“En
la
ausencia
del
otro,
la
conciencia
y
su
objeto
no
son
más
que
uno.
El
otro
ya
no
está
constituyendo
el
tribunal
de
toda
realidad,
para
discutir,
invalidar
o
verificar
lo
que
yo
creo
ver.
Faltando
en
su
estructura,
deja
a
la
conciencia
adherirse
o
coincidir
con
los
objetos
en
un
eterno
presente”.
Tal
es
la
distorsión
en
la
percepción
por
la
ausencia
de
un
otro
internalizado
como
estructurante
para
la
vida
en
el
mundo
que
describe
Gilles
Deleuze
en
Lógica
del
sentido,
en
el
capítulo
“Michael
Tournier
y
El
mundo
sin
el
otro”.
Y
suma:
“La
estructura
del
Otro
organiza
la
profundidad
y
la
pacífica.
Los
trastornos
de
esa
estructura
implican
un
enloquecimiento
del
fondo,
de
la
profundidad,
retorno
agresivo
del
sin
fondo
que
no
se
puede
conjurar.
Todo
pierde
su
sentido,
todo
se
convierte
en
simulacro
y
vestigio,
incluso
los
objetos
de
trabajo,
incluso
el
ser
amado,
el
mundo
en
sí
mismo
y
el
yo
en
el
mundo”
(…)
“El
otro
es
la
expresión
de
un
mundo
posible
y
si
no
está
en
el
mundo
de
lo
perceptible,
entonces
lo
percibido
y
lo
no
percibido,
lo
sabido
y
lo
no
sabido,
se
enfrentan
de
manera
absoluta
sin
matices.
Todo
es
implacable,
la
realidad
ya
no
se
pliega
en
relación
a
unos
otros,
se
alza
amenazante.
Descubrimos
entonces
maldades
que
no
son
ya
del
hombre”.
Este
es
el
mundo
que
veo
levantarse
entre
los
textos
de
Saverio
el
cruel,
obra
de
Roberto
Arlt.
Un
grupo
familiar
acostumbrado
a
organizar,
bromas
macabras,
“cachadas”,
a
personas
ajenas
a
su
núcleo,
decide
embaucar
esta
vez,
a
uno
de
sus
proveedores
de
alimentos.
Manipulándolo
con
el
argumento
de
que
su
participación
en
una
“corte
de
opereta”
será
la
cura
para
la
enfermedad
mental
de
una
de
las
mujeres
de
la
familia,
el
trabajador
accede.
Actuará
de
coronel
en
una
farsa.
Saverio
encarna
al
dictador.
La
crueldad
en
el
grupo
de
cachadores
es
hábito,
costumbre,
en
el
modo
de
vinculación
con
el
mundo,
incluso
entre
ellos
y
ellas.
Dentro
del
núcleo,
la
manipulación
y
la
tendencia
a
la
exclusión
forman
parte
del
modo
de
relación.
Roberto
Arlt
muestra
estos
afectos
miserables
con
humor.
Es
admirable
como
patetiza
en
esta
trama
lo
siniestro
del
sin
fondo,
el
ascenso
en
superficie
de
lo
horroroso
de
la
manipulación.
Hace
que
el
sentido
se
retuerza,
mostrando
un
lado
y
el
otro
de
la
trama
a
la
vez.
A
veces
me
parece
que
el
mismo
autor
nos
hace
una
broma
monumental
con
esta
obra.
La
empatía
respecto
de
los
personajes
salta
de
unos
a
otros
a
otras,
como
si
pudiéramos
reconocernos
por
momentos
en
cada
uno,
una,
un
poco.
El
sin
fondo
emerge
como
locura
en
superficie
en
la
obra
Saverio
el
cruel.
¿Quién
es
el
loco?
hace
que
nos
preguntemos
el
autor.
¿Dónde
empieza
y
termina
la
farsa
y
dónde
la
realidad?
¿Dónde
está
el
límite
entre
los
cuerpos
cuando
el
estado
es
de
manipulación,
dominación
por
la
creación
de
una
realidad
que
reemplaza
a
la
real?
Esta
obra
de
Roberto
Arlt
es
anterior
al
hecho
de
que
en
nuestra
realidad
social
se
instalara
la
crueldad
de
la
discriminación
y
la
exclusión
social
explícita.
Pero
el
autor
la
escribió,
no
casualmente,
en
la
década
de
los
años
treinta,
la
llamada
década
infame
en
la
Argentina
fue
el
contexto
desde
donde
surge
Saverio
el
cruel.
El
dramaturgo
porteño
observó
cómo
se
rompían
los
lazos
sociales
y
se
disolvía
la
solidaridad
entre
sujetos
de
la
misma
clase.
Él
pudo
ver
la
crueldad
en
las
miradas
emergiendo
desde
el
sin
fondo,
desde
las
profundidades
de
la
inhumanidad
acechante
siempre.
Pudo
ver
las
miradas
de
los
que
perciben
a
los
otros
y
las
otras
como
esas…
cosas,
que
insisten
con
ser
reales.
Creo
que
hoy
resuena
Saverio
el
cruel,
desde
la
espectacularidad
de
una
farsa
que
reemplaza
a
la
realidad
a
fuerza
de
obscenidad
y
sin
sentido.
El
otro,
las
cosas,
los
grupos,
las
instituciones,
la
potencia
creadora
de
las
personas
se
perciben
como
amenazantes,
así
mismo
la
historia
y
las
construcciones
sociales.
“Asistimos
al
ocaso
de
la
piedad”,
dice
Roberto
Arlt.
Esto
sucede
en
Saverio
el
cruel.
*Directora
de
Saverio
el
cruel.
La
obra
se
presenta
todos
los
sábados
a
las
18.30
en
el
Teatro
Payró (San
Martín
766).