Tres
años
después
de
que
Covid-19
silenciara
temporalmente
la
música
en
vivo
en
todo
el
mundo,
la
industria
rompió
su
récord
anterior
en
2023.
Según
Pollstar,
una
compañía
que
ha
seguido
la
industria
del
entretenimiento
en
vivo
durante
décadas,
las
100
giras
más
grandes
de
2023
recaudaron
más
de
9
mil
millones
de
dólares,
superando
el
récord
anterior,
establecido
en
2022,
en
casi
un
50
por
ciento.
El
resultado
histórico
se
logró
gracias
a
una
combinación
de
factores:
la
venta
de
entradas
aumentó
un
18
por
ciento,
y
el
precio
medio
de
los
tickets
subió
un
23%.
Sin
embargo,
el
principal
impulsor
del
auge
de
la
música
en
vivo
fueron
un
par
de
giras
de
gran
éxito,
entre
las
que
destacan
la “Era’s
Tour”
de
Taylor
Swift
y
el “Renaissance
Tour”
de
Beyoncé,
que
junto
con
la
última
gira
mundial
de
Bruce
Springsteen,
representaron
más
del
20
por
ciento
del
bruto
global.
Pero
si
bien
las
cifras
son
impresionantes,
vale
señalar
que
la
recuperación
no
ha
sido
nada
fácil
para
algunos
segmentos
de
la
industria.
En
particular
los
actos
más
pequeños,
que
se
han
enfrentado
a
obstáculos
importantes,
ya
que
muchos
lugares
independientes,
incubadoras
cruciales
de
talentos
emergentes,
lucharon
por
mantenerse
a
flote
en
el
post
pandemia,
agravados
aún
más
por
la
escasez
crónica
de
personal:
muchos
trabajadores
de
la
industria
se
vieron
captados
por
los
conciertos
más
grandes,
que
fagocitan
a
la
competencia.
Récord
El
2024
se
presenta
como
un
año
récord
para
la
música
en
vivo
a
nivel
global.
Pero
no
por
eso
escapa
a
distintas
preocupaciones
y
desafíos.
A
medida
que
el
sector
continúa
evolucionando,
varios
factores
remoldean
el
panorama
actual
y
futuro
de
los
conciertos.
El
primero
tiene
que
ver
justamente
con
una
industria
que
podría
estar
cerca
de
su
pico:
el
riesgo
a
la
saturación
y
una
creciente
competencia
por
la
atención
del
público.
Con
un
número
cada
vez
mayor
de
conciertos
y
festivales,
los
productores
y
promotores
deben
trabajar
más
arduamente
para
destacar
en
un
mercado
colmado
de
opciones.
Y
esta
competencia
no
solo
proviene
de
otros
eventos
en
vivo,
sino
también
de
las
alternativas
digitales,
como
los
streams
en
vivo
y
los
contenidos
en
línea,
que
están
capturando
una
parte
significativa
del
tiempo
y
la
atención
de
los
fans.
La
tecnología,
se
sabe,
ha
transformado
significativamente
la
manera
en
que
se
experimentan
los
conciertos
y
eventos
musicales.
Sobre
todo
desde
la
Pandemia.
Cierto
que
el
encierro
ha
impulsado
tras
la
liberación
de
las
restricciones
un
auge
por
los
shows
en
vivo.
Pero
ahora
nuevamente,
las
experiencias
digitales
parecen
crecer
en
la
oferta.
Allí,
la
realidad
virtual
(VR)
y
la
realidad
aumentada
(AR)
están
comenzando
a
jugar
un
papel
importante,
ofreciendo
a
los
fans
entornos
inmersivos
que
antes
eran
inimaginables.
Estas
tecnologías
permiten
a
los
fans
asistir
a
conciertos
desde
la
comodidad
de
sus
hogares
o
vivir
experiencias
interactivas
que
enriquecen
la
presentación
en
vivo
(aunque
presentan
desafíos
en
términos
de
costos
y
accesibilidad).
Para
mantenerse
relevantes
y
atraer
a
una
audiencia
diversa,
los
artistas
y
promotores
están
innovando
en
la
forma
en
que
presentan
sus
conciertos.
Esto
incluye
la
incorporación
de
elementos
visuales
y
tecnológicos
que
transforman
el
espectáculo
en
algo
más
que
una
simple
actuación
musical,
como
se
vio
con
la
gira
de
Colplay
que
aterrizó
en
Argentina
con
una
decena
de
shows
en
el
estadio
de
River.
Estas
nuevas
formas
de
presentación
están
diseñadas
para
captar
la
atención
de
una
audiencia
que
está
acostumbrada
a
un
alto
nivel
de
estímulo
visual
y
auditivo.
Rentabilidad
En
sintonía,
mantener
la
rentabilidad
sigue
siendo
un
desafío
crucial
para
los
artistas
y
productores.
Los
cambios
introducen
nuevos
costos,
sumados
a
la
logística
y
los
honorarios
de
los
artistas,
que
están
presionando
los
márgenes
de
ganancia.
Además,
la
fluctuación
de
los
precios
de
las
entradas
y
la
competencia
con
otras
formas
de
entretenimiento,
han
llevado
a
una
mayor
preocupación
sobre
cómo
equilibrar
el
ticket,
para
mantener
precios
accesibles
para
el
público,
y
poder
cubrir
las
erogaciones
y
contingencias.
Pero
los
precios
de
los
espectáculos
de
primer
nivel
no
bajarán.
Los
grandes
promotores
de
la
industria
se
lamentan
todavía
de
que
las
entradas
para
las
estrellas
más
importantes
todavía
son
demasiado
baratas,
y
de
ninguna
manera
reflejan
su
verdadero
valor
de
mercado.
