Volvió
al
teatro
Cecilia
Roth,
con
La
madre
de
Florian
Zeller.
En
estas
últimas
temporadas
este
dramaturgo
francés
es
ya
casi
un
clásico
para
los
porteños.
Roth
empieza
noviembre
con
dos
obras
suyas
en
el
mismo
teatro
El
Picadero.
Ya
se
conoció
La
mentira
y
ahora
se
sumará
La
madre,
con
Cecilia
Roth,
Gustavo
Garzón,
Martín
Slipak
y
Victoria
Valdomir,
con
dirección
de
Andrea
Garrote.
—Para
muchos
sos
representante
del
mundo
audiovisual.
¿Qué
significa
volver
al
teatro?
—Me
gusta
el
teatro,
es
muy
distinto
al
cine,
porque
implica
la
continuidad.
Esta
obra
es
muy
difícil.
La
vi
en
España
con
Aitana
Sánchez
Gijón,
con
otra
elección
del
director
totalmente
diferente
a
la
que
hace
aquí
Andrea
Garrote.
Ella
la
rodeó
de
cierto
humor
irónico
y
sarcástico.
No
es
para
nada
solemne,
ni
agobiante,
sigue
siendo
el
discurso
de
una
mujer
psicótica,
pero
alivianado.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—Este
personaje
que
encarnás
confiesa
que
nunca
trabajó:
¿creés
que
representa
a
la
mujer
actual?
—Las
mujeres
de
nuestra
edad
trabajan
de
mentirita.
Conozco
a
muchas
e
incluso
más
jóvenes
que
no
trabajan,
eso
existe
aún
hoy,
todavía
en
el
siglo
XXI
con
los
feminismos.
La
mujer
vivió
un
enorme
avance,
que
no
concluyó.
Es
un
movimiento
permanente,
que
va
y
viene,
además
nosotros
ahora
estamos
en
un
momento
de
retroceso.
Hay
voces
femeninas
que
son
impactantes
por
lo
que
piensan
y
cómo
lo
dicen,
ya
que
están
teñidas
de
machismo
a
un
nivel
muy
fuerte.
—¿Te
considerás
feminista?
—Creo
que
una
no
nace
feminista,
se
va
formando
y
entendiendo
por
vivencias
personales.
¿Desde
qué
lugar?
¿Qué
feminismo?
¿Cuántos
y
cuáles?
No
siento
que
haya
un
solo
feminismo,
como
tampoco
hay
una
sola
niñez.
En
el
caso
de
La
madre
esta
mujer
entra
en
crisis,
no
solamente
por
la
partida
de
sus
hijos
o
la
crisis
matrimonial,
ya
que
su
relación
con
su
marido
es
absolutamente
desvinculada,
un
vínculo
tóxico.
Ella
cree
ver
una
conspiración
en
contra
suya,
por
parte
de
todos
quienes
la
rodean,
pero
eso
está
sólo
en
su
cabeza.
—¿Qué
le
aportó
la
dirección
de
una
mujer?
—Andrea
Garrote
hizo
una
obra
muy
emotiva,
emocionante,
con
mucho
humor,
nunca
es
solemne,
porque
ella
tiene
esa
chispa,
esa
ironía
detrás
de
todo.
Siento
que
estoy
aprendiendo
mucho
con
Andrea,
no
sé
si
luego
se
verá.
Me
entregué
totalmente
a
sus
indicaciones,
todo
lo
que
proponía
me
interesaba.
Es
brillante
e
inteligente.
—Será
casualidad,
pero
hay
dos
espectáculos
más
con
el
tema
maternal…
—Creo
que
el
vínculo
materno
nunca
deja
de
estar.
En
este
mes
se
cumplirán
cuatro
años
de
la
partida
de
mi
mamá
(Dina
Rot)
que
fue
durante
la
pandemia
y
le
sigo
hablando.
La
siento
a
mi
lado,
tengo
una
conexión
con
ella
y
no
hay
manera
de
romper
ese
vínculo.
La
madre
como
los
hijos
es
la
eternidad.
Es
una
relación
que
marca
muchísimo
lo
que
va
a
ser
tu
vida.
Es
la
primera
vez
que
haré
teatro
sin
la
mirada
de
mi
madre,
con
ella
trabajaba
mucho
la
voz,
era
una
gran
docente.
Siento
que
está
de
alguna
manera.
—¿Cómo
pudiste
hacerte
tiempo
entre
filmación
y
filmación?
—Terminé
la
serie
española
Furia
que
la
pasará
Max,
antes
HBO
Max,
serán
ocho
capítulos.
La
filmé
junto
a
Carmen
Machi,
Nathalie
Poza,
Pilar
Castro
y
Candela
Peña
con
guión
y
dirección
de
Félix
Sabroso.
Disfruté
muchísimo
filmando
y
es
posible
que
haya
una
segunda
temporada.
Además,
tengo
proyectos
de
cine
que
me
interesan.
Inmediatamente
después
que
la
terminé
me
vine
aquí
para
ensayar.
Nuestra
idea
es
seguir
con
La
madre
hasta
diciembre
y
retomar
el
año
próximo.
A
España
no
la
podremos
llevar
porque
los
derechos
los
tienen
quienes
ya
la
estrenaron
con
Aitana
Sánchez-Gijón,
en
el
papel
que
interpretó.
Sé
que
una
no
se
para
igual
sobre
un
escenario
que
en
un
set…
son
ámbitos
distintos,
la
actuación
frente
a
una
cámara
en
el
teatro
no
sería
creíble.
