Podría
confesar
a
esta
altura
de
mí
trayectoria
cierta
fascinación
por
este
autor.En
el
año
2006
realicé
mi
primera
aproximación
a
dicho
creador,
la
obra
se
llamaba
El
Vuelo,
pieza
que
combinaba
dos
obras
de
Chejov,
Tío
Vania
y
La
Gaviota.
Dieciocho
años
después,
nuevamente
estoy
realizando
una
obra
chejoviana,
pero
que
no
es
una
obra
de
Chejov,
ya
que
el
trabajo
que
vengo
realizando
se
basa
en
la
noción
de
territorio
dramático.
En
el
teatro
físico
existe
una
distinción
de
vital
importancia
que
diferencia
el
género
dramático
del
territorio
dramático.
Aclaro
también
que
el
teatro
físico
se
caracteriza
por
atender
a
las
leyes
de
la
física
clásica
y
a
las
leyes
de
movimiento
en
sí.
No
se
trata
solo
de
mover
el
cuerpo.
Pensemos
en
la
distinción
entre
género
dramático
y
territorio
dramático
a
través
de
un
ejemplo
simple,
por
ejemplo
la
Tragedia,
que
de
por
sí
es
un
género
dramático,
pero
a
su
vez
también
es
un
territorio
dramático.
Aristóteles
en
el
cap.
VI
de
Poética
sostiene:
“puesto
que
el
efecto
de
la
tragedia
se
da
aun
sin
certamen
y
sin
actores.
Además,
para
la
realización
de
los
espectáculos
es
más
importante
el
arte
del
escenógrafo
que
el
de
los
poetas.”
Frente
a
esta
postura
del
estagirita
la
praxis
del
territorio
dramático
asume
un
postura
radicalmente
opuesta,
como
así
también
el
teatro,
no
hay
posibilidad
de
un
teatro
sin
un
cuerpo
presente.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
¿Cómo
es
esto?
Pues
bien,
porque
al
hablar
de
territorio
estamos
hablando
de
la
disputa
del
“sentido
común”
propio
de
cada
época
y
de
la
propia,
y
por
consiguiente,
de
cada
teatro.
Esta
disputa
convierte
al
teatro
en
una
praxis
de
lo
político,
lo
político
que
no
es
la
política,
lo
político
que
no
es
partidario
ni
panfletario.
Continuemos
con
la
distinción,
Aristóteles
afirma:
“por
tanto,
son
necesariamente
seis
los
elementos
constitutivos
de
toda
tragedia,
en
virtud
de
los
cuales
la
tragedia
posee
cierta
cualidad.
Ellos
son:
la
trama,
los
caracteres,
la
expresión
lingüística,
el
pensamiento,
el
espectáculo
y
la
música.”
(Poet
VI
1450a
8-10).
Dicha
descripción
propia
del
género
dramático
le
es
indistinta
a
la
noción
de
territorio
dramático.
Lo
verdaderamente
importante
para
esta
perspectiva
es
ver
como
Antígona
se
enfrenta
a
Creonte,
quien
representa
a
la
Polis
griega,
o
ver
la
obra
Hamlet
y
ahondar
la
noción
de
un
golpe
de
Estado,
o
ver
a
Chejov
con
ojos
los
ojos
de
nuestro
presente.
Es
decir,
territorializar
al
autor/a
para
dar
cuenta
de
las
problemáticas
propias
de
la
región.
Las
características
de
las
obras
chejovianas
que
desarrollé
a
lo
largo
de
estos
años
surge
de
la
pregunta
en
relación
con
el
¿por
qué
este
autor
sigue
interpelando
el
presente?
¿Por
qué
un
teatro
tan
lejano
nos
resulta
tan
cercano?
Algunas
de
las
respuestas
que
fui
encontrando
a
lo
largo
de
todos
estos
años
refieren
a
que
este
autor
plantea
de
manera
magistral
nociones
como
la
del
desamor,
la
cobardía,
la
imposibilidad
de
cambiar,
el
individualismo
extremo.
El
develar
una
sociedad
en
decadencia
como
también
lo
es
el
personaje
de
Serebriakov
el
literato
de
Tío
Vania.
La
puesta
en
tensión
entre
un
artista
incomprendido
como
Treplev
y
un
arte
masticado
propio
de
las
sociedades
capitalistas,
de
la
mano
Trigorin.
Chéjov
se
ha
caracterizado
por
mostrar
las
desilusiones
en
carne
viva.
Personajes
que
hipotecan
su
presente.
Y
es
ahí
cuando
este
autor
me
sigue
interpelando
profundamente
en
estos
tiempos
tristes.
En
lo
que
respecta
a
la
obra
propiamente
dicha,
La
negación
de
la
negación.
Una
hermenéutica
chejoviana,
la
misma
sugiere
una
confesión
de
los
montajes
de
las
obras
chejovianas
cuyos
recuerdos
están
siendo
interpretados
por
una
compañía
que
no
representó
aquellas
obras.
Por
lo
tanto,
existirá
una
tensión
entre
lo
que
fue,
lo
que
está
siendo
y
lo
que
es.
Un
teatro
dentro
del
propio
teatro.
Una
narración
que
sabe
ser
ficción
y
que
se
aleja
de
cualquier
intento
de
verdad.
La
interpretación
como
un
ejercicio
de
la
historia,
que
desde
Nietzsche
hasta
nuestros
días
ha
dado
cuenta
de
que
ya
no
hay
hecho
solo
interpretaciones.
La
perplejidad
de
nuestros
días…
*Dramaturgo
y
director
de
La
negación
de
la
negación.
Una
hermenéutica
chejoviana.
La
obra
se
presenta
los
martes
y
sábados
a
las
20
en
Belisario
Club
de
Cultura,
Av.
Corrientes
1624.