Al
mismo
tiempo,
admiten
que
las
entradas
para
todos
los
que
están
por
debajo
de
ese
nivel
son
demasiado
caras.
Mientras
tanto,
el
mercado
secundario
de
revendedores
de
entradas
sigue
dificultando
que
la
gente
común
pueda
pagar
los
conciertos.
En
la
reventa,
los
tickets
para
los
grandes
shows
surfean
los
200
dólares.
Los
gastos
periféricos
de
los
recitales
también
han
aumentado.
No
es
raro
ver
que
los
estacionamientos
cerca
del
estadio
puedan
costar
hasta
60
mil
pesos
(en
EE.UU.
cobran
US$
40
o
más
por
una
cochera).
Y
dentro
del
show,
la
comida
y
la
bebida
cuestan
hasta
5
veces
más
que
en
un
supermercado
(los
organizadores
prohíben
el
ingreso
con
esos
ítems
y
revisan
bolsos
y
mochilas).
Y
si
se
viaja
para
ver
un
espectáculo,
está
la
cuestión
del
transporte
y
el
alojamiento,
que
aumentan
en
vísperas
de
un
gran
show.
Las
habitaciones
de
hotel
en
Toronto
durante
la
visita
de
Taylor
Swift
en
noviembre
no
bajaban
de
los
400
dólares
y
muchos
llegaban
a
los
2.000
dólares
la
noche.
Reveses
La
aventura
de
40
noches
de
U2
en
The
Sphere
de
Las
Vegas
recaudó
240
millones
de
dólares.
Otros
grandes
ganadores
del
2024.
Pero
no
todos
cosechan
por
igual.
Jennifer
López
canceló
toda
su
gira,
lo
mismo
que
Busta
Rhymes,
que
bajó
su
gira
Blockbusta.
311
decidió
posponer
su
gira
europea
citando
“los
crecientes
costos
de
las
giras
en
el
extranjero”.
La
gira
de
los
Black
Keys
se
pospuso
para
luego
reducirla
a
lugares
más
íntimos
(y
pequeños).
Pink
y
Justin
Timberlake
optaron
por
suspender
un
par
de
shows
cada
uno.
Los
Jonas
Brothers
se
iban
a
Europa,
pero
ya
no.
El
guitarrista
Robin
Trower
anunció
que
se
quedarán
en
casa.
Y
otros
artistas
de
rango
medio
coincidieron
que
la
economía
de
las
giras
simplemente
no
tiene
ningún
sentido.
La
versión
corta
es
que
la
gente
se
ha
quedado
sin
dinero.
Y
tienen
que
tomar
decisiones
difíciles
sobre
a
qué
shows
asistirán
y
cuáles
tendrán
que
perderse.
Giras
como
la
de
Taylor
Swift,
Beyoncé
y
Madonna,
han
secado
las
cuentas
bancarias,
ya
que
la
gente
no
sólo
asistía
a
sus
espectáculos,
sino
que
viajaba
para
verlas
(como
muchos
argentinos
que
viajaron
a
Brasil).
Dado
que
las
entradas
para
ver
las
actuaciones
de
superestrellas
son
inevitablemente
caras,
con
sólo
uno
o
dos
espectáculos
por
año,
no
queda
nada
para
gastar
en
actuaciones
de
rango
medio
o
emergentes.
Los
espectáculos
de
emergentes
son
los
primeros
en
desaparecer:
el
efecto
Taylor
Swift
lejos
de
generar
arrastre
cancela
la
aparición
de
nuevas
figuras,
al
menos
en
el
“vivo”.
Los
fanáticos
de
la
música
consumen
lo
nuevo
solo
en
Spotify,
y
se
resisten
a
gastar
US$100
en
más
de
dos
shows
al
año.
Saturación
Live
Nation
Entertainment,
el
mayor
vendedor
de
entradas
y
promotor
de
conciertos,
se
ha
recuperado
en
los
últimos
dos
años.
Pero
si
se
analiza
el
último
lustro,
y
el
riesgo
de
otras
pandemias
por
venir,
el
negocio
de
la
música
continúa
siendo
incierto.
En
2019
facturó
11.500
millones
de
dólares.
Pero
en
2020
cayó
a
1.900
millones
de
dólares
(apenas
la
facturación
de
enero
y
febrero).
En
2021
crecieron
hasta
los
US$
6.300
millones,
dando
el
salto
en
2022:
16.700
millones
de
dólares.
Para
crecer
una
vez
más
en
2023:
US$
22.700
millones.
El
2024
los
llevaría
un
50%
más
arriba.
Pero
sería
para
muchos
un
techo:
el
mercado
está
saturado.
Cierto
que
muchos
artistas
obtienen
hasta
el
70
por
ciento
de
sus
ingresos
de
las
giras,
y
pocos
quieren
bajarse.
Pero
las
giras
se
han
vuelto
más
caras.
Las
presiones
inflacionarias
y
la
escasez
de
equipos
por
la
mayor
demanda
de
camiones
y
autobuses,
ha
disparado
los
costos.
Y
Estados
Unidos
también
ha
aumentado
el
precio
de
las
visas
para
actos
de
artistas
extranjeros,
lo
cual
limita
uno
de
los
principales
mercados.
Y
si
bien
muchos
son
optimistas
sobre
el
futuro
de
la
música
en
vivo
(incluido
Goldman
Sachs),
hay
otros
que
dicen
que
la
trayectoria
actual
es
insostenible.
¿Y
qué
sucede
cuando
los
artistas
más
importantes,
muchos
de
ellos
entre
60
y
70
años,
desaparecen
de
la
escena?
O
cuando
Taylor
Swift
finalmente
se
tome
un
descanso.
El
2025,
estiman
muchos,
será
a
la
baja.
por
R.N.