En
Quiero
decir
te
amo,
se
destacan
individualidades
y
una
grupalidad.
Por
un
lado,
el
estilo
ya
inconfundible
y
consagrado
de
la
escritura
dramatúrgica
de
Mariano
Tenconi
Blanco
(autor
de
La
vida
extraordinaria
y
Las
cautivas,
entre
otros
éxitos).
Por
otro
lado,
las
interpretaciones
de
las
dos
actrices
de
esta
obra:
Lucía
Adúriz
(impactante
e
histriónica
participación
en
Pampa
escarlata,
los
viernes
a
las
20
en
Teatro
El
Extranjero)
y
de
Violeta
Urtizberea
(presencia
constante
en
televisión,
cine
y
teatro
desde
muy
pequeña,
como
miembro
de
una
familia
de
artistas).
Finalmente,
la
compañía
Teatro
Futuro,
donde,
desde
2013,
siempre
están
el
músico
Ian
Schifres
y
la
productora
Carolina
Castro,
junto
a
Tenconi
Blanco,
para
proyectos
de
larga
búsqueda
y
expansión
nacional
e
internacional,
como
la
reciente
La
mujer
fantasma
(que
se
vio
en
el
Teatro
San
Martín,
luego
del
estreno
en
Barcelona).
Ahora,
Teatro
Futuro
presenta
Quiero
decir
te
amo
los
sábados
a
las
19
y
los
domingos
a
las
21
en
el
Teatro
Picadero
(Pasaje
E.
Santos
Discépolo
1857),
y
sus
actrices
así
la
analizan.
—¿Cómo
es
su
personaje
en
esta
pieza?
LUCÍA
ADÚRIZ:
Mi
personaje
es
una
mujer
que
estudió
Letras,
pero
se
dedica
a
ser
ama
de
casa;
está
un
poco
harta
de
su
matrimonio.
Por
un
impulso,
compra
un
diario
íntimo
y
allí
vuelca
a
todas
sus
desventuras,
sus
fantasías
y
sus
reflexiones.
Busca
volver
a
ser
alguien
que
supo
ser
y
está
deseosa
de
recuperarse.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
VIOLETA
URTIZBEREA:
Mi
personaje
es
una
chica,
quizás
de
treinta
y
piquito.
Su
mamá
se
murió
en
el
parto;
vive
con
su
papá,
los
dos
solos.
Se
da
a
entender
que
nunca
estuvo
en
pareja
ni
con
nadie.
Vive
de
ilusión
y
de
imaginación,
y
no
tanto
de
la
concreción.
Ella,
en
realidad,
no
ve
al
personaje
de
Lucía,
no
le
escribe
al
personaje
de
Lucía,
sino
a
un
hombre
que
ella
ve
en
un
accidente
de
autos,
en
quien
ve
alguien
como
un
príncipe
azul,
un
héroe.
Cuando
él
responde
una
de
las
cartas,
a
la
altura
de
lo
que
ella
imaginaba,
una
respuesta
recontramelosa,
ella
se
vuelve
loca
y
eso
le
permite
seguir
armándose
toda
la
historia
—¿Cómo
son
los
puntos
de
encuentro
entre
los
dos
personajes?
L.A:
Mi
personaje
va
descubriendo
a
medida
que
lee
las
cartas
de
la
otra
mujer,
a
una
persona
con
las
características
que
ella
desearía
tener
o
recuperar
en
sí
misma,
pero
no
tiene:
espontánea,
ingenua,
en
contacto
con
el
mundo,
con
fiebre
por
vivir.
Termina
por
enamorarse
de
esas
características
y
de
esa
persona
construida
del
otro
lado
de
la
correspondencia.
Si
bien
sabe
todo
el
tiempo
que
es
una
mujer
la
que
está
del
otro
lado,
muchas
veces
alude
al
enamorarse
de
una
persona
que
no
conoce,
que
ocupa
todos
sus
pensamientos,
ansias
y
la
vuelve
a
hacer
sentir
viva.
—Mariano
Tenconi
Blanco
trabaja
mucho
con monólogos
extensos
y
muy
exigentes.
¿Cómo
lo
llevan
adelante?
L.A:
Como
monólogo,
ha
sido,
sí,
sin
dudas,
el
trabajo
más
exigente
que
hice
en
todo
mi
camino
como
actriz.
El
trabajo
sobre
monólogos
requiere
mucha
paciencia,
tiene
algo
de
nadar
en
aguas
abiertas,
donde
no
hay
claramente
horizonte.
Hay
que
ir
apostando
al
puro
ritmo,
a
comprender
la
voz
cuando
está
muy
bien
construida
dramatúrgicamente.
Ahí
están
los
secretos
para
la
muscularidad,
esqueleto,
formas
de
gesticular,
tonos
del
personaje.
Sigo
el
teatro
de
Mariano
hace
muchos
años.
Me
siento
muy
feliz
de
que
haya
pensado
en
mí
como
una
actriz
posible
para
sumar
a
sus
ya
muy
frondosos
y
bellos
universos.
V.U:
Mariano
tiene
una
gran
facilidad
para
crear
voces.
Leyéndolo
es
posible
ver
cómo
es
el
personaje,
cómo
piensa,
cómo
son
sus
rulos
mentales.
Lu
escribe
un
diario
íntimo
y
yo,
cartas.
Eso
hace
a
la
diferente
manera
de
organizar
las
palabras,
lo
cual,
para
el
juego
actoral,
es
divino.
