Hoy como director, rol que sabe apenas definitivo, Luis Brandoni festeja al elenco al cual dirige en una nueva puesta de Made in Lanús: “Es un gusto, porque salvo Cecilia Dopazo, con quién trabajé seis años y ella hacía de adolescente (y ahora tiene hijos, esas cosas tremendas que pasan en la vida). Los otros son compañeros que conozco hoy, y me encanta lo que hacen, su dedicación, su fervor, su temor, y su ilusión. Tenemos la ilusión de hacer un espectáculo exitoso, porque significa que le gusta a la gente, aunque lloren, les hace bien”. Luis Brandoni viene de un 2023 poderoso, donde se lució en series como Nada, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, e hizo teatro junto a Juan José Campanella, con Eduardo Blanco, en Parque Lezama. Y un cameo en El encargado. También se convirtió en diputado electo del Parlasur, y criticó publicamente lo que él definió como “el error” de Patricia Bullrich (su alianza con Javier Milei).
El 2024 comienza con Made in Lanús, entonces, y la pregunta es ¿qué representa este clásico décadas después? Brandoni: “Es difícil saber lo que va a presentar ahora, en está versión. Sé que la obra tiene destino, sin dudas, de un clásico del teatro nacional. De eso estoy seguro. Tal vez, está reposición abone esta teoría que tengo yo, pero es muy probable que así sea. Yo creo que esta obra, va a tener en el informe de mano de obra una fecha muy precisa ‘Esta obra transcurre en Lanús, provincia de Buenos Aires en abril de 1986’, porque es necesario que se la ubique en el tiempo, para saber que ocurría en aquel entonces. La damos en 2024, y hay muchas cosas que la gente va a vivir desde la identificación, eso habla de porque yo creo que es un clásico nacional”.
—¿Qué es para vos hoy 1986?
—1986 fue un momento muy particular de la historia argentina. Fue el final de una serie inagotable de golpes de Estado, de estado de sitio, de gobiernos de facto, y la presencia de una esperanza de una democracia duradera, que hasta el momento no se puede negar. Nosotros cantábamos “por cien años más”, los radicales cantábamos. Por el momento no llegamos a 100, pero ya bastante que llegamos a 40. Cuarenta años sin crímenes políticos, con democracia, con la voluntad mayoritaria de la sociedad de querer seguir viviendo en democracia. Estas son cosas que puede mostrar esta obra. También puede mostrar que hay problemas y situaciones que se reiteran a través de los años. Y no es lo mejor que nos podía pasar, pero es la realidad. Está obra la pueden ver todos los argentinos, y hay algunos momentos, o muchos momentos, donde se van a sentir muy representados.
—¿Qué sentís que has descubierto del arte en tu profesión?
—No me atrevería a definir el arte, pero del arte escénico sí puedo decir que es un recreo para la sociedad, es un momento en el que el hombre y la mujer, todos, se dedican a sí mismos, como un regalo que se hacen. Y se da en muchos lugares hace cientos de años. Todos se visten de determinada manera para ir al teatro, se preparan. Hablan con el boletero, cosa que no pasa con el boletero de cine (que nadie habla). Eso te muestra que el teatro es una de las pocas tareas artesanales que queda en el mundo, se hace a mano y de a una. Tiene esa particularidad. Entre nosotros, los argentinos, hay teatro de una larga tradición. Hay teatros en todos los pueblos y en todas las ciudades de Argentina. La inmigración nos ayudó a ser quien somos, y eso incluye el teatro. La gente veía sainete, y veían paisanos de muchas partes del mundo. Es decir, el teatro hizo una tarea de integración social extraordinaria.
—¿Cuál es la función de teatro hoy?
