A
las
celebridades
del
mundo
del
espectáculo
la
vida
parece
sonreírles
desde
que
amanecen
hasta
que
se
acuestan.
O
al
menos
eso
es
lo
que
quieren
mostrar
en
sus
redes
sociales.
Se
los
ve
exitosos,
espontáneos,
divertidos,
disfrutando
la
vida,
con
millones
de
admiradores
que
aclaman
su
persona
y
por
supuesto,
mostrando
todo
el
tiempo
sus
logros
personales
y
laborales.
Claro
que
las
formulas
a
veces
son
diferentes,
están
los
que
se
muestran
antihéroes,
los
indiferentes,
los
empáticos,
los
divertidos
y
los
inalcanzables.
Pero
en
algo
coinciden
todos:
en
la
vulnerabilidad
ante
el
desprecio
o
la
agresión.
Y
ante
una
respuesta
que
no
esté
a
la
altura
de
lo
esperado,
la
angustia
los
atrapa.
Influencers
en
baja
En
el
último
tiempo,
muchos
fueron
los
famosos
que
abandonaron
las
redes
sociales
por
no
tener
el
cien
por
ciento
de
imagen
positiva,
claudicando
frente
a
agresiones
anónimas,
correcciones
u
opiniones
diferentes.
Así
fue
el
caso
del
influencer
argentino
Julián
Serrano,
quien
la
semana
pasada,
tras
la
muerte
del
ex
integrante
de
One
Direction,
Liam
Payne,
realizó
un
posteo
autorreferencial
en
su
cuenta
de
X,
que
causó
la
ira
de
varios
de
sus
2,3
millones
de
seguidores.
Su
tributo
decía:
“Yo
no
puedo
creer
que
se
muera
mi
favorito
de
1D,
con
mi
misma
edad,
en
mi
país
y
en
el
día
de
mi
cumpleaños.
Que
en
paz
descanse”.
Minutos
antes
había
comunicado
un
contundente:
“Feliz
cumple
a
mí”.
Una
combinación
textual
que
cibernautas
entendieron
como
egocéntrica,
inoportuna
e
irrespetuosa,
que
rápidamente
se
lo
hicieron
saber
con
una
catarata
de
insultos
e
improperios.
A
las
pocas
horas,
el
cantante
y
actor
volvió
a
escribir
para
dar
a
conocer
su
decisión
de
abandonar
la
aplicación
de
Elon
Musk
frente
a
hostilidad
de
su
público
y
cupándolos
de
su
angustia:
“Lo
lograron.
Finalmente
ganaron.
Destrozaron
a
alguien.
Alguien
que
no
merecía
el
odio.
Alguien
que
no
hacía
nada
más
que
ayudar
a
las
personas.
Alguien
que
amó
con
todo
su
corazón.
Me
voy
de
X”.
Ya
sin
él,
la
plataforma
continúo
con
su
habitual
programación
de
millones
de
mensajes
yendo
y
viniendo
al
unísono
sin
ningún
control
ni
manual
de
ética.
Pero
esta
actitud
de
fallar
en
un
mensaje
o
de
no
gustarle
a
todo
el
mundo
con
lo
realizado
no
es
propio
del
frágil
Serrano,
sino
una
conducta
generalizada
de
muchas
estrellas
del
mundo
del
arte
que,
frente
al
rechazo,
entran
en
crisis.
Consultado
sobre
este
tema,
el
psicoanalista
y
miembro
de
la
Comisión
Directiva
de
la
Asociación
Psicoanalítica
Argentina,
Jorge
E.
Catelli,
explica:
“La
figura
del
difamador
existió
siempre,
ese
que
injuria
y
agrede.
Lo
que
hoy
sería
un ‘hater’
(odiador).
Lo
que
sucede
es
que
este
tipo
de
personas
encontraron
en
las
redes
sociales
un
territorio
de
violencia
simbólica
pero
de
efecto
real.
Sabiendo
que
a
partir
de
un
comentario
negativo,
despliegan
un
enorme
sufrimiento
en
el
otro.
Antes,
la
dimensión
de
la
fama
y
el
poder
que
manejaban
las
grandes
figuras
del
espectáculo
eran
inaccesibles
para
estas
personas.
Hoy
las
redes
sociales
acercaron
a
las
partes”.
