“El desafío es construir universos con leyes propias”

0
2

La
idea
para
esta
temporada
fue
que
fueran
capítulos
autoconclusivos
y
que
no
haya
un
arco
general”
dice
Martín
Piroyansky,
creador,
director,
coguionista
y
uno
de
los
protagonistas
de
Porno
y
helado.
Piroyansky
ha
logrado
crear,
con
Sofi
Morandi
(la
mejor
actriz
argentina
a
la
hora
de,
bueno,
la
comedia,
el
musical
y
uno
supone
lo
que
guste)
y
Nachito
Saralegui,
alguien
que
ha
comprendido
como
pocos
lo
que
pueden
las
redes
sociales
cuando
son
comedia
absurda,
la
mejor
comedia
argentina
de
la
edad
dorada
de
las
series.
Lejos
de
modos
más
simples,
lejos
de
la
broma
simple
del
streaming,
Piroyansky
respira
cine
en
cada
instante
de
su
serie.
Prime
Video
debería
ser
muy
feliz:
ha
logrado
algo
que
ninguna
otra
plataforma.
Es
decir,
ha
logrado
un
producto
libre,
que
tiene
la
ferocidad
y
corazón
que
hacen
que
una
serie
pase
de
ser
un
fenómeno
a
ser
algo
que
se
quiere
mucho
y
que
algún
día
se
va
a
extrañar.
El
mismo
Piroyansky
habla
de
la
fórmula
de
la
segunda
temporada:
“La
idea
del
arco
de
temporada
no
me
gusta.
Como
cuando
veo,
no
sé,
ponele
Curb
Your
Enthusiasm
me
encanta,
pero
no
tanto
como
cuando
cuenta
el
arco
de
la
temporada.
En
ese
sentido
eso
lo
hacía
más
fácil
que
en
la
primera
temporada,
que

había
un
arco
de
estos
pibes,
que
se
van
armando
como
una
banda
y
terminan
tocando
en
vivo
en
el
lugar
que
querían
y
no
lo
logran
por
las
cagadas
que
se
mandan.
Te
organiza
el
relato,
pero
a
la
vez
te
ancla.
La
segunda
temporada
quería
que
fueron
capítulos
autoconclusivos,
que
fueran
como
películas”. 

Por
supuesto,
una
serie
así,
si
bien
tiene
a
Piroyansky,
el
más
contundente
contador
de
historias
en
este
momento
de
Argentina
(su
forma
de
filmar
pide
a
gritos
una
película,
sea
comedia
o
no),
tiene
otros
grandes
nombres:
Martina
López
Robol,
la
coguionista,
es
una
pieza
fundamental,
que
entiende
el
sistema
de
Piroyansky.
Voley,
la
ópera
primera
de
Piroyansky
es
hoy
un
clásico
de
culto,
pero
también
demuestra
lo
difícil
de
contar
a
su
manera:
“Me
acuerdo
con
Voley,
que
cuando
la
estrené
vinieron
muchos
técnicos
y
me
dijeron:
‘La
verdad
pensé
que
era
una
mierda,
cuando
leí
el
guión
pensé
era
una
mierda
y
ahora
que
la
vi
ensamblada
la
entiendo’.
El
guión
en
mi
caso,
es
muy
manual
de
instrucciones,
mínima
descripción
posible,
y
no
mucho
más.
En
la
comedia
hasta
que
no
lo
ves
no
lo
entendés”. 

—Hay
cosas
muy
producidas
que
no
se
notan,
otras
simples
que
funcionan
muy
bien.
¿Cómo
lograste
el
equilibrio
entre
los
modos
de
filmar
y
lo
que
querías
contar?

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—Cuando
me
pidió
Amazon
la
segunda
temporada,
me
dijeron:
“Volá”.
Escribí
lo
que
te
parezca,
del
tamaño
que
sea.
Por
eso
fuimos
por
algo
más
ambicioso
a
nivel
producción.
En
el
medio
se
pinchó
la
burbuja
de
las
plataformas,
todas
se
empezaron
a
contraer,
y
el
presupuesto
de
Porno
y
helado
bajó
considerablemente.
Pero
ya
estaba
escrita
de
una
determinada
manera.
Lo
hicimos
con
mucho
menos
presupuesto.
Nos
tuvimos
que
adaptar,
y
creo
que
hay
algo
a
la
hora
de
la
limitación
de
presupuesto
y
producción
que
ayuda
a
mejorar
las
cosas.
De
hecho,
cuando
veo,
por
ejemplo
en
Netflix,
a
directores
que
los
llaman
para
darles
casi
un
cheque
en
blanco,
suelen
ser
sus
peores
películas.
Poder
hacer
todo
siento
que
empeora
al
producto.
Estoy
acostumbrado
a
filmar
independientemente,
por
ende
entiendo
y

trabajar
alrededor
de
las
limitaciones.
Esto
es
mucho
más
grande,
y
a

me
cuesta
pedir:
“Hoy
quiero
una
grúa”.
Con
los
años
me
acostumbré
a
pedir
cada
vez
más,
pero
me
parece
una
locura.
Acá,
pasó
lo
contrario,
se
achicó
todo.
De
hecho,
lo
dicen
los
personajes
al
principio
de
la
serie:
“Acá
hay
menos
presupuesto”.
Y
lo
hago
parte
de
la
serie.
Pero
esta
temporada
a
nivel
relato
es
más
ambiciosa. 