Hay
un
código
de
verdad.
En
el
teatro
hacés
todos
los
días
lo
mismo,
pero
siempre
es
distinto.
—En
el
cine
se
te
asocia
con
Pedro
Almodóvar
y
Adolfo
Aristarain.
—Pedro
adora
el
teatro,
incluso
formó
parte
de
un
grupo
teatral
como
actor
que
se
llamó
los
Goliardos.
Su
idea
del
cine
es
muy
teatral,
es
una
puesta
en
escena
tocable
y
voluminosa.
No
te
pierdas
su
última
película
La
habitación
de
al
lado…es
sublime.
Y
siempre
sentí
que
Adolfo
me
adoptó
cuando
chica,
él
me
tomó
las
pruebas
y
fue
el
motor
para
que
debutara
en
No
toquen
a
la
nena
de
Juan
José
Jusid.
Nos
hicimos
muy
amigos
y
siempre
digo
que
fue
quien
me
enseñó
qué
era
un
lente,
el
ruidito
de
la
cámara
fílmica
y
cómo
meterse
en
un
campo
de
luz.
—Viviste
diez
años
en
España.
¿Nunca
pensaste
radicarte
allí?
—En
Buenos
Aires
nació
mi
hijo
y
vive
mi
padre.
Trato
de
estar
en
ambos
lugares
y
sumarlos.
Cuando
estoy
en
Argentina
no
extraño
a
España
y
lo
mismo
me
pasa
allá.
Es
como
estar
en
distinto
barrio,
con
diferentes
acentos.
Llego
a
Barajas
y
empiezo
a
hablar
en
castizo.
Soy
la
misma
persona,
lo
que
cambia
es
la
gente
y
el
paisaje,
porque
los
seres
humanos
nos
parecemos
mucho,
somos
todos
de
una
vulgaridad
interesante.
No
creo
que
seamos
muy
diferentes,
porque
nos
emocionamos
con
lo
mismo,
incluso
con
culturas
ajenas.
Siempre
hay
algo
de
lo
humano
que
es
identificatorio.
—¿Qué
sentiste
cuando
atacaron
a
Graciela
Borges
por
sus
declaraciones
en
la
entrega
de
los
premios
Martín
Fierro
de
cine
y
series?
—Lo
que
le
pasó
a
Graciela
Borges
fue
terrible,
hasta
tuvo
que
cerrar
su
Twitter.
En
sus
declaraciones
no
hay
un
centímetro
de
agresión.
Lo
que
ella
dijo,
que
nos
dejen
hacer
cine
y
que
una
no
piensa
en
el
número
de
espectadores,
es
verdad.
Graciela
es
una
persona
de
una
dulzura,
discreción
y
suavidad.
Siempre
ha
sido
tan
amorosa
como
querible
que
cuesta
pensar
en
que
sea
blanco
de
agresiones.
—¿Cómo
vivís
la
actualidad?
—Difícil,
creo
que
es
un
mundo
distópico.
Falta
un
análisis
de
lo
que
pasó
y
generó
la
pandemia.
¿Qué
soledad,
locuras
y
posiciones
políticas
nuevas?
¿Nos
olvidamos
que
hubo
gente
quemando
barbijos?
Ahí
ya
había
violencia.
Fueron
tiempos
en
que
la
gente
le
tenía
miedo
al
otro,
a
contagiarse.
Todo
cambió,
incluso
la
manera
de
vincularse.
La
tecnología
avanzó
de
una
manera
exponencial
y
los
vínculos
fueron
por
zoom.
Incluso
hoy
hay
gente
que
sigue
su
terapia
por
ese
medio.
Las
personas
tienen
volumen,
no
son
planas.
Reconozco
que
se
ganó
tiempo,
pero
la
presencialidad
es
muy
importante.
—¿La
pandemia
dejó
más
huellas
de
las
que
creemos?
—Mi
pensamiento
es
que
muchos
pasaron
la
pandemia
encerrados
en
su
casa,
solos,
mirando
por
la
ventanita
a
otro
edificio.
Y
en
paralelo
teníamos
el
discurso
oficial
que
decía
que
había
que
cuidarse
y
no
salir,
al
que
yo
creía
y
sigo
creyendo.
Pienso
que
la
cuarentena
era
el
único
camino
cuando
no teníamos
vacunas,
eso
se
hizo
así
siempre
a
lo
largo
de
historia.
Después
estaba
la
política
instalada
como
la
enemiga
de
todo
eso
y
que
ya
demostraba
su
violencia.
Creo
que
el
gobierno
de
Alberto
Fernández
fue
un
error
histórico
literalmente.
Hoy
hay
trolls
que
te
insultan
y
vivo
bloqueándolos.
Hay
gente
que
tiene
esperanza,
tiene
derecho
a
tenerla,
no
estoy
en
contra
de
ellos.
Pueden
pensar
y
sentir
que
ésta
es
una
solución,
que
habrá
un
crecimiento
en
este
país,
pero
será
a
base
de
la
atomización
de
cada
uno
de
nosotros.
Es
como
si
lo
colectivo
no
existiera
más
y
el
pasado
está
totalmente
tergiversado.
No
entiendo,
éramos
un
país
culto.
Lo
que
me
da
miedo
de
la
inteligencia
artificial
es
la
tecnología,
la
unificación
y
la
globalidad
en
el
peor
sentido
de
la
palabra.
No
hay
que
perder
la
identidad,
si
no
la
tienes,
¿con
qué
te
identificás?