Generación
de
cristal
Claro
que
este
no
es
un
fenómeno
matemático
y
tiene
relación
directa
con
la
vulnerabilidad
o
dureza
de
cada
individuo.
Un
ejemplo
de
esto
es
el
segmento
de
cantantes
argentinas
que
todo
el
tiempo
se
está
exponiendo
con
diferentes
respuestas.
Muestra
de
ello
es
la
fragilidad
ante
la
agresión
que
maneja
Martina
Stoessel,
quien
en
varias
entrevistas
confesó
el
gran
daño
que
le
hacen
cuando
hablan
de
su
cuerpo
y
del
mal
ejemplo
que
les
da
a
sus
fans,
mientras
que
a
Lali
Espósito
el
mismo
nivel
de
virulencia
la
potencia
en
su
personalidad
y
creatividad.
Sobre
este
punto,
Catelli
reflexiona:
“Frente
a
cualquier
agresión
queda
expuesto
el
abanico
de
características
subjetivas
de
cada
persona
y
su
constitución
física.
Esto
varía
en
cada
uno
y
dependerá
de
los
recursos
psíquicos
que
tenga
para
enfrentarse
a
eso
que
dolió
o
molestó.
Los
tres
grandes
sufrimientos
de
la
humanidad,
según
Sigmund
Freud,
son
la
decrepitud
del
propio
cuerpo,
los
fenómenos
naturales
y
el
vínculo
con
los
otros;
por
lo
tanto,
la
expectativa
de
ser
aceptados
por
los
otros
en
la
violencia
cotidiana
y
rivalidad
tiene
variaciones
en
cada
persona”.
Quienes
no
pudieron
tolerar
el
nivel
de
agresión
en
pleno
ascenso
de
su
persona
en
el
negocio
de
la
música
-con
ataques
misóginos
y
discriminatorios
sobre
sus
orígenes
humildes-
fueron
La
Joaqui
y
María
Becerra.
Mientras
la
cantante
de
RKT
por
motivos
postraumáticos
decidió
abandonar
momentáneamente
sus
redes
sociales
a
mediados
de
2023,
con
el
fin
de
preservar
su
salud
psíquica, “La
nena
de
Argentina”
hizo
lo
mismo
hace
unos
meses
cuando
escribió
en
su
cuenta
de
X:
“Me
voy
de
esta
red
social.
He
luchado
mucho
con
mi
salud
mental
en
esta
gira
por
Europa,
se
siente
horrible
todo
esto,
experimenté
desde
el
llanto
hasta
ataques
de
ansiedad
y
pánico”.
A
su
vez,
agregó
que
su
cuenta
de
Instagram
pasaba
a
ser
manejada
por
una
comunity
manager
que
le
hacía
de
filtro
ante
tanta
agresión
recibida.
Oriana
Sabatini
también
hizo
su
descargo
en
su
cuenta
de
X
en
el
2019
ante
los
reiterados
mensajes
negativos
que
afectaban
su
tranquilidad.
Sus
seguidores
no
le
perdonaban
que
ponga
su
carrera
en
segundo
plano
frente
al
éxito
de
su
pareja,
el
futbolista
Paulo
Dybala,
y
se
lo
hacían
saber
a
diario.
A
modo
de
refugio.
ella
explicó:
“No
necesito
mala
energía
en
este
momento
de
mi
vida”.
Y
cerró
su
cuenta. Cabe
destacar
que
la
plataforma
X,
anteriormente
llamada
Twitter,
es
la
más
permeable
a
las
provocaciones,
ya
que
las
exigencias
de
usuarios
reales
son
casi
nulas,
por
lo
que
cualquier
persona
puede
crearse
una
cuenta
anónima
y
desde
allí
dar
su
opinión
por
más
violenta
que
fuera.
Órbita
internacional
La
angustia
que
generan
las
redes
es
una
tendencia
mundial.
Muchas
fueron
las
celebridades
internacionales
que
también
padecieron
el
ciber
bullying
con
una
repercusión
negativa
en
su
ánimo
y
salud.
En
Estados
Unidos
y
Europa
a
esta
reacción
de
autoprotección
llamándose
a
un
silencio
virtual
se
la
llama
“Social
Detox”
o
“Digital
Detox”,
que
no
es
otra
cosa
que
ausentarse
por
tiempo
prolongado
de
la
conectividad
e
inmediatez
que
exigen
los
medios
de
comunicación.
