Julio Chávez: “¿Se puede hacer cualquier cosa con la vida de otro?”

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Parecería
que
cada
dos
años

Julio
Chávez

siente
la
necesidad
de
mostrar
sus
creaciones.
En
el
2020
estrenó

Después
de
nosotros
,
en
el
2022
llegó
su
debut
como
guionista
y
director
cinematográfico
con
la
película

Cuando
la
miro

y
ahora
presenta
su
último
espectáculo
teatral

Lo
sagrado
,
escrito
junto
a
Camila
Mansilla.
Chávez
además
de
encabezar
el
elenco
asume
la
dirección.
Está
acompañado
por
Rafael
Federman,
Eugenia
Alonso
y
Claudio
Medina.
Hacen
funciones
desde
el
12
de
este
mes
en
La
Plaza
e
irán
de
viernes
a
domingo. 

Protagonizó
ficciones
importantes
para
la
televisión
abierta,
como

Epitafios,
Tratame
bien,
El
puntero,
Signos,
El
Maestro

y
la
última

El
tigre
Verón

(2019/21).
Su
filmografía
también
cuenta
con
títulos
inolvidables
como

La
película
del
rey,
El
custodio

o

El
oso
rojo. 


—Tanto
en
el
cine
como
en
tus
últimas
obras
teatrales
aparece
la
relación
hijo
padres.
¿Por
qué
te
interesa
ese
vínculo?

Esto
no
le
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—Son
vínculos
muy
importantes
en
la
vida.
Son
generaciones
distintas,
inicios
y
finales
de
procesos
que
también
son
históricos,
en
los
cuales
se
pueden
depositar
ciertos
pensamientos
o
preguntas.
En
este
caso
en
Lo
sagrado
la
pregunta
es
sobre
la
ética.
¿Qué
es
para
vos
lo
sagrado?:
¿Cuál
es
el
objeto
sagrado
de
cada
época?
Elegimos
con
Camila
(Mansilla)
no
situarla
en
el
2024
sino
en
la
década
de
los
sesenta,
para
alejarnos
de
la
contemporaneidad
y
de
ciertos
elementos
como
los
celulares.
No
queríamos
distracciones
ante
estas
preguntas. 


—¿Y
qué
es
lo
sagrado?

—En
una
tribu
como
la
nuestra
que
ya
no
tiene
cosas
sagradas,
puede
ser
perder
el
celular,
o
que
no
se
te
corte
la
red.
Antes
las
instituciones
para
bien
o
para
mal
determinaban
qué
era
lo
sagrado,
así
la
familia,
la
misa
del
domingo
o
ir
al
templo.
No
mentir,
o
ser
un
buen
maestro,
ciudadano,
en
fin
siempre
hubo
épocas
que
han
modificado
y
cambiado
los
lugares
de
lo
que
se
consideraba
sagrado.
Hoy
estamos
en
una
situación
donde
las
instituciones
no
tienen
respuestas,
ni
para
bien,
ni
para
mal.


—¿La
ética
hoy
está
en
crisis?

—La
humanidad
está
muy
enferma
y
entre
otras
cosas
por
un
problema
ético,
de
gran
confusión
y
depresión.
Algo
se
está
haciendo
cargo
de
nosotros:
la
técnica,
el
sistema
capitalista,
la
inteligencia
artificial
o
las
redes.
¿Y
nosotros,
los
seres
humanos
qué
vamos
a
hacer?
En
nuestro
material
diría
que
se
ve
el
vínculo,
entre
una
generación
que
se
inicia
y
otra
que
está
dando
sus
últimos
escritos.
Ahí
nosotros
preguntamos
si
el
arte
tiene
derecho
a
todo,
si
es
ilimitado
en
nombre
de
que
es
un
hecho
artístico
o
filosófico.
La
pregunta
sería:
¿se
puede
hacer
cualquier
cosa
con
la
vida
de
otro?
Esa
es
una
pregunta
ética.
En
una
Bienal
una
mujer
presentó
jabones
hechos
con
piel
humana
y
despertó
una
gran
polémica.
En
la
obra
intentamos
hacer
un
señalamiento
acerca
de
lo
despiadado
que
puede
llegar
a
ser
la
mirada
de
un
joven.

“Hoy
estamos
en
una
situación
donde
las
instituciones
no
tienen
respuestas”


—¿Cómo
ves
a
la
sociedad
actual?

—Hay
como
una
absoluta
amnesia,
sin
meterme
clínicamente,
pero
noto
que
no
se
registra
al
otro.
Antes
si
decías
que
una
persona
era
una
porquería,
lastimabas
su
honor
y
tenías
que
dar
pruebas
de
eso,
hoy
no
sucede.
Todos
en
un
punto
o
muchos
seres
humanos
podemos
advertir,
que
lo
que
uno
dice
puede
ser
una
herramienta
que
el
otro
utiliza.
Nosotros
tenemos
una
enfermedad
inmunodeficiente,
ya
que
nos
pueden
atacar
de
cualquier
manera
y
no
hay
forma
que
el
organismo,
o
sea,
un
ser
humano
tenga
la
posibilidad
de
defenderse,
de
decir:
“esto
no
está
bien”.


—¿Cuánto
hay
de
Camila
Mansilla
y
cuánto
de
Chávez
en
“Lo
sagrado”? 