—Es la misma. En los repertorios que se hacen hoy hay una diferencia. Hoy se lo asimila al teatro más cercano a la diversión. No siempre es diversión. Diversión viene de diverso, de distinto. Es teatro, aunque no te rías, es algo distinto, porque el espectador de alguna manera se convierte en un niño, va al teatro, convencido de que va a creer en lo que va a ver. Y aparece un actor, no se puede dudar lo que representa esa persona. Es un acto de buena fe, tan de buena fe es, que si sacas una entrada y no te gusta, no hay devolución. Así de buena fe es el acto del teatro. Y si te gusta, como ha pasado muchas veces, ese agradecimiento se siente.
“Esta obra la pueden ver todos los argentinos, se van a sentir muy representados”
—¿Qué te ha dado el teatro a vos?
—Me ha ayudado a crecer como actor, me ha permitido conocer autores que de otro modo no hubiese conocido, o leído. Yo tuve una formación extraordinaria en el Conservatorio. Yo entre en el año 1958, y salí en 1961. Tuve 4 años asistiendo a clases de lunes a sábado, con un cuerpo de profesores irrepetibles. Me educaron bien, me criaron bien para esto. A poco de estar en ese lugar, sin que nadie me lo dijera, me enteré que el teatro ya había comenzado antes de mí, uno entra y se cree el teatro nace con uno. Es bueno saber que no es así. Es muy bueno.
—¿Qué te gusta de contar?
—La fantasía que uno tiene es que es el espectador va a pasar un buen momento, uno divertido, diverso. Y si lo que vió le gusta, le va a quedar un buen recuerdo. Creo que es algo que no se puede tocar, que no se puede guardar. Poder crear buenos recuerdos es un hermoso oficio.
—¿Cuáles son los buenos recuerdos de tu oficio?
—En primer lugar, cuando entré al conservatorio, se lo dije a mis viejos, y ellos lo tomaron muy bien, y eso me ayudó enormemente. Es un oficio azaroso, irregular. Nadie te cree, digo, vos le decís a alguien “el arquitecto Brandoni” y te creen, y si decís “al actor Brandoni”, “¿Actor de qué?”. Nadie te cree, salvo que te conozcan mucho, o que tengas 60 años de trayectoria. Pero no es una profesión reconocida socialmente. Si la pregunta ¿qué es lo que me gusta? La posibilidad, no siempre, pero muchas veces, de lucirse con idiomas que no frecuenta. Yo tuve la suerte de hacer teatro del siglo de oro español.
“Logré a lo largo de mi carrera que se me respete como profesional y ciudadano”
—Hablabas de que no le creen a los actores ¿cuándo empezaste vos a creerte que eras actor?
—Después de algunos años de profesión, años en los que me fue bien y me fue mal, pero pude sostener y solventar una pequeña familia que habíamos formado con mi mujer Marta Bianchi y mis hijas. Les dimos educación, pudimos vivir de nuestro trabajo con sus buenas etapas y sus malas etapas. Siempre he tratado,y logre, que mi oficio fuera un oficio decente. Por eso también acepté la responsabilidad de ser dirigente gremial ad honórem, como era en ese entonces,eso me hizo sentir bien, me hizo sentir útil. Y la parte más frívola de mi profesión no fue lo que más disfrute en mi vida.
—¿Qué aprendiste de las malas etapas?
—Es parte de la profesión, después hay otros aspectos, como la política, que tiene que ver también con los buenos o malos momentos, sobre todo en los países como el nuestro. Eso no se lo adjudico a mi profesión, si no al país en el que vivo, en el que quiero vivir, en el que viviré y en el que quiero estar cuando me vaya también. Aprendí eso, y logré que se respete como actor, como ciudadano.
—¿Qué hace a esa variedad del teatro argentino?
—El hecho de que es necesario que hagamos teatro argentino. Nuestros autores hablan de nosotros, de sus compatriotas. Y los problemas, son los nuestros. Acá en 1933, la gente sabía leer y escribir, por eso el cine estaba en todos lados, y lo estaba con intertítulos, sin doblaje casi. Eso es lo que hay que tener en cuenta cuando hoy leemos que el 54% de los chicos no pueden resolver un problema simple, que no saben lo que leen. Es una tragedia.