Uno
de
los
actores
que
sufrió
esta
endemia
fue
Tom
Holland,
quien
en
el
2022
reveló
a
través
de
un
video
en
Instagram
que
ponía
una
pausa
en
las
redes
debido
a
que
“quedaba
atrapado
en
espirales
de
obsesión
al
leer
cosas
sobre
sí
mismo
en
línea,
lo
cual
perjudicaba
su
salud
mental”.
Para
ello,
el
Marvel
más
joven
eliminó
todo
tipo
de
aplicación
social
de
su
smartphone.
Otras
celebridades
interestelares
que
cayeron
en
centrífugas
depresiones
obsesivas
sobre
su
aceptación
o
rechazo
en
el
universo
virtual
fueron
las
aclamadas
Selena
Gomez,
Ariana
Grande,
Taylor
Swift
y
Millie
Bobby
Brown.
Y
si
bien
su
trabajo
les
exige
una
exposición
diaria,
la
solución
fue
tercerizar
los
posteos
en
sus
cuentas
de
Instagram,
TikTok
y
X.
Una
de
las
mayores
problemáticas
en
las
que
se
encuentran
quienes
se
vuelven
adictos
a
las
redes
es
que
entran
en
laberintos
de
egocentrismo
sin
salida,
buscando
todo
el
tiempo
saber
lo
que
dicen
de
ellos,
perdiendo
así
la
noción
de
la
espacialidad,
donde
la
virtualidad
se
apodera
de
la
realidad.
Aunque
parezca
difícil
de
creer
por
la
magnitud
de
las
personalidades
mencionadas,
Adele,
Ed
Sheeran,
Harry
Styles
y
Justin
Bieber
reconocieron
que
fueron
víctimas
de
la
simbiosis
que
generaron
con
sus
seguidores,
hasta
el
punto
de
pensar
todo
el
tiempo
en
qué
hacer
o
mostrar
para
captar
su
atención
y
elogios.
Una
vez
descifrado
el
origen
de
su
angustia,
decidieron
finalizar
sus
intervenciones
en
las
redes,
con
la
convicción
de
tercerizar
sus
publicaciones
en
agentes
de
prensa
y
publicistas.
Sobre
esta
dependencia
virtual,
Catelli
asegura:
“Las
personas
sin
querer
entramos
en
una
nueva
dimensión
donde
la
vida
no
transcurre
solamente
por
los
actos
cotidianos,
sino
que
está
desdoblada
en
una
segunda
dimensión
virtual
que
algunos
sujetos
la
tienen
potenciada
por
la
gran
cantidad
de
seguidores
que
tienen.
Entonces
se
levantan
y
lo
primero
que
hacen
es
sacarle
una
foto
al
café
que
está
tomando
para
que
se
vea
en
su
otra
espacialidad.
Su
vida
íntima
la
convierten
en
pública.
Y
esta ‘extimidad’,
como
se
llama
en
psicoanálisis
a
la
combinación
de
lo
externo
y
lo
íntimo,
muestra
que
uno
le
da
poder
a
cualquiera
sobre
sí
mismo,
que
en
muchos
habilita
inconscientemente
la
violencia.
Y
cuando
la
persona
descubre
cómo
es
controlado
por
un
otro
al
que
desconoce,
se
asusta
y
desaparece”.
El
reconocimiento
del
otro
es
todo
lo
que
los
famosos
desean.
Donde
importa
más
el
parecer
que
el
ser.
La
búsqueda
deliberada
de
likes,
la
cantidad
de
seguidores
para
mostrar
popularidad
y
el
objetivo
de
viralizar
todos
los
contenidos
son
los
que
los
motivan
esta
dependencia.
Catelli
concluye:
“Los
seres
humanos
nos
constituimos
como
tales
necesitando
la
asistencia
de
otro.
Y
ese
otro
no
es
solamente
el
que
nos
salva
de
inanición,
sino
que
nos
constituye
con
su
reconocimiento
simbólico.
Esto
se
desplaza
a
lo
largo
de
nuestras
vidas,
primero
con
nuestros
padres,
luego
con
los
maestros,
la
pareja,
los
colegas
y
ahora
con
los
seguidores,
no
importa
si
son
conocidos
o
desconocidos,
pero
sí
que
nos
reconozcan
con
respuesta
positiva”.
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