Con
cuatro
pasaportes
y
un
flamante
DNI
argentino
el
promotor
y
productor
de
las
artes
performáticas
Andrés
Neumann
proyecta
una
vida
porteña
luego
de
haber
residido
en
Europa.
El
lunes
1°
de
julio
de
18
a
20
dictará
presencial
y
virtualmente
una
clase
magistral
con
el
título
de
“Del
escenario
al
mundo:
¿Existe
un
lenguaje
universal
para
las
artes?
Puentes
culturales
internacionales
en
el
siglo
XX
y
XXI”.
Para
inscribirse
hay
que
dirigirse
a
la
página
www.malba.org.ar/literatura
o
presencial
en
el
museo
(Av.
Figueroa
Alcorta
3415).
—¿De
Bolivia
al
Uruguay
y
luego
a
Europa?
—Nací
en
Bolivia,
luego
mis
padres
se
fueron
a
Uruguay,
llegué
con
cinco
años
y
sólo
hablaba
alemán.
Pero
a
los
veinte
años
con
la
llegada
de
la
dictadura
obtuve
una
beca
para
irme
a
Francia
y
luego
residí
en
Italia
hasta
hace
muy
poco.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Cómo
se
hace
para
descubrir
a
la
verdadera
vanguardia?
—Buscando
la
excelencia.
Hay
que
viajar
mucho.
No
es
como
ahora
que
están
las
redes
e
internet
y
todo
está
más
disponible.
En
esa
época
era
muy
complicado,
no
había
celulares,
ni
fax.
Para
hacer
una
llamada
debías
usar
un
teléfono
de
línea,
pedir
que
te
comunicaran
y
se
tardaba
horas.
Estamos
hablando
de
la
década
de
los
setenta.
Mi
trabajo
era
en
relaciones
públicas,
detrás
de
las
bambalinas.
—Contás
en
tu
página
que
a
Pina
Bausch
la
silbaron
en
sus
primeros
espectáculos…
—Después
de
estudiar
en
Estados
Unidos,
vuelve
a
Alemania
y
un
director
de
la
ópera
cree
en
ella
y
le
da
los
recursos.
Empieza
en
1974,
pero
los
primeros
seis
u
ocho
años
fue
un
desastre, los
espectadores
a
los
diez
minutos
de
haber
empezado
el
espectáculo
se
retiraban
y
después
del
intervalo
sólo
quedaban
veinte
personas.
Hasta
que
llegó
al
Festival
de
Nancy.
La
vida
de
Kantor
tampoco
fue
fácil,
hay
que
recordar
que
estamos
hablando
de
la
época
soviética
y
la
agencia
del
Estado
polaco
no
quería
que
saliera
al
extranjero,
por
lo
cual
no
le
daban
las
visas
al
elenco.
—¿Hay
un
teatro
del
siglo
XX
y
otro
del
XXI?
—Momentos
y
movimientos
bisagras
como
los
que
surgen
después
del
Mayo
de
1968
no
se
repiten.
Se
crearon
nuevas
formas,
el
teatro
de
Kantor
o
de
Pina
Bausch
influyó.
El
cine,
la fotografía,
la
moda,
la
arquitectura
y
la
visión
del
mundo
cambiaron.
Éste
es
un
momento
distinto,
porque
toda
esta
época
la
ves
en
las
redes.
Subís
algo
de
Pina
Bausch
y
en
minutos
tenés
miles
de
likes.
Publiqué
imágenes
de
una
película
armenia
de
la
década
del
sesenta
y
al
poco
tiempo
tuvo
cuarenta
mil
likes:
eso
es
milagroso.
—¿Dejó
huellas
la
pandemia
en
el
arte?
—Sí
y
no
solo
en
el
arte,
sino
en
la
vida
de
cada
uno
de
nosotros.
Es
un
antes
y
después.
No
hablemos
de
esa
idea
de
que
se
puede
hacer
todo
virtual
o
en
las
redes,
porque
eso
es
un
desastre.
—¿Se
pueden
enseñar
las
estrategias
culturales?
—Aprendí
de
otros,
de
los
colegas
y
productores
importantes.
En
esa
época
existían
en
Europa
los
productores
privados,
como
aquí,
en
Argentina.
Pero
hoy
en
Italia
no
hay
más
teatro
comercial,
no
hay
gente
que
produzca
ya
que
no
quieren
tomar
el
riesgo.
En
Europa
está
todo
financiado
con
el
dinero
público.
—¿Y
el
teatro
argentino?
—La
creatividad
de
la
gente
de
aquí
es
inimaginable
en
Europa.
El
teatro
argentino
es
una
mesa
con
tres
patas:
comercial,
oficial
e
independiente.
En
Francia, Alemania
o
Italia
prácticamente
el
teatro
privado
no
existe
más.
Recuerdo
cuando
mis
padres
me
traían
de
Montevideo
a
Buenos
Aires
y
me
deslumbraba
la
revista
porteña.
Creo
que
eso
fue
parte
del
motivo
por
el
cual
quería
estar
en
ese
mundo
del
teatro.
El
misterio
de
la
tres
t
La
lista
de
los
artistas
con
los
que
se
vinculó
a
lo
largo
de
estos
años
asombra.
Andrés
Neumann
fue
el
gestor
de
las
giras
de
Tadeusz
Kantor,
incluso
consiguió
que
estrenara
en
Buenos
Aires,
en
el
San
Martín.
Lo
mismo
hizo
con
Pina
Bausch.
Hay
que
sumar
a
Peter
Brook,
ya
que
fue
el
coproductor
del
Mahabharata
y
también
impulsó
en
Europa
la
presencia
de
Bob
Wilson.
Hoy
recuerda:
“Empecé
a
los
diecinueve
años
acompañando
a
mi
novia
a
sus
ensayos,
ya
que
integraba
un
grupo
de
teatro
en
la
Alianza
Fran-cesa,
en
Montevideo.
Fue
un
profesor
quien
me
pidió
que
lo
ayudara,
porque
vio
que
llegaba
siempre
muy
temprano
y
me
sentaba
en
el
fondo.
Me
dio
un
grabador
y
me
indicó
que
debía
dar
el
play
cuando
se
abría
una
puerta,
para
sumar
el
sonido
a
la
escena.
Después
fui
iluminador.”
Es
muy
interesante
el
análisis
que
hace
de
nuestra
teatralidad
cuando
afirma:
“La
Argentina
tiene
la
combinación
de
esas
tres
prácticas,
‘las
tres
T’:
tango,
teatro
y
terapia.
Es
muy
importante
porque
crea
una
base
cultural.
El
público
argentino
es
muy
distinto
a
los
otros,
es
totalmente
generoso
y
acompaña
lo
que
pasa
en
el
escenario
con
una
empatía
única
y
se
manifiesta
mucho.
En
Europa
el
teatro
es
sentido
como
algo
que
no
le
importa
a
nadie,
en
el
fondo
como
que
podría
no
estar.”
Finaliza
con
una
confesión:
“En
general,
los
artistas
no
son
seres
simples,
desde
la
producción
trabajás
con
una
materia
muy
delicada
y
sutil.
El
arte
–sobre
todo
el
performático–
es
lo
más
frágil
que
existe.
Mi
clase
el
lunes
1°
de
julio
en
el
Malba
es
para
compartir
un
poco
esta
experiencia,
de
haber
podido
acompañar
a
los
artistas”.