El regreso del maestro del arte de contar con modos clásicos

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El niño y la garza” es, al parecer, la última película, la real última película de Hayao Miyazaki, el director de cine de animación japonés responsable de la existencia de Studio Ghibli, el hoy hiperreconocido y masivo estudio responsable de films como “El viaje de Chihiro”, “Mi vecino Totoro”, “Ponyo y el secreto de la sirenita” y muchas, muchas, otras películas hoy consideradas clásicos (e incluso adaptadas a obras teatrales). La llegada de “El niño y la garza” fue, de hecho, una prueba de la capacidad de suceso de Ghibli hoy, el momento donde ha superado sin dudas el suceso local, masivo, gigante en Japón y demuestra es un suceso con llegada a todos los rincones del planeta: el film se estrenó sin campaña de publicidad, sin anuncios previos, de la nada. Lejos de los gestos del marketing hoy insoportables, y vendehumos, entronizadores de formas culturales más bien vagas, torpes, en primera persona, Ghibli decidió tan solo que la película exista, y desde ahí sorprender. 

El retiro. Amado por los grandes contadores del cine, como Steven Spielberg y James Cameron, Miyazaki había anunciado su retiro para 2013, con “El viento sopla”. Pero ahora sí, todo indica que es el final. Miyazaki ha sido llamado, y no sin razón, el animador vivo más importante del mundo. “El niño y la garza” es el doceavo film del realizador, y el eterno comparado con Walt Disney, que tan en moda anda ahora que su ratón puede ser usado por cualquiera, es incluso todavía más grande, a riesgo de caer en una comparación torpe: su forma de narrar se ha convertido en un foco de resistencia que ven millones. Por ejemplo, mientras la compañía Disney, uno de los gigantes de la animación, apela a secuelas, a abandonar el 2D, a modos más torpes de intentar sacudir al mercado, Ghibli sigue creyendo en el clásico 2D, en contar sin franquicias, en la potencia de cada cuento y su capacidad de volverse una experiencia inolvidable. No solo eso, como pocos, Miyazaki y sus colaboradores han hecho foco en hablar sobre la torpeza del progreso tecnológico sin cerebro, en la destrucción del medio ambiente por la mera ambición, en la forma en que el trabajo deshumaniza y cree como pocos en la aventura y en la belleza de la imagen, en las posibilidades de la animación, para generar aquello que el cine extraña: el impacto desde su esencia, y no desde una operación de marketing, o una puesta al día en términos ideológicos políticamente correctos. Pero hoy eso parece, al menos a la hora de la novedad, haber llegado a su fin: Studio Ghibli se encuentra frenado, sin proyectos, con animadores con licencia o en otros proyectos. 

EL PROCESO. Cuenta la leyenda, que cuando Miyazaki comienza un proyecto, lo hace, no con una idea de guión. Lejos de las fórmulas y más bien fiel a sus modos, los hace con dibujos, con storyboards. Así se comunicaba cuando era más joven, ya que le costaba mucho, a causa de la timidez, hablar con los demás. Así nació “El niño y la garza”. Básicamente, empieza a dibujar, a generar personajes, secuencias y allí va encontrando orgánicamente la historia. Muy lejos del funcionamiento natural, y horriblemente natural, de los grupos de diseño hoy, de ver como hablar de tal o cual tema. Ya lo dijo en el documental “The Kingdom of Dream and Madness”, donde habla en primera persona de su proceso: “Puede que suene ridículo, pero me ha pasado muchas veces que el equipo en la película me diga que no tiene la más remota idea de lo que está pasando. Cuando estábamos haciendo “El viaje de Chihiro” ni yo sabía realmente qué estaba sucediendo. Pienso que quizás nunca entendamos esos mundos. ¿Qué se puede saber realmente de ese tipo de mundo que creamos?”. Algo similar sucedió con “El niño y la garza”: ni siquiera su supervisor de animación, Takeshi Honda, sabía qué sucedía, cómo terminaría, o incluso le faltaban fragmentos de información. Pero sí sabía que aunque Miyazaki no hace los storyboards completos que era una visión original del autor, quizás la última a la hora del cine. Honda explica que muchas veces el autor ilustra, segmentos, y el equipo comienza a trabajar desde ahí. Pero que en este caso, cuando Miyazaki recién abrió el mundo del film a su equipo, ya tenía más de doscientas ilustraciones, de diferentes momentos del mismo. Y en varias entrevistas, Honda ha sumado un componente: “Se podía percibir que era una película muy personal, en el sentido que había mucho de autobiografía en ella”. 

DESDE ADENTRO. El film que estrena en el país Cinetopia, que ya había llevado a cabo con suceso el reestreno de varios clásicos de la compañía japonesa, abre con una escena de guerra, que marca un hito a la hora de la oscuridad en toda su filmografía. Esa escena es uno de los elementos que dicen que Miyazaki, nacido en 1941, habla de sí mismo. Alguna vez, se podía leer en el compilado de entrevistas Starting Point, hablar de esos recuerdos: “Mis primeras memorias eran de ciudades bombardeadas”. Tampoco es un film marcado por esas vivencias personales, pero sí es uno que muestra instantes clave de su vida, que nunca había animado. La película no esconde sus vínculos con la vida del autor, con eventos que ya ha contado en entrevistas y libros. Pero eso existe en mucho de su obra: la madre enferma en “Mi vecino Totoro”, el padre ingeniero de aviones en “El viento sopla”. Es el mismo autor quien ha dicho, un poco exagerado, pero fiel a su forma de crear que “Filmar tan solo trae sufrimiento”. Entonces, el hecho de marcar la forma en que Miyazaki muestra fragmentos de su experiencia, es quizás un engaño, pero quizás no, menos a la hora de una película que sí late como si fuera la última. Y el mismo Miyazaki ha dicho que quizás hay más de él en el film, o al menos eso han dicho los colaboradores, que sienten, como Honda, que más que nunca, la propia vida del autor se ha filtrado en sus cuentos. Toshio Suzuki, uno de los fundadores de Ghibli, cuenta que Miyazaki tenía muy en claro esto, y le dijo a The Guardian: “Al comienzo del proyecto, Miyazaki vino y me preguntó: Esta va a ser mi historia, ¿está bien que haga eso?” Suzuki le dijo que sí con la cabeza.  

De hecho, Masaki Suda, quien interpreta al famoso pájaro en el film, cuenta una anécdota que pinta al autor: cuenta el actor de voz, que Miyazaki le dijo de forma sincera: “Te pido disculpas por haberte dado un rol tan extraño”.   

EL FINAL. Miyazaki no ha dado ninguna entrevista a la hora del film. La película acaba de ganar un Golden Globe y todo indica será el saludo que los Oscar le darán al autor. Al parecer es el final de Ghibli, al menos como estudio, como usina de cuentos. Es hora de saludar al maestro en la salas, allí donde los relatos de su vida son todo lo que él soñó que sean.