—¿Cómo
es
la
dinámica
con
los
actores,
ya
que
lográs
un
anclaje
muy
fuerte
en
ellos
y
cualquiera
que
entra,
sea
Gimena
Accardi
o
Ángela
Torres,
entiende
el
ritmo
de
la
serie?

—La
primera
temporada,
cuyas
primeras
versiones
la
escribimos
con
Santiago
Korovsky,
después
las
reescribimos
con
Martina
López
Robol,
lo
que
nos
pasaba
que
estaba
la
idea,
la
anécdota,
todo
era
distinto.
En
las
reescrituras
apareció
la
personalidad
de
mi
personaje
Pablo.
Esa
personalidad
hizo
que
escribamos
todo
de
nuevo.
Cuando
tenés
un
personaje
tan
sólido,
que
si
pasa
tal
cosa
todos
tenemos
una
idea
parecida,
ahí
empieza
a
existir
la
serie.
Después
apareció
Ramón,
y
con
Martina,
Ceci.
Es
un
poco
el
ABC
de
las
series:
son
de
los
personajes,
te
tiene
que
gustar
el
universo,
la
anécdota
puede
ser
mejor
o
peor,
pero
en
un
momento
ya
son
tus
amigos
y
ya
estás
viviendo
en
ese
mundo.
El
desafío
real
es
construir
universos
con
sus
propias
leyes,
colores,
y
más. 

—¿Cómo
construís
entonces
las
fronteras
de
ese
universo?


Un
poco
la
premisa
de
la
serie
siempre
fue
que
tenga
mucha
libertad,
no
achicar
las
posibilidad.
En
otras
cosas
que
hice
era
más
limitado,
puede
haber
un
chiste
visual,
puede
haber
uno
más
intelectual,
puede
haber
cualquier
cosa.
Todo
puede
pasar,
y
si
hay
un
problema
en
la
trama,
se
resuelve
en
voz
alta,
y
ya
se
resuelve.
En

mismo
es
un
chiste
ese
entender.
Obvio,
queremos
que
todo
tenga
sentido,
sea
verosímil,
pero
está
todo
permitido.
El
desafío
ahí
está
en
que
importe,
porque
si
vale
todo,
no
te
importa
nada,
porque
no
hay
nada
en
juego
y

nos
importa
que
haya
cosas
en
juego
al
nivel
de
los
personajes.
Pablo
se
mandó
la
cagada
y
quiere
que
Ramón
lo
perdone.
En
un
universo
como
La
pistola
desnuda,
donde
cualquier
cosa
puede
pasar,
queremos
que
los
personajes
sean
entrañables
y
sientas
algo
por
ellos. 

—¿Cuán
minucioso
es
el
guión
y
cuánto
hay
de
Sofi
Morandi
y
Nachito
Saralegui
entendiendo
a
los
personajes
y
trabajando
desde
su
conocimiento
de
los
personajes? 

—La
verdad
es
que
no
hay
mucho
espacio
para
cambiar
cosas
en
el
momento,
o
encuentro
agujeros
en
el
guión
que
tengo
que
resolver.
Por
ejemplo,
Gime
Accardi
tiene
un
chiste
de
bailar
una
canción
que
no
tenemos
los
derechos.
Yo
quería
una
canción
de
los
Stones,
tiene
que
haber
uno
pensaba,
ojalá
Amazon
me
lo
garpe.
Obviamente,
teníamos
menos
presupuesto
que
antes,
y
era
imposible
pedirlo.
Y
pensé,
¿qué
pasa
si
cuando
está
amordazado
el
personaje
el
personaje
de
ella
baila
la
canción?
Me
da
pena
no
improvisar
más
porque
Nachito,
que
es
un
genio
improvisando
y
se
ve
en
su
trabajo.
No
tenemos
tiempo
para
improvisar
cosas.
A
la
hora
del
timing
soy
minucioso
con
eso,
pero
justo
con
Nachito
y
Sofi
la
verdad
que
se
trata
de
dos
genios
y
entienden
todo,
ellos
ya
saben
cómo
hacerlo,
y
tienen
sus
opiniones.
A
veces,
Sofi
me
dice
cómo
filmar
la
escena:
me
dice
yo
pondría
la
cámara
acá
y
la
haría
así.
Y
tiene
razón.
Ellos
son
dos
genios,
no
tengo
que
estar
encima,
y
todo
lo
que
proponen
es
buenísimo.
Cuando
vienen
actores
nuevos,
tengo
que
meterlos
en
el
tono.
Pero
suelen
ser
guiones
que
solo
se
hacen
de
una
manera
posible,
y
hay
mucha
edición.
Con
una
temporada
ya
en
la
calle,
es
más
fácil
explicar.

—¿Qué
representa
esta
serie
para
vos?

—Es
una
serie
que
fue
evolucionando
con
los
años,
nació
de
un
capricho,
la
idea
de
dos
pibes
que
quieren
tener
una
banda,
ese
fue
el
origen.
Con
los
años
se
modificó,
Martina
me
hizo
ver
Community
y
ahí
se
abrió
una
puerta
más
al
delirio.
Me
gusta
la
serie.
Me
gustaría
hacer
otro
tipo
de
tonos.
Por
eso
me
gusta
esta
temporada,
donde
puedo
indagar
en
otros
géneros,
me
aburro
de
hacer
siempre
lo
mismo.
Me
gustó
poder
probar.
Lo
tomo
todo
como
un
entrenamiento
para
hacer
películas,
en
el
fondo
yo
lo
que
quiero
es
hacer
películas.
Voley
la
hice
hace
diez
años
y
quiero
filmar
otra
película.