Mariano
es
uno
de
los
dramaturgos
más
importantes
y
más
interesantes
de
la
escena
teatral
de
este
momento.
Hace
diez
años,
hicimos
Las
lágrimas
en
el
Centro
Cultural
de
la
Cooperación.
Él
me
mandó
el
texto
y
apenas
empecé
a
leer
la
obra,
me
voló
la
cabeza:
un
material
tan
distinto,
con
una
voz
tan
particular.
Así
que,
cuando
me
volvió
a
llamar
para
actuar,
fue
un
sí
rotundo.
Me
siento
muy
honrada.
—Esta
obra,
como
otras
de
Tenconi,
sigue
buceando
en
mundos
íntimos.
En
este
caso,
aparecen
cartas
y
diarios
personales.
¿Cómo
analizan
la
intimidad
y
estos
géneros
discursivos?
L.A:
Muchas
novelas
han
incluido
cartas
y
diarios
íntimos,
que
son
formas
de
hacer
hablar
a
los
personajes,
en
primera
persona,
con
un
punto
de
vista
inmediato.
Es
una
forma
muy
teatral
también.
A
mí
me
gustan
mucho
las
cartas,
escribo
cartas,
me
han
escrito
muchas
cartas.
La
era
del
chat
recuperó
algo
de
la
idea
de
carta,
de
cómo
uno
escribe
para
ser
leído.
Las
cartas
son
un
precioso
método
de
comunicación
que
permite
elegir
qué
vas
a
decir
y
cómo
decirlo.
Esto
es
la
columna
vertebral
de
la
obra:
dos
personas
se
encuentran,
y
el
motor
y
la
fragua
donde
el
amor
va
a
nacer
es
a
través
de
leerse.
V.U:
Cuando
uno
escribe
de
la
mejor
manera
posible
para
que
el
otro
también
tenga
la
sensación
de
estar
leyendo
algo
bello,
es
como
un
regalo
hacia
la
otra
persona.
Yo
he
escrito
cartas,
sobre
todo
de
amor.
Conservo
cartas
que
me
han
escrito.
Las
leo
y
me
dan
mucha
ternura.
Mi
personaje,
desbordado,
escribe
cartas,
donde
ella
se
desborda
también.
—¿Creen
que
hay
en
la
actualidad
permisos
y
espacios
para
emociones
genuinas
y
la
comunicación
de
esas
expresiones?
L.A:
En
las
redes
sociales,
hay
algo
de
la
cultura
del
yo,
del
yo
expositivo.
En
principio,
eso
da
una
apariencia
de
explosión
de
libertades.
Creo
que,
al
revés
de
eso,
vivimos
una
época
en
donde
la
experiencia
o
la
lectura
sobre
la
propia
emocionalidad
se
estandariza,
se
tipifica;
todo
se
homogeneiza
para
ser
entendido
mejor,
vendido
mejor
y
puesto
en
el
algoritmo
de
manera
más
fácil,
lo
cual
elimina
lo
poderoso
y
hermoso
de
la
singularidad
humana.
El
campo
emocional
es
algo
más
bien
insondable.
V.U:
Los
pibes
están
comunicándose
mucho
por
una
vía
virtual
y
no
tanto
en
vivo.
Entonces,
eso
genera
más
distancia
con
el
otro.
Tampoco
me
gusta
pensar
que
todo
tiempo
pasado
fue
mejor.
Pero
pareciera
que
estamos
un
poco
menos
comunicados.
—¿Qué
les
genera
la
idea,
la
palabra
“amor”?
L.A:
El
amor
es
la
energía
más
poderosa
del
mundo.
Lo
que
se
hace
por
amor
y
con
amor
perdura,
sana,
multiplica,
salva,
sutura,
acerca.
Sentirse
amado,
sentirse
observado
con
amor,
es
una
forma
de
vivir
la
vida
que
hace
que
valga
la
pena.
Las
formas
de
amor
son
múltiples;
una
de
sus
variantes
es
el
amor
romántico.
Después,
en
los
grandes
discursos
colectivos,
el
amor
está
en
retirada.
La
obra
dice
en
un
momento:
“El
amor
es
creer
en
algo,
porque
también
es
un
acto
de
fe
el
amor.
El
amor
es
creer
en
algo,
en
un
mundo
en
el
que
no
creen
nada”.
Pareciera
ser
que
este
es
un
mundo
en
el
que
la
diferenciación,
la
separación,
el
desprecio,
la
competencia
por
el
progreso
personal
van
en
detrimento
del
amor,
pero
creo
que
igual
siempre
resiste.
V.U:
Yo
vivo
para
el
amor.
Amo
las
historias
de
amor.
Le
pido
a
la
gente
que
me
cuente
sus
historias
de
amor,
me
las
acuerdo.
El
amor
es
un
sentimiento
maravilloso
y
también
de
mucha
exposición,
que
te
deja
el
corazón
en
la
mano.
Creo
mucho
en
que
hay
que
abrirse
al
amor.
También,
me
generan
una
contradicción
las
mujeres
en
este
tema.
La
obra
dice:
“Solo
una
mujer
sabe
lo
que
eso
(te
amo)
significa”.
Nosotras
fuimos
criadas
para
amar
y
para
casi
nada
más.
Entonces,
cuando
mi
vida
gira
demasiado
en
torno
al
amor,
a
veces
digo:
“Bueno,
tranqui,
pensemos
en
otras
cosas”.