—Es
un
equipo
que
por
el
momento
funciona
y
no
se
aviene
a
los
porcentajes.
Trabajo
con
Camila
con
absoluta
confianza
y
te
diría
que
el
material
es
sin
lugar
a
dudas
de
los
dos.
Todo
se
discute
y
se
pone
sobre
la
mesa,
incluso
a
una
semana
de
estrenar.
 Reconocemos
el
proceso
creativo
juntos,
nos
sentimos
con
identidad
y
sabemos
de
dónde
viene
lo
que
hicimos.


—Empezaste
como
actor,
luego
llegó
¿el
dramaturgo
o
el
director?

—Fui
actor,
luego
apareció
el
dramaturgo
y
después
el
director.
Para

es
muy
difícil
pensar
en
la
dramaturgia,
sin
imaginar
acción
o
espacio
escénico.
Escribo
un
material
en
este
caso
junto
con
Camila
y
es
inevitable
que
lo
imagine
en
el
escenario.
Cuando
estoy
dirigiendo
de
alguna
manera
también
escribo,
sabemos
muy
bien
que
no
es
literatura.
En
el
momento
en
el
que
dirijo
puedo
darme
cuenta,
o
soy
muy
intenso
o
sensible
a
que
todavía
hay
algo
de
literatura
en
una
frase
que
dice
un
actor
o
actriz
y
que
se
pierde
organicidad,
entonces
hay
que
cambiarla.


—Estudiaste
con
docentes
como
Agustín
Alezzo,
Augusto
Fernandes,
Carlos
Gandolfo,
pero
también
te
dirigió
José
María
Vilches,
un
actor
español…

—Tenía
diecinueve
o
veinte
años
y
era
un
gran
ignorante.
A
nosotros
no
nos
enseñaron
a
hablar
en
el
Conservatorio.
Pertenezco
a
una
época
donde
casi
te
diría
que
hablar
mal
era
natural.
Por
suerte
esas
cosas
fueron
modificándose,
pero
en
esos
años
construir
pausas
arbitrarias
era
buscado,
aprendíamos
a
ser
“naturales”
como
si
eso
fuese
signo
de
verdadero.
Cuando
apareció
Vilches
me
habló
de
las
comas,
los
puntos,
en
ese
momento
lo
tomé
como
algo
viejo
o
muerto,
pero
también
lo
admiraba
porque
no
lo
tenía.
Creo
que
no
lo
valoricé
en
su
tiempo,
pero
cuando
empecé
a
ejercitarme
más
como
actor
noté
un
valor
diferente
en

y
lo
sentí
como
un
precursor.


—No
te
vimos
en
ninguna
plataforma.
Lo
último
fue
“El
tigre
Verón”
por
ElTrece.
¿Por
qué
estás
ausente?

—Soy
convocado,
pero
no
me
interesa
lo
que
me
ofrecen.
Como
no
tengo
necesidad,
porque
tengo
muchas
otras
cosas
de
qué
preocuparme
y
no
para
estar
en
el
ruedo.
Voy
a
estar
cuando
se
me
convoque
para
algo
que
tenga
ganas
de
hacer
y
no
por
estar
presente.
Estuve
durante
veinte
años
seguidos
con
programas
televisivos,
casi
te
diría
que
me
podría
jubilar
de
los
medios
audiovisuales.
Seguiré
haciendo
teatro
y
seguramente
también
filmando
como
director.
Si
apareciese
un
proyecto
que
tenga
ganas
de
hacer,
lo
haría,
pero
no
tengo
esa
necesidad
para
estar
o
para
que
no
se
olviden
de
mí.
No
hay
que
buscar
lo
que
no
se
necesita.
He
hecho
mucho
y
tranquilamente
puedo
estar
un
par
de
años
sin
aparecer.
Tengo
la
dicha
de
poder
escribir,
dirigir
y
conseguir
producción
que
ponga
en
escena
un
espectáculo
nuestro.
Tampoco
hoy
estamos
hablando
de
un
mundo
audiovisual
que
explota.

“Hacemos
un
señalamiento
de
lo
despiadado
que
puede
ser
la
mirada
de
un
joven”


—Nunca
abandonás
la
docencia.
¿En
qué
cambiaron
los
alumnos?

—No,
ni
la
escritura,
ni
mi
taller
como
como
pintor,
ni
mi
trabajo
como
actor.
Estoy
justamente
agradecido
de
que
estoy
en
una
situación
privilegiada
de
pensar
qué
quiero
hacer
y
hoy
día
es
muy
importante
no
estar
pensando
cómo
hacer
para
comer
mañana.
 

Había
fe
de
trabajo.
A
nosotros
nos
mandaban
a
ver
a
actores
como
Miguel
Ligero
y
Osvaldo
Terranova.
Nos
decían
que
ese
era
el
regalo
cuando
uno
persistía,
el
oficio,
pero
en
la
actualidad
el
regalo
es
tener
trabajo.
No
se
señala
el
futuro
como
obsequio.
Cuando
hablás
de
entrenamiento
hay
ciertos
aspectos
que
se
adquieren
con
el
trabajo,
o
sea
que
dentro
de
cinco,
seis,
siete
u
ocho
años
y
eso
no
lo
quiere
esperar
nadie.
No
quieren
invertir
tiempo
y
eso
cambió.
Tuve
maestros
a
los
que
he
visto
iluminarse
la
cara
cuando
hablaban
de
Ibsen,
como
si
fuera
la
tierra
prometida
y
yo
creo
que
la
hay,
no
la
necesito
ver,
porque
tengo
fe.
Por
eso
me
preocupa
un
poco
que
de
golpe
se
use
el
término
actor
o
actriz
de
una
manera
tan
vulgar
y
superficial.
Nuestro
trabajo
es
muy
serio,
cuidado
y
ahí
también
está
lo
sagrado.