con características distintas, pero tenemos tanto que nos une cultural e históricamente. Pienso en José Artigas y su lucha por una federación, que incluía a Argentina. Siempre me he sentido aquí, como en casa. Parece demagógico decirlo, pero es una tierra hermana, es muy difícil analizarlo de manera, objetiva y fría.
J.D. Me pasa parecido, en estos últimos años conocí un poco más Uruguay y la verdad no podría criticarlos. Somos muy parecidos, sólo siento que cambia el ritmo. En Montevideo tenés la Rambla, esa ciudad de cara al río y es más tranquilo, a veces puede ser un poco triste. La locura que tiene Buenos Aires no te permite parar, ni darte cuenta que podés estar triste. Pasé del enamoramiento por Uruguay, al amor que hoy siento, desde su gente hasta sus comidas.
—¿Qué significó actuar en el teatro Solís de Montevideo, que es como nuestro Colón?
J.D: Estuvimos en la sala mediana, fue para mí una experiencia extraordinaria, presentar nuestra música frente a trescientas personas, mucho público fiel a Diego, que llegaba a vernos juntos, tal vez con curiosidad. Hice lo que hacemos los actores en Argentina: besé su escenario.
—¿Cómo se conforma la banda de ustedes?
D. P: La banda la conformamos con Santiago Peralta en guitarra eléctrica, Ariel Iglesias en batería y percusión, Checo Anselmi en bajo, para grabar el disco sumamos al porteño Juan Ravioli en piano y Christine Brebes violinista norteamericana que vive en Buenos Aires.
—Los artistas argentinos están invadiendo Uruguay por la diferencia económica…
D.P: Que toquen músicos argentinos me parece enriquecedor. Igual que cuando vienen músicos uruguayos a la Argentina. Me parece que es un canal que siempre tiene que estar abierto. Después lo otro son coyunturas, momentos en que obviamente las producciones aprovechan determinadas situaciones. Me parece muy positivo este intercambio entre los dos países.
—El álbum parece elegir una música que entrega serenidad. ¿Fue una respuesta a estos tiempos tan violentos?
J.D: No fue una decisión explícita. No es que dijimos no soportamos más la violencia del mundo y necesitamos algo de paz. Por supuesto que las guerras nos duelen a todos y nos atraviesan. De alguna manera hay una búsqueda de introspección. Militamos la belleza, como algo profundo, no sólo lo estético. Es como buscarse a sí mismo.
—¿La música puede cambiar a la sociedad?
D.P: Creo que las expresiones artísticas han contribuido a moldear las sociedades. Sería imposible vivir sin este tipo de válvulas, de salidas y expresiones humanas. Creo que necesitamos soluciones políticas, transformaciones que van por otras cuestiones urgentes